Pude contemplar con más detenimiento aquella sala que me había dejado boquiabierto. Era una maldita Sala de Tortura o, más bien, de Placer en mi sincera opinión.
Las paredes habían sido sustituidas por piedras que conferían al lugar un ambiente medieval.
Podían apreciarse las modernas vigas que no habían podido retirarse al ser pilares maestros o algo por el estilo, pero habían sido exquisitamente recubiertas de madera añeja o envejecida con productos para tal fin.
Observé argollas fijas y colgantes por las paredes. Todo tipo de objetos rígidos o semirrígidos, desde floggers –látigos de cola-, palas, fustas hasta cannes –vara fina y flexible de fresno-; utilizados para la flagelación.
Aunque aquello me excitase sobremanera, prefería mil veces el spanking –azotes propinados por la propia mano del dom.
Había hasta una maldita cruz de San Andrés, que no era otra cosa que dos mástiles de madera que formaban una equis del tamaño de una persona, atravesada por otras dos barras en horizontal una en la "parte superior" de la equis y otra en la "inferior" con un gran número de ganchos donde podían amarrarse las ataduras, el collar o las esposas del sometido.
Pero, he de confesar, que lo que más llamaba mi atención era un columpio.
Constaba de un arnés, donde el sumiso –y esperaba poder ponerme yo mismo de ejemplo- se recostaría, quedando su trasero y su espalda reposados pero al aire gracias a las flexibles y anchas tiras de cuero que lo conformaban.
La cabeza quedaba sin soporte por lo que debías hacer fuerza para mantenerla erguida. Unas bridas, colgando del techo, hacían las veces de pieceros. Colocadas a placer del dominante; dejaban, en mayor o menor medida, abiertas las piernas del sometido. Por lo que veía, a Gun le gustaba que sus sumisos quedasen descaradamente expuestos ya que las bridas estaban bastante por encima del nivel del trasero y con una separación importante entre ellas.
Me relamí contemplándolo.
— ¿Te gustan mis juguetitos? — preguntó entrando en la sala.
Asentí fervientemente, sin girarme a verlo.
Rodeó mi cuello con un collar de cuero. Pasó por delante de mí, aunque yo no me atrevía ni a levantar mi mirada por lo que solo veía la mitad de su piernas y sus pequeños pies.
No se había cambiado de ropa, me decepcioné un poco. Esperaba verlo embutido en cuero o en látex.
Abrió la puerta de un armario y observé que el interior de ésta era un espejo de cuerpo entero.
— Mírate, a ver si te gusta el collar — me sonrió ladinamente.
Miré de reojo lo justo para volver a alabar su buen gusto. No era el típico collar con una argolla en la parte delantera. Éste constaba de una tira de cuero marrón con otra encima de color negro más fina, cosida estratégicamente para dejar huecos entre ambas tiras donde podías enganchar cuerdas, candados, arandelas o lo que al dom se le ocurriese.
"¿Te gusta o no? ¡Di algo, aún no puedo creerme que seas un sumiso!"
— Me encanta, amo, muchas gracias — dije acariciando el collar con devoción.
"¿Amo? Ay, Papii, eres mi hombre perfecto"
Sonreí ante aquél adulador pensamiento.
Me tensé expectante cuando se acercó a mí de nuevo. Yo seguía sobre mis manos y mis pies. Se inclinó sobre mi espalda y me rodeó con sus brazos. Lo sentí como un tierno abrazo, después noté algo frío en mi pecho.
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Hidden Reality
FanfictionCuándo la realidad supera a la ficción, y no todo es lo que parece en un mundo de apariencias. Acompañame a leer esta corta, divertida y sadomasoquista historia 💚