Me encuentro esperando en la entrada de un colegio con una fachada imponente, denotando lo elegante y costoso que es. Hay candelabros de cristal colgando de los altos techos en los pasillos, con mosaicos predominando junto a la cerámica y el mármol.
Luego de un tiempo observando los uniformes de los estudiantes que pasaban por la zona, entro al baño para pasar el aburrimiento de la espera, y mientras lavo mis manos noto un pequeño charco de sangre en el suelo. Por algún motivo, no le tomo importancia más allá de curiosidad.
Tiempo después un señor llama mi atención, me pide que pase a una pequeña oficina y sin poder evitar mirar, puedo notar que lo más llamativo del lugar era que todo lo que allí había estaba hecho de madera. Un escritorio de madera robusta con dos sillas detrás de éste, tres sillones de cuero que viejo frente al escritorio, además de múltiples archiveros y estantes abarrotados de carpetas y papeles donde se denotaba el abandono a la limpieza del lugar por la capa de polvo que era imposible de ignorar. Desvío la mirada y, una vez sentado, entran dos mujeres de quizás 30 años, y detrás de ellas dos caras conocidas: eran mis mejores amigos, Fran y Carla.
Cerrando la puerta detrás de sí, las mujeres cuentan con un tono sumamente preocupado la razón de su llamada, nos cuentan sobre una serie de eventos que han estado ocurriendo. Sacan un libro de uno de los estantes y muestran fotos de periódicos y documentación, contando sobre asesinatos que ocurrieron alrededor de todo el mundo hace ya varias décadas. Cuentan como las víctimas eran encontradas reducidas a pequeños trozos de carne y sus huesos triturados se convertían en cartílago. Estos asesinatos ocurrían sin patrones, sin indicios, sin signos de ser origen por algún culto, y se detuvieron tan abruptamente como iniciaron.
Después de ello, una de las mujeres se acerca con otro libro de aspecto precario, más pequeño y pasando de páginas impresas a ser escrito a mano, mientras la otra daba a entender que estos asesinatos no habían cesado de forma al azar, sino que lo hicieron cuando la primera persona atestiguó la causa de las muertes. El testigo había escrito un libro con detalles sobre una entidad desconocida, una silueta hecha de humo negro, y el porqué temía del escepticismo de los otros.
El autor de ese libro, el testigo de tal criatura, era el propio Walt Disney.
Las mujeres contaban sobre plagas y otros eventos sin explicación precedente, que hicieran presagio el misterio de los asesinatos que ocurrían. Insectos que buscaban su propia muerte, torrentes de humo sib notivo aparente en canales subterráneos, además de carne y charcos de sangre de varios animales apareciendo alrededor del mundo sin explicación.
Escuchaban cada palabra sin poder evitar el miedo y desesperación que impregnaba la habitación. ¿Qué podíamos hacer? Abrí la boca intentando soltar alguna palabra, pero fui interrumpido de nuestra profunda angustia por la petición de paciencia de parte de las mujeres.
Finalmente, mencionaron que tal entidad había entrado en un estado de letargo después de haber sido vista, pero que a partir de la muerte de Walt Disney ha estado recobrando su consciencia lentamente. Fuimos advertidos sobre el armagedón que desataría al despertar por completo, pues esta vez toda forma de vida sufriría el mismo destino.
Hubo una forma de evitarlo, prosiguieron explicando. Para que la entidad permaneciera en letargo, debía de permanecer vivo un testigo de esta. No había forma de entender a qué se referían, pero se nos explicó la existencia de un ritual que daba la capacidad de viajar en el tiempo y volver a momentos determinados de la historia. Insistieron en no dar explicación del porqué era deber de nosotros el hacerlo.
(Recuerdo muy poco de la explicación, pero involucraba la rueda del zodíaco, un prisma triangular negro y un embrión siendo gestado en su placenta en el vacío del espacio).
Para iniciar el ritual, se debía hacer un triángulo en el suelo y dos de nosotros debíamos empezar a cantar cierta canción de Billie Eilish mientras el otro saltaba hacia el triángulo desde una altura considerable.
El ritual solo podría funcionar al estar rodeado de histeria y pánico, por lo que de un instante a otro, estábamos en la azotea del edificio y llamaron a todo el alumnado para que se dirigieran al patio por un comunicado de emergencia.
Decidimos rápidamente que mis amigos cantarían y yo sería quién salte a la formación ya hecha en el suelo del patio, donde los estudiantes se les prohibió pisar.
Antes de que siquiera reaccione, las dos mujeres se precipitaron hacia el borde de la azotea y saltaron de espaldas en dirección al suelo del patio lleno de estudiantes alarmados, para escucharse un golpe seco seguido de las voces cada vez más altas de los alumnos. Las voces aumentan dando paso a los gritos horrorizados, pero no pueden sofocar el sonido de las voces de mis amigos cantando.
El triángulo comienza a brillar con una luz incandescente y mis piernas no paran de temblar, el sudor frío recorriendo mi espalda baja y los vellos de mi nuca erizados de terror, el arrepentimiento bañando mis sentidos por completo. Tomé una bocanada de aliento tembloroso.
Y salté.
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Pescando Astronautas en el Edén
RandomPara mí, una caja fuerte donde salvaguardar mis sueños del olvido. Para ti, lector, la entrada a mi cabeza, a la intimidad de las historias narradas por mi subconsciente. Viajes en el tiempo, mundos bajo el agua, conspiraciones, espíritus animales...