1 El día del avatar

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El viento era más frío siempre en esa época del año, costaba trabajo creer que a pocas millas de ese lugar se hacían los preparativos para una fiesta

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El viento era más frío siempre en esa época del año, costaba trabajo creer que a pocas millas de ese lugar se hacían los preparativos para una fiesta. Pocos meses habían pasado desde "la revelación" de Korra como el nuevo avatar, a algunas personas de la tribu (sobre todo las más ancianas) les costaba algo de trabajo creer que con tan solo 4 años, fuera revelada la identidad del avatar. Entre ellos estaban algunos miembros del loto blanco. Tras la partida del avatar Aang, se sentía una especia de vacío en el mando de la orden. Por lo mismo Katara había tenido que dejar de lado el luto de esposa y poner sus manos a la obra. Conocer a Tonraq y Senna fue un episodio casi surreal para Katara, era muy extraño saber que ahora ellos, dos habitantes que ya antes había tratado de paso, eran los padres de la persona más importante del mundo... eran los padres de la nueva vida de Aang.

Como Tonraq llevaba buen tiempo siendo parte del concejo de la tribu, el inicio de la amistad fue veloz, por lo mismo las últimas semanas luego de la revelación. Katara había podido pasarlas conociendo a Korra. Resultaba sorprendente lo rápido que la pequeña niña se adaptaba al control de su elemento natural y lo cómoda que se sentía con el hecho de ser el avatar. Katara al pasar tiempo con ella no podía evitar recordar a Aang, incluso luego de años de ser el avatar, él nunca fue muy feliz con ese peso en sus hombros.

Un par de lágrimas rodaron por las mejillas arrugadas de la mujer, era muy extraño, en la ciudad su hermano y todo el pueblo trabajaba para preparar una gran fiesta, un motivo de inmensa alegría... el cumpleaños número 5 del avatar Korra... un fecha feliz, pero que a ella la llenaba de mucha tristeza. De pie en el gran templo del avatar, construido por los miembros de la tribu muchos años atrás, Katara dejaba que sus recuerdos fluyeran; los recuerdos de toda una vida, los de un niño saliendo de un Iceberg, los de un joven estableciendo el equilibrio, los de un padre, un amigo, un compañero.

z- Ella será una buena sucesora – susurró Katara ante la estatua de su gran amor, y compañero de vida por más de 50 años.

A su lado, una segunda figura se acercó a la estatua. Era una mujer de cabello oscuro con unos cuantos mechones blancos, quien pudiera ver a las dos mujeres juntas, habría adivinado al momento el parentesco. Se traba de la segunda hija de Aang, Kaya.

Ella mantenía la cabeza baja, rodeando a su madre con el brazo. Había pasado los últimos años de vida de su padre viajando y conociendo el mundo, alejándose de la familia; quizá por eso cuando sintió su partida y los miembros del loto blanco en el pueblo del reino tierra donde se encontraba aquel día se lo dijeron, no dudó ni por un segundo y partió hacia la Tribu Agua del Sur. Unos meses habían pasado de eso y todavía le costaba trabajo creer como es que su madre había reaccionado tan extrañamente tranquila ante la partida de Aang. Aquel día Katara simplemente le contó que su padre había partido con la dignidad de todo un nómada aire, cerrando sus ojos y exhalando el último soplo en su corazón.

Parada ahí, con el frío de la nieve humedeciendo sus botas y el viento soplando fuertemente fuera del templo, recordaba aquella noche; su tío Sokka, su hermano Bumi que casualmente estaba ahí, y otros miembros del consejo del sur, levantando el féretro del que fue por años el último maestro aire, era una imagen sumamente emotiva y a la vez algo aterradora. Kaya por un tiempo estuvo molesta con su padre, pero ese día fue como si el enojo se hubiera esfumado. Mientras miraba la estatua, se preguntaba si ese enojo volvería alguna vez... o si lo dejaría "fluir por el arroyo" como su padre le decía.

La Caída del Loto RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora