Único

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Fushiguro despertó temprano por la mañana para levantarse a ordenar lo poco y nada que quedaba de desorden en su habitación, la pereza le tiraba con fuerza el cuerpo y le hablaba al oído para que permaneciera en cama todo el día, pero su obsesión con la limpieza era un monstruo más dominante para él.

Además, ¿cómo recibiría a su mejor amigo con el cuarto patas arriba?

Itadori se había mudado hace aproximadamente un año a la ciudad, al ser una persona extremadamente sociable no tardó en "adoptar" al de cabellos oscuros después de verlo sentado solo, con la mayoría de sus compañeros temiéndole y sus pestañas aleteando mientras prestaba total atención a un manga que se encontraba leyendo. Debía admitirlo, al principio le molestaba tanto la presencia del muchacho con cara de idiota que casi lo manda al carajo, si de por sí tenía una actitud frívola, borde e indiferente, los primeros días en que el de cabellos rosas similares a malvaviscos intentó entablar una amistad con él inmediatamente trató de imponer sus límites, sobre todo físicos.

Yuuji era tan o incluso más pegote que una goma de mascar.

No es que le desagradara el contacto físico, podía ser un tanto cercano si es que de la gente que le agradaba se tratase, pero llegaba a ser asfixiante lo pegadizo que era. Lo acompañaba al baño, a comprar, cambiarse de ropa, almorzar, estudiar y así seguía una lista enorme.

En un principio no era cómodo para él, varias veces pensó enfrentarlo y pedirle que se alejara de su vida, pero un día que se supone debería ser normal todo pensamiento negativo hacia Itadori cambió. Era común verlo sonreír, iluminar como si de una estrella más grande que el Sol se tratase y saltar de un lado hacia otro al igual que un resorte, no obstante, su mundo se dio vuelta completamente al verlo con los ojos rojos de tanto llorar, una nube negra enorme encima de él y aquella radiante risa (que, aunque lo negara, lograba calentar un poquito su alma) había sido capturada por el monstruo de la desolación.

Su abuelo había fallecido.

Para Megumi fue un golpe demasiado bajo, algo que le repercutió tan profundamente que desde ese día se prometió a si mismo jamás ser la razón por la que Yuuji estuviese de esa forma, similar a un impostor. También se dio cuenta que indirectamente le guardaba un cariño especial, fue tan extraño estar cerca de ocho horas a su lado sin poder sacarle una sonrisa, tampoco es que supiese consolar a la gente, era bastante malo cuando de palabras se trataba.

Desde ese día algo entre ambos cambió, forjaron un lazo más profundo y basado en la confianza que habían ganado. "Mi padre también falleció así que entiendo cómo te sientes. ¿Quieres ir a comer algo? Nada será como antes, pero al menos no morirás de hambre", oración que selló el pacto de cómplices y le dio la bienvenida a una de las mejores amistades que los dos habían tenido nunca.

Cómplices, aquella etiqueta quedaba tan bien con ellos.

Siempre había sido bastante observador, por lo que al poco tiempo aprendió a reconocer cada mueca, palabra y acción de su mejor amigo. Con tan solo una mirada sabía qué quería decir el otro, con un gesto ambos comprendían el mensaje que se mandaban, como si estuviesen conectados por un hilo más fuerte que el rojo. Definitivamente "complicidad" era su palabra.

Sin embargo, la finísima línea que separaba las amistades con la atracción física fue demasiado tentadora, por lo que inevitablemente ambos terminaron cruzándola sin darse cuenta. Un completo desorden, ¿cuál de los dos estaba más angustiado?

"No quiero perder a Fushiguro por algo tan estúpido".

"¿En serio?, ¿de todas las personas del mundo escogiste a Itadori alias el más tonto de los tontos? Bah, me decepcionas, corazón de mierda".

❝ I Wanna Be Yours ❞「 ItaFushi 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora