Dulce Decepción

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Todo comenzó en un pequeño apartamento de Aspen, Colorado, con u joven profundamente enamorado y lleno de ilusiones, totalmente encasillado en un amor irracional; un joven poeta que no hacía mucho había comenzado a introducirse en ese mundo que plasma la imaginación en papel.

El dedicado joven había mandado diariamente, hasta la puerta del apartamento de su amada, una bella rosa roja acompañada por un poema, adoraba enviar regalos hasta la puerta de esa mujer que le había robado el corazón, esa mujer que hacía que todos los días arreglara meticulosamente su desordenado cabello castaño, y que cuando la veía de cerca, hacía que las pupilas de sus profundos y brillantes ojos cafés se dilataran; anhelaba acariciarla y sentir su piel tan blanca y tersa, quería ver fijamente a sus ojos oscuros que parecían tener dentro toda la galaxia entera, quería verse reflejado en ellos, sin embargo, ninguno de sus regalos diarios había sido correspondido, aún así, no perdía la ilusión de que esa mujer también estuviera profunda y locamente enamorada de él, y tal vez no estaba tan equivocado.

Diariamente pensaba en ella, veía su vivo retrato en su cabeza mientras limpiaba los estantes de la biblioteca dónde hacía una meses había comenzado a trabajar, disfrutaba profundamente el olor de los libros viejos y las risitas silenciosas de los chiquillos que iban a hacer sus tareas, sin embargo, su parte favorita de ese trabajo eran las interminables anécdotas que le relataba su jefe, un hombre de la tercera edad, con cabello canoso, de unos 1.70 de altura y con rasgos faciales muy amables, juraba que podía pasar años escuchándolo y aún así nunca aburrirse, el señor Maxim siempre tenía relatos interesantes que contarle.

Uno de esos días, mientras el intenso sol entraba por los cristales a medio limpiar de la biblioteca, un rostro conocido se hizo presente a las puertas de esta.

-¿Es posible? – se preguntó mientras intentaba divisar con más claridad el rostro de su amada desde las altas estanterías.

Por un momento sus miradas se cruzaron, pudo ver directamente a esos ojos tan bellos que habían robado su corazón y su alma entera, y entonces, una explosión de emociones recorrió su cuerpo, sintió que había tocado el cielo con la punta de su dedo y, había reafirmado su amor por esa mujer que apenas había visto unas cuantas veces, pero eso había sido lo suficiente para atraparlo, para ser honestos, ni siquiera conocía su nombre, solo era "vecina".

Se sumergió tanto en sus pensamientos que ni siquiera tuvo tiempo de percatarse que estaba postrada justo frente a él, esperando a que reaccionara tal vez, o tal vez solo quería el préstamo de un libro y esperaba a que la atendiera.

Mientras él temblaba ella parecía no sentir nervios al estar frente a él, simplemente lo miraba como si estuviera con cualquier otra persona, pero aún así se podía percibir un ambiente reconfortante, tal vez eso es lo que pasaba, ambos estaban destinados a estar juntos, ninguno de los dos producía incomodidad o alteraba la paz del otro.

-He recibido y leído todos y cada uno de sus poemas, joven... - mientras terminaba de hablar comenzó a buscar algo en el bolsillo de su largo y fresco vestido primaveral; le puso en las manos una hoja doblada cuidadosamente y se dio la vuelta para retirarse, no sin antes regalarle una dulce sonrisa.

Al desdoblar la hoja que le había sido entregada, lo primero que notó fue la pulcra letra, después, sus ojos se dirigieron a la parte superior para comenzar a leer, y recién ahí, se enteró de cuál era el nombre de esa bella mujer.

-Elizabeth...- sus pomposos labios emitieron con sutileza ese elegante nombre y su corazón revoloteó al escucharlo, aunque el sonido viniera de el mismo.

Pero, ¿su corazón había revoloteado por la emoción de haber conocido el nombre su de amada, o eran solo los médicos intentando ,una vez más, despertarlo del coma en el que había caído hace meses?

Cuando despertara todo habría sido una ilusión, todo una dulce decepción, y el doctor Dmitriy, un médico joven, alto, de cabello negro y siempre con una taza de café en la mano, tendría que encargarse de ponerlo a tono con la realidad de nuevo, volvería a ser Vante el estudiante universitario que había llegado ahí por un terrible accidente automovilístico, ya no sería el Vante poeta que deleitaba con poemas y rosas diariamente a su amada, ya no trabajaría en la biblioteca y disfrutaría del olor a libros viejos, ya no volvería a ver al señor Maxim, y tampoco a ella...

Pero mientras permaneciera dormido, su cerebro seguiría dándole rienda suelta a esa fantasía, y tal vez incluso llegaría a casarse con su amada, o a tener hijos, pero eso solo lo sabría él, eso solo formaría parte de su DULCE DECEPCIÓN...

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⏰ Última actualización: Jun 03, 2022 ⏰

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