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La tarde ya había llegado, la facultad estaba casi vacía, sólo quedaban los ociosos que se quedaban a perder el tiempo o tenían alguna actividad extra que requeriría su presencia después de clases. La luz de los últimos rayos del sol entraban a través de las numerosas ventajas que había en el pasillo, pasillo que cierto peligris recorría con cierta prisa.

Abrió la puerta y nada, estaba vacío ¿Donde estaba? ¿Acaso le habían mentido y ya se había ido? Bueno, tenía que aceptar que tenia sus motivos para que no quisiera verlo, después del comportamiento de Daichi era bastante natural que quisiera evitarlo, aun así... debía disculparse.

Siguió caminando y escuchó el suave sonido de un piano, su curiosidad fue atrapada por el dulce sonido que el instrumento emitía y aunque estaba en la Facultad de Música le parecía extraño escuchar una melodía tan libre y sin las restricciones de una partitura. Se acercó al aula y el sonido se hizo aún más distingible, tan agradable y suave que se sintió atrapado en el sentimiento de melancolía que cada nota despedía.

Con cautela abrió la puerta y encontró una elegante silueta bastante concentrada en lo que hacía, la imagen parecía irreal; los rayos del sol chocaban con sus hebras castañas y sus ojos cerrados mientras disfrutaba de lo que hacía, volvía la escena algo muy digno de una pintura y de ser apreciada para la posteridad.

Entre abrió los labios, sus ojos no se apartaban de Oikawa y el contraste que su propia persona le regalaba, lo rebelde de su presentación contra el fino sonido que sus dedos cubiertos de anillos y cadenas le regalaban a sus oídos. Aquello no era música común y corriente, era el talento adquirido después de muchos años de esfuerzo, podía adivinarlo tras ese gesto de concentración absoluta, en ese entrecejo fruncido y en la pasión que sentía al acariciar cada tecla del pesado instrumento.

Tōru levantó la vista en un movimiento tan hipnótico y lento que fue imposible no quedar atrapado en esos ojos chocolate profundo. Sugawara recordó la propuesta que había hecho enfrente de todos y sus mejillas se ruborizaron con violencia, acción que fue recibida por una sonrisa ladina.

El castaño recorrió las teclas de forma armónica y le puso fin a la melodía para dedicarle su atención al cuervo de plata que había entrado en sigilo como si fuera un ladrón. Se levantó del taburete y se metió las manos a la chaqueta de piel para acercarse, tenía el labio partido y eso hizo que Koushi se sintiera avergonzado por lo que ocurrió al inicio de la semana.

—Supongo que vienes a pedir disculpas por las acciones barbaricas de tu novio— comentó  con burla y el peligris ladeo la cabeza mientras acercaba una de sus manos hacia la herida que tenían mancillando el rostro ajeno.

Oikawa ya no media ni sus movimientos ni palabras, después de la clara declaración de guerra, la primera batalla había comenzado en la Universidad donde por primera vez en sus años estudiando ahí se le vio al castaño acercarse al platinado con orgullo y confianza envidiable y en medio de toda la multitud lo arrinconó tomándolo de la cintura sólo para recordarle que lo había dicho en la fiesta era cierto.

Lo iba a robar...

Y ante la promesa el corazón de Koushi latio con fuerza desmedida, pensó que lo había olvidado y que la locura que había dicho esa noche había sido producto del alcohol, pero no. Ahí estaba Tōru, confirmando sus intenciones en un estado total de sobriedad.

Sintió una emoción extraña apoderarse de su ser al escuchar aquellas palabras de nuevo...

Dios

Trató de apartarlo cuando lo sintió aún más cerca de su rostro rozando levemente su mejilla, parecía que iba a depositar un beso casto en su piel, su respiración se detuvo y cerró los ojos bastante sonrojado, y no era para menos, todos sabían que el castaño eran bastante popular, había mantenido su sobrenombre como Gran Rey y su atractivo realmente había sido generoso, tan atrayente y tan difícil de decirle que no cuando esos ojos lo miraban con esa profundidad como si fuera un abismo que estaba apunto de absorberlo. Sin embargo, el contacto nunca llegó, Oikawa lo observaba con una sonrisa y alzó su mano para tocar su mejilla, no obstante todo sucedió tan rápido, pero cuando pudo reaccionar el castaño se estaba tambaleando tomándose el mentón.

JudasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora