Apenas Nanon subió al Subaru Legacy blanco que lo esperaba devotamente como todas las noches, sintió que su cuerpo volvía a respirar, o al menos lo intentaba. El cansancio se pegaba quejumbroso entre sus músculos lacios, por lo que se había dejado caer junto a sus pertenencias en el asiento trasero del auto. No tenía fuerzas ni siquiera para deshacerse de la chaqueta que tanto le pesaba sobre los hombros. Solo cerró la puerta con un poco de fuerza, para asegurarse de que no se abriera dentro de los siguientes minutos, y sus párpados cayeron al son de un suspiro trovador.
—¿Fue un buen día, al menos?
La voz ronca de Ohm, su chofer personal y compañero de la adolescencia, lo sacó de su estado aletargado.
Abrió sus perlas de golpe y le miró el semblante serio a través del espejo retrovisor. Sus ojos eran inquisidores y sus facciones estaban inmutables. Tenía vagos recuerdos de cuando se conocieron, mas siempre que pensaba en Ohm, no podía evitar evocar esa sensación de inquietud y melancolía que su mirada le había transmitido ese verano en que se hablaron por primera vez. Le había llamado profundamente la atención, especialmente porque sus pómulos marcados y cejas espesas servían para delimitar lo que a simple vista parecía ser el escondite de la entrada de su alma. No era necesario mencionar su sonrisa que parecía expresar todo lo que no podía verbalizar. Desde que lo había visto caminar por el umbral del salón de clases, le había parecido una persona interesante, digna de análisis.
—Depende de lo que consideres un buen día — respondió entre risas, volviendo al presente.
Ohm rio junto a él por una fracción de segundos para luego encender el motor del auto. Le dio una mirada fugaz por el espejo retrovisor antes de prender las luces del medio de transporte. Con el pasar de las semanas, Nanon había aprendido que esa era la señal que indicaba que ya estaba listo para llevarle a donde sea que lo necesitase. Asimismo, habían orquestado un lenguaje silencioso, sin signos; bastaba con que se mantuviera callado por unos largos segundos para que supiera que su siguiente destino era su hogar, de lo contrario, le avisaría con inmediatez cuál sería su próximo parada.
El auto comenzó a moverse de a poco hasta perderse entre el alboroto de la gran ciudad. Todos los edificios, con sus grandes letreros iluminados en neón, se reflejaban fieles como gotas de lluvias, recorriendo la oscuridad de la noche en su piel morena. Todo se veía tan lejano, en un sueño resplandeciente. Estaba allí y a la vez no. Podía escuchar con claridad el sonido de las llantas rodando en el asfalto mientras que el motor aullaba cada vez que la velocidad aumentaba, pero no podía escuchar las conversaciones de las personas, solo los veía mover sus labios, gesticular y moverse fugaces en medio de la noche.
Miró la hora en su reloj y se sorprendió de lo tarde que era, pese a que estaba acostumbrado a tener un horario laboral que no se ajustaba a lo comúnmente establecido. Durante las últimas semanas, se sentía más agotado de lo habitual, debido a las largas jornadas de grabaciones que parecían no tener fin; si seguía a ese ritmo, no tardaría en perecer de puro cansancio. Sin embargo, sabía que su fatiga no se debía solo a lo anterior. Aun así, prefería convencerse de que su malestar se debía al exceso de trabajo y que con un par extra de horas de sueño todo se arreglaría. Era mucho más fácil creer eso que aceptar lo que estaba viviendo.
De pronto, sintió como su cuerpo comenzaba a sucumbir ante la falta ya evidente de sueño, además de los constantes calambres y la rigidez de su esqueleto. Cerró sus ojos y pensó en que cinco minutos serían suficientes para descansar y reponer las energías necesarias para poder llegar a su casa a dormir como correspondía. Se veía acostado entre la suavidad de sus sábanas de seda y la calidez de su hogar. Anhelaba tanto sumergirse en un sueño profundo que la idea de no despertar cada vez resonaba con mayor insistencia en su mente. Se colaba con tanta frecuencia que a veces sentía el pavor apoderarse de sus sentidos más críticos. No quería caer en ese juego, se lo había prometido desde el primero día, pero nunca pensó que todo cambiaría radicalmente de la noche a la mañana.
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drive me // ohmnanon
FanfictionEl silencio del deseo, en aquel cálido verano, tiñó del más ínfimo azul sus cuerpos agitados por el frenesí de la noche. Nanon ya no quería dejar pasar ese sentimiento que se aprisionaba a través del espejo retrovisor. Ohm tampoco deseaba evitar la...