"Lagrimas Sepultadas"

El camino de un oscuro secreto.

Créditos por la portada a: http://www.wattpad.com/user/Mixhiddleston

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Cuenta una antigua leyenda que los elfos poseen una apariencia frágil y delicada; ellos son humanoides con orejas algo puntiagudas, de piel pálida y ojos almendrados o claros. Viven cientos de años, incluso se piensa que son inmortales. Y de hecho no estaban del todo equivocados.

A pesar de ser menos corpulentos que los humanos (no son musculosos, más bien son definidos pero no exagerados), los elfos tienden a tener mayor agilidad y destreza en sus movimientos sin mencionar su gran estatura. Un elfo se mueve con gracia y delicadeza y, de un modo tan sutil y silencioso, que a veces es imperceptible su presencia. Los elfos suelen vivir en campamentos de unos 100 a 200 elfos y en su sociedad existen pocas normas y muy básicas. En estos campamentos suelen gozar de actividades alegres y agradables como el baile, la música y la poesía.

Los elfos son unas criaturas que brotaron de la voluntad del dios Eru. Este dios quedó tan prendado de su creación que aseguró que no habría otros seres con más belleza y que fueran más sabios que los elfos. Cuando surgieron a la vida lo primero que vislumbraron, en mitad de una noche sólidamente negra, fue la luz de las estrellas. Esta luz quedó prendida de sus pupilas y esa es la razón por la que sus ojos brillan cual diminutas bolas encendidas en el interior de los bosques, donde la oscuridad es intensa. Los elfos son seres extremadamente exquisitos en sus vestidos y en la oratoria que usan para comunicarse. Siempre pulcros y limpios, gustan de mostrar adornos en todo cuanto les rodea; hasta el punto de que sus casas se presentan cuidadosamente decoradas y las calles y las plazas de sus poblaciones pueden exhibir ornamentos rayanos en el lujo más desorbitado.

Una cuestión envuelta en el misterio es la que se refiere a la muerte de los elfos.

¿Pueden morir o son, como a veces se dice, eternos?

La respuesta está en que estos seres mágicos no envejecen. El dios que los creó les hizo el regalo de la inmortalidad por causas naturales. El paso del tiempo, que para los mortales acarrea el envejecimiento, la decrepitud y la muerte, a los elfos los dota de sabiduría y belleza.

Ese es el caso de Frey un joven príncipe elfo, toda su vida fue preparado para ser rey, tanto en el arte de batalla como en el de reinado, pero nunca nadie, ni siquiera su padre imagino que el amor pudiese romper los paradigmas de su reciente y único capullo.

Era un día nublado de Noviembre, la tarde caía con rapidez amenazando a la población con una fuerte tormenta. Para Frey no era más que el momento adecuado para escapar de sus guardianes y acercarse al mundo humano el cual estaba prohibido para él. Y era compresible su curiosidad, dile a un niño que no haga algo y con mayor intensidad lo hará, una comparación muy lejana de la realidad, ya que el apuesto príncipe poseía ya varios siglos de vida.

Luego de escabullirse con el mayor sigilo logro divisar un campo abierto rodeado de hermosas praderas y flores, lo que para él solo significaba algo: "Explorar el nuevo mundo" al menos el mundo humano.

Al salir de su escondite; un espeso bosque que permanecía al lado izquierdo del paisaje pudo ver una bella dama sentada sobre una de las diez lapidas que se alzaban a la vista de aquel verde prado. Le entro curiosidad, jamás en su vida sus ojos azulados habían divisado una humana y menos con semejante belleza; para el esos seres eran de feo aspecto y de aura oscura, pero muy al contrario de lo que pensaba, ella era tierna. Su cabello oscuro le daba un toque mágico a su pálida piel, el vestido blanco que entallaba su figura era por decirlo así, frágil y delicado, Frey de inmediato sintió una punzada en su corazón y atracción, a él le encantaba el peligro, si tuviera un segundo nombre de seguro que sería ese.