Las cosas cambian

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En medio de un torbellino de noticias alarmantes, la gente se hallaba atrapada en una batalla interna, una lucha entre el miedo y el sarcasmo que empujaba a los ciudadanos a reacciones radicales."No cabe duda, esta ciudad es un desastre", musitó un hombre de cabello blanco, dejando escapar un suspiro largo como si quisiera exhalar todos sus desengaños. Con un gesto decidido, apagó la televisión, buscando escapar del ruido ensordecedor de la realidad que lo rodeaba.Las calles, ahora más que nunca, eran testigos de la creciente inquietud. Tras los recientes ataques de esas criaturas blancas y deformes, la estación de policía se convirtió en un hervidero de actividad. Los oficiales corrían de un lado a otro, inmersos en misiones de reconocimiento, aunque su trabajo no parecía ser suficiente para encender la alarma en el resto del país. La única advertencia que se atrevieron a emitir fue clara y concisa: todos los habitantes debían regresar a sus hogares antes del anochecer, o se enfrentarían a la detención y al encierro.Así, entre el susurro del miedo y la risa sarcástica que resonaba en los cafés, la vida continuaba en una ciudad que parecía haberse acostumbrado al caos.

Necesitamos un salvador ... pero ¿Quién sería aquel loco?

//Mientras tanto//

Tres personas se encontraban sentadas en una mesa disfrutando su buen desayuno en una hermosa y bella tranquilidad ... A quien engañamos en esa casa no existía tal palabra

El desayuno era una tregua efímera en la caótica ciudad. Tres figuras se sentaban a la mesa, la imagen de una tranquilidad engañosa. El aire, impregnado con el aroma del café y el cereal, contrastaba con la tensión latente que se filtraba por las ventanas.

"¿Cuándo sale la siguiente parte de Icha Icha Jiraya-sama?", preguntó el peliblanco, su voz un susurro impaciente que rompía la frágil paz. Era la quinta vez que lo preguntaba, al menos.

"¡¿Quieres dejarme respirar?!", explotó el peliblanco mayor, sus dedos tamborileando sobre la mesa con impaciencia contenida. El afecto por su ahijado frenaba su impulso de estrangularlo. "No es mi culpa que no sepas lo que es dormir. ¡Te lo lees todo en una noche!"

Ajeno a la reprimenda, solo murmuró un "Hmmm", sus ojos fijos en su libro predilecto. "Pero podrías apurarte un poco. El estrés de esta ciudad me está matando. ¿Falta de inspiración? Si quieres, te ayudo..."Un grito resonó, cortando el diálogo como un cuchillo. "¡NO! ¡DÉJAME EN PAZ!", rugió el peliblanco, su voz tan potente que incluso pudo romper la barrera del sonido 


El rubio, con la serenidad de quien no quiere la cosa , intervino: "Kakashi-sensei, deja en paz a Ero-sennin y come tu desayuno antes de que se enfríe" - comento el rubio comiendo aquel  cereal de chispas de chocolate  el  cual se volvió su adicción a los pocos días de haber llegado a este mundo   

¡NO ME LLAMES ERO-SENINN!! - le grito a el también levantándose con mal humor. 

Naruto: "Ero-sennin se levantó de mal humor, y Kakashi-sensei tampoco ayuda", comentó el rubio, dando una probada  a su cereal.

Kakashi suspiró, la tensión se le notaba en los hombros. "Es que... ayer...", comenzó, su voz apagándose. "Ese maldito... ¡ESE MALDITO!", terminó, con un puño cerrado por lo que decidió cambiar el tema bruscamente se dirigió al rubio: "¿Cómo te va en la academia, Naruto? Espero que te estés adaptando bien".

Naruto respondió con indiferencia: "Bien", sin mostrar entusiasmo por los extraños nombres de las asignaturas.La conversación giró hacia la discreción, una necesidad en las circunstancias actuales. "¿Nadie te vio conmigo al volver?", preguntó Kakashi, su mirada penetrante."No", mintió Naruto, omitiendo el detalle de la "garrapata" que lo perseguía, una metáfora de los problemas que inevitablemente lo encontrarían.

Un ninja entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora