Único

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Con otro suspiro volvió a tomar de su tasa de café caliente. El frío le obligó a estar cubierto de mantas mientras miraba por la ventana. Veía a la multitud pasar, ver como todos salían a terminar de comprar cosas para la cena o iban al templo. Año nuevo, su familia le había invitado a casa para pasarlo con ellos pero se negó, sus suegros también intentaron convencerlo para que fuera; no funcionó.

Estaba esperando con ansias la llamada de un remitente en particular. Sus piernas temblando ligeramente por los nervios -y el frío-.

Para él esa fecha no solo era para año nuevo. Era la fecha en la que él y su pareja se casaron. No fue una ceremonia como tal, simplemente ambos firmaron el documento frente al fiscal y de fondo sus familiares y amigos más cercanos. Después de eso no hubo mucho ya que era año nuevo.

¿Por qué esa fecha? Pues para ellos era el mejor regalo poder iniciar un nuevo año, pero esta vez siendo esposos.

Sonrió sin darse cuenta al recordar aquel acontecimiento. Sus manos estaban frías, tratando de calentarse con la tasa de café caliente. Las luces estaban apagadas en su morada, solo la luminosidad que producía la chimenea era lo que hacía que el lugar no estuviera a obscuras.

¿Qué si amas a esposo? Lo adora, simplemente no puede ver una vida sin él. Y no es que se trate de una dependencia, es por el hecho de ambos se aman infinitamente, ambos planearon un futuro juntos.

Los ladridos del pequeño malamute llamó su atención, el pequeño estaba tranquilamente dormido a sus pies frente a la chimenea. Vio al pequeño Taro correr en círculos mientras seguía ladrando, ese pequeño a veces era un revoltoso.

Se levantó dejando atrás su cómodo lugar en aquella silla mecedora y las colchas, dejó su tasa de café a medio tomar en la pequeña repisa que había encima de la chimenea. Se acomodó sus pantuflas mientras estiraba su cuerpo, sus huesos tronaron ligeramente por aquel acto.

Soltó un bostezo mientras se despeinaba el cabello, seguramente ya eran más de las doce por la bulla que había en el vecindario. No habían fuegos artificiales, su venta y compra se volvió prohibida y pese a que había personas a las que no les importaba; se declaró cadena perpetua ya que hace no mucho el ejército descubrió que los narcotraficantes las vendían ocultando la droga en ellos. Algo loco, ¿no?

Como sea, volviendo al tema del pequeño cachorro revoltoso.

Le llamó la atención por estar haciendo un escándalo, pero claramente fue ignorado por el can. Entre regaños siguió al pequeño Taro mientras este movía su colita de un lado a otro, mostrando así su felicidad.

Cosa que mayormente pasaba cuando jugaban, le daban algún premio o su esposo llegaba del trabajo. Pero eso último no podía ser, recuerda que el día de ayer tuvo una llamada con él y le comunicó que no podría llegar a casa por año nuevo debido a que lo requerían en la base.

Que su esposo tenga un cargo importante no significa que pueda dejar su deber como teniente general de lado, muy a pesar de que él lo necesite, la patria también.

Suspiró nuevamente, no quería recordar eso. Era la primera vez que no pasaban su aniversario juntos.

Cuando el pequeño malamute se detuvo, él también. Estuvo a punto de regañarle nuevamente y decirle que ese día no saldrían de casa, pero un par de zapatos extras en la entrada y una voz lo interrumpieron.

-¿Por qué la cara larga, fresita?-Sus ojos brindaban un destello único a vista del cenizo.

Sonrió y sus ojos se empañaron en lágrimas cuando cayó en que no se trataba de un sueño. Un pequeño gimoteó salió de sus labios producto del llanto que aguantaba.

Katsuki estaba en casa, había regresado a su hogar. Y Shoto estaba más que feliz.

Lo abrazó tan fuerte temiendo a que el de miraba rubí se fuera a ir. No le importó llorar y Katsuki no lo juzgó por eso, ambos se extrañaron tanto que necesitaban tener al contrario tan cerca en estos momentos.

Bakugo no le había mentido al bicolor al decir que no llegaría para año nuevo. Pero resultó que el capitán general había dado la orden de que los que tenían permiso de volver a sus hogares, lo hicieran. El cenizo le agradeció infinitamente al señor de mayor edad y por supuesto que el general también.

-No te preocupes, hijo.-Aquel señor de más de cuarenta años fue su mentor en lo que estuvo en la milicia.-Gracias a ti por brindar tus servicios al país.

Pero ahora estaba en casa, estaba feliz por volver a ver a su esposo y al pequeño Taro que seguía ladrando.

-Estoy en casa, Sho.-Le sonrió mientras lo tenía entre sus brazos.

-Bienvenido a casa, Kats.

Era bueno volver a su hogar, volver con Shoto y Taro.

I Miss You | OS ||Bakutodo||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora