Champagne

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— Ella está embarazada.

Nunca había presenciado un silencio tan ruidoso como este. Ella estaba embarazada. Ambos son personas bellas por lo que supongo ese bebé saldrá igual de bello. ¿Qué se supone que debería decir? Felicitaciones, me alegra que vayas a ser padre con una mujer que no amas, pero sí es capaz de darte lo que no encontraste en mí, una familia. Tal vez eso sonaría cargado de resentimiento y, quizás sí estoy resentido. Podría estar completamente furioso con todo esto y él no tendría nada por lo que alegar.

— Finalmente tendrás la familia que tanto quieres.

— La familia que tanto quiero te incluye a ti, sino estás ahí no hay sentido en tenerlo.

No pude evitar reír con sus palabras. ¿No hay familia sin mí? Hace algunos meses yo era la piedra en su zapato que lo detenía de tener una familia, y ahora resulta que soy indispensable para esta. ¿Cómo se supone que debería incluirme en su nueva idea de familia? ¿El hombre del cual él está enamorado, pero no es lo suficiente como para complacer sus deseos, por lo que se vio obligado a obtener la parte faltante con una mujer con la que ahora tendrá un hijo? No quiero sonar anticuado, pero todo eso suena como una gran bola de mierda.

— Pues que pena, tendrás que contentarte con solo una mitad del pastel. Así funciona la vida de vez en cuando, no siempre puedes tener el pastel completo.

— No sabes lo que dices, hablas desde el dolor y no desde el corazón.

— ¿Hablo desde el dolor? —Reí— ¿Desde dónde más se supone que hable? ¿Querías una familia? Genial, la obtendrás, pero con ella. No intentes hacerme pensar que mágicamente ahora formo parte de tu ecuación porque ambos sabemos que eso no es así. ¿O es que acaso te diste cuenta de que toda esta fantasía tuya de lo que es una familia resultó no ser un cuento de hadas?

— No, no es nada de eso. Me di cuenta de que no puedo vivir sin ti, de que siempre has sido parte de mi familia, y es por eso por lo que te necesito a mi lado en esta nueva etapa de mi vida.

— Claro, y es que todo es sobre ti ¿no? Mi familia, mi nueva etapa, mi vida. Todo siempre es sobre ti, eres incapaz de ver más allá de tus deseos. Te amo, sí, y sé que me amas, pero no me puedes seguir pidiendo que deje mis deseos y anhelos para poder seguir los tuyos. No puedo seguir siendo tu sombra. Hace meses que ya tomaste una decisión, ahora llegó el momento de que afrontes el significado de ello.

No dijo nada porque él sabía que yo tenía la razón. Nos conocimos cuando éramos unos hormonales y estúpidos adolescentes en la secundaria. No teníamos muchas cosas en común, ni siquiera íbamos en las mismas clases, pero de alguna forma logramos coincidir y maravillarnos con la existencia del otro. Durante muchos años todo fue fantasía, arcoíris y color pastel, pero con el pasar del tiempo resultaba más difícil seguir fingiendo que en el paraíso no hay demonios. Las peleas se volvieron una cosa constante, nos estábamos quebrando el uno al otro, casi siempre por la misma razón.

Él siempre deseo una familia, había nacido en un hogar sin amor y que solo supo entregarle sufrimiento, por lo que siempre creyó que su deber en este mundo era poder darles a sus hijos todo aquello a lo que él no tuvo acceso. En un comienzo me parecía una idea hermosa y admirable, pero con el tiempo pareció convertirse en una obsesión.

Me culpaba por ser hombre, por no poder darle los hijos que él quería. Me acusaba de haberlo embrujado con un amor tan profundo que no le permitía dejarme y encontrar alguien con quien crear su familia. Incluso cuando intenté mostrarle otras opciones de tener una familia, y de explicarle que el significado de esa palabra era mucho más amplio de lo que él creí, me acusó de tratar de arruinar sus deseos. De una forma u otra, siempre lograba que todo pareciera mi culpa, constantemente recordándome de que no era lo suficiente como para estar a su lado y hacerlo feliz. Podría haber huido de todo ello, pero el amor también me detenía como un ancla a su lado. Nuestro amor se había convertido en los barrotes de nuestra celda.

— Siento haberte hecho tanto daño.

Su voz temblaba como si estuviera a punto de llorar, bajo la cabeza como si intentara ocultar lágrimas que no se encontraban ahí. Él era un excelente manipulador, su deseo era tenerme a su lado, y haría lo que fuera con tal de lograrlo.

— Siento haber permitido que me hicieras tanto daño, supongo que eso también te afectó. Lamento haber permitido que te convirtieras en esto.

— ¿Crees que soy un monstruo?

— No, claro que no. Pero sí creo que te has convertido en un hombre egoísta, has sobrepuesto tu vida y deseos por sobre todo el mundo. Eventualmente, eso podría destruirte, y aunque me gustara poder ayudarte, es algo que escapa de mis manos.

— Claro, algo que escapa de tus manos. —Comenzó a asentir lentamente—. Siempre debes hacer que todos sufran con lo que no eres capaz de realizar. Nunca realizas un mínimo intento por ser un poco más de lo que eres, siempre queriendo estar en tu estúpida y patética zona de control en donde nada ni nadie puede afectarte lo suficiente. ¿Crees que yo te hice daño? No, el daño te lo hiciste tú mismo. Te estoy ofreciendo la oportunidad de, finalmente, tener todo lo que es deseado y lo rechazas porque implicaría arriesgarte. Y no contento con eso, también intentas arrastrarme a tu mierda.

Enarqué una ceja. Me pregunto cómo es mi corazón capaz de amar a este hombre aún, cuando todo lo que me demuestra es que se trata de un ser despreciable que solo sabe envenenar todo a su alrededor.

— Volveré a Moscú. —Me miró sorprendido—. Volveré y en cuatro meses se llevará acabo mi boda, así que no te sorprendas cuando te llegue la invitación. Claro, no podrás traer a la querida madre d tu hijo, no creo que en su estado sea capaz de soportar un vuelo en avión. Aunque tal vez ni siquiera desees asistir, en fin, no importa. Nadie extrañará tu presencia.

— No puedes irte, mucho menos casarte. No puedes hacerlo.

— ¿Por qué? —Reí— ¿Por qué nuestro amor es tan fuerte? Ay, por Dios, no me hagas reír. ¿Cuánto crees que dure el dolor en mi corazón? ¿Cuánto crees que durará el tuyo? Porque mientras tú estarás consolándote con una mierda de familia, arruinando la vida de una mujer, yo estaré en Moscú junto a mí esposo, regocijándonos en riqueza y lujos.

— Las riquezas nunca te darán la felicidad que tienes a mi lado.

— ¿Eso crees? No lo sé, supongo que si alguna vez nos volvemos a ver podré darte una respuesta. Y tal vez, tú podrás contarme sobre lo insignificante, patética y triste que se ha vuelto tu vida, todo por no darte cuenta de que siempre fui más que suficiente.

Tomé el último sorbo de la copa de champagne, me levanté de me asiento y le di una última mirada.

— Espero tengas un hermoso bebé.

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