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Conway leyó los derechos entre dientes, mientras apretaba sus puños en el volante. La ira se desbordaba por sus poros con tan solo ver la cara de desinterés que Carlo Gambino portaba detrás del patrulla.

Estaba jodidamente harto del rubio. No había un solo día en donde el italiano no estuviera haciendo el gilipollas por las calles de Los Santos: Que si un robo de badulaque, que si una pelea en el gimnasio, que si alguien le había quemado el coche al puto abogado.

Siempre estaba el joven en medio, siempre. Conway, para su desgracia, era el usualmente lo atrapaba. Los demás oficiales no podían hacer mucho contra el italiano.

Lo peor no era tener que perseguirlo por toda la ciudad o aguantar sus comentarios de mierda (porque el chico tenía una gran bica). Lo peor era que usualmente el desgraciado se salvaba de la pena. El hijo de puta era lo suficientemente listo como para saberse todos los atajos o inventarse alguno, gracias a su abogado también se sabía los líos legales y algunos (bastantes) huecos en la policía.

Jack arrugó la nariz y apretó aún más los puños cuando llegaron a comisaría. Con su típica voz gruesa medio grito. "¿Ha entendido usted sus derechos?"

Vio por el espejo retrovisor como el imbécil se reía debajo de su máscara de fruta. "Si si. ¿Terminamos con esto?"

Conway no contestó, solo salió y lo bajo del auto con más fuerza de la requerida. Le saco la máscara de un sopetón y la tiró al suelo con sorna. Escuchó al menor quejarse e insultarlo pero no lo tomó en cuenta, demasiado cansado para esos juegos. Lo cacheo rápidamente, con la certeza de que el italiano era lo suficientemente inteligente para guardar todo lo ilegal que tenía en algún otro lugar que no sea sus bolsillos.

Efectivamente tenía razón, solo un cuchillo de mierda y una botella de agua. El dinero negro se lo quitó rápidamente con asco. "Andando supernena que hoy toca barrotes."

Carlo frunció el ceño pero al instante lo relajó, mirándolo con esos ojos que a el mayor tanto le irritaba. Era como si el chico se estuviera riendo de una broma a la que el no tenía acceso. "Claro, como usted diga señor superintendente."

Conway le gruño ferozmente. "Ya te voy a agarrar de los huevos, nena. Y cuando lo haga quiero ver cómo te ríes."

El otro solo se burló en su cara.

El superintendente lo guío hacia adentro a empujones, pasando por los pasillos que conocía como la palma de su mano totalmente irritado. Llegó a la sala de procesamiento en tiempo récord. Con rencor desató al rubio cenizo, dejando a un alumno para que hiciera los trámites correspondientes.

Usualmente dejaba que los de más bajo rango se hicieran cargo del papeleo. No había nada que el odiará más que estar con la tablet de mierda que nunca le funcionaba mientras escuchaba a un gilipollas rogando para que le reduzcan la condena, odiaba la burocracia casi tanto como odiaba a los criminales.

Pero hoy se quedó, su instinto le decía que iba a pasar algo grande. Y el nunca se equivocaba.

El alumno nervioso habló confundido al detenido. "Usted es Toni Gambino ¿No es así?"

Conway abrió los ojos desmesuradamente, levantándose de la silla en la donde se había sentado casi al instante. Carlo frente suyo lo imitó, viendo al alumno con pobre enmascarado terror.

Bingo.

El oficial de mayor rango se acercó rápidamente al alumno con toda la autoridad que podía imponer, el pobre diablo intentó retroceder pero Conway lo agarró del brazo. "Repítelo, nena. Ahora" gruñó.

El oficial lo miró confundido. "Toni Gambino." Luego giró a mirar a Carlo que ahora lo veía con abierto odio. "¿Ese es usted no es así?"

Conway rió burlonamente, gozando su buena fortuna. "El no es Toni, no, no. El es Carlo Gambino. ¿A qué si, Carlitos?"

i never told you what i do for a living Donde viven las historias. Descúbrelo ahora