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Hacía frío, tenía bastante frío, un frío que me calaba hasta los huesos y me hacía titiritar sin parar. Llevaba al menos 3 horas encerrado en el amplio baño, acurrucado contra el frío azulejo de una de las esquinas en posición fetal, pero manteniendo la vista fija en la puerta y una gran sonrisa que reflejaba la inmensa felicidad que sentía, ahora todo estaba bien, todo se sentía correcto, todo iba a ser normal de nuevo, todo sería como antes.

Aquella secuencia se repetía en mi mente, era imposible no hacerlo, aquella sensación aparecía vez tras vez al igual que la incomodidad al recordar, pero yo sabía que no era, ese no era mi hermano, no podía serlo, era solo un maldito impostor que había tomado su lugar, un despreciable ser que había fracasado al tratar de engañarme con sus inútiles tácticas.

Todo comenzó varios meses atrás, como era habitual mi hermano me visitó, llegó a casa y de inmediato comenzamos a platicar, le conté mi día y él hizo lo mismo, la conversación fluía como siempre entre risas y pequeñas bromas, pero algo no se sentía bien, había algo que me inquietaba y me hacía sentir una incomodidad increíble. Decidí ignorar aquellas sensaciones tan extrañas y seguí pasando el rato con mi tan adorado hermano, la única familia que me quedaba, la única que no se había ido.

Las visitas continuaron, aquella incomodidad no hacía más que aumentar y yo no conocía la razón, me estaba desquiciando estar así.

Un día, aquel día, todo se ilumino y la razón vino a mí, esa incomodidad, esa sensación tan extraña y esos comportamientos tan, tan idénticos a los de mi hermano, pero tan raros a la vez. Ahora lo sabía, por más que intentara ocultarlo y disimular sería le imposible, lo sabía todo, sabía que mi hermano había sido reemplazado por alguien más, no tenía otra explicación, no podía tener otra explicación.

Los sentimientos me abrumaron, de nuevo estaba pasando, de nuevo alguien de mi familia había sido suplantado, un maldito impostor estaba en el lugar de la única persona que me quedaba, ¿No se cansaban? Había acabo con los impostores una y otra vez, pero siempre pasaba con alguien más, estaba harto.

Él seguía, no paraba de visitarme, cada vez más seguido, cada vez se comportaba más intenso, cada vez tenía más parecido a mi hermano, pero no iba a engañarme, ya no, podía tratar y tratar, no lo conseguiría.

Dos meses pasaron desde que lo descubrí, realmente se esforzaba por aparentar, incluso cuando yo no estaba seguía comportándose como mi hermano, lo veía por las cámaras, sus ademanes, su manera de caminar, sus expresiones, lo imitaba tan pero tan bien.

Decidí que lo enfrentaría, una vez que él supiera que lo había descubierto todo mi verdadero hermano regresaría, pero no fue así, se atrevió a reírse en mi cara y llamarme loco, ¿Esa era su mejor manera de salir de la situación? que patético, no me podía mentir ya y por supuesto que no dude en abalanzarme sobre él, lo tiré en el suelo y de inmediato comencé a soltar golpes, uno tras otro, repitiendo con cada uno de estos que lo sabía todo y que quería de vuelta a mi hermano, ¿Cómo pensó siquiera que me iba a engañar?

Los siguientes tres meses sus visitas fueron tan escasas que podía contarlas con los dedos de mis manos, pero era normal, después de verse descubierto no podía hacer nada.

Las primeras visitas después de aquel suceso donde le revelé mi descubrimiento intentó aun mantener la farsa, rindiéndose finalmente, cada vez le era más difícil fingir, ya no se comportaba como mi hermano, sus ademanes, expresiones y forma de hablar ya no eran como las de mi hermanito y por supuesto que se lo hacía saber, no era él. Pronto no habría más preocupaciones ni sensaciones raras, iba a conseguir que mi verdadero hermano regresara, esta vez no iba a fallar.

Y fue así, finalmente decidí que ya era tiempo, había esperado más que con mis demás familiares porque tenía la esperanza de que cuando esa maldita cosa supiera que lo había descubierto se iría y así mi queridísimo hermano podría regresar a mi lado.

Ya sabía lo que haría cuando mi hermanito regresara, una gran cena, noches de videojuegos, salidas al parque, iría a todos los lados a los que me había negado antes, así no dejaría que nadie más lo suplantara otra vez y no me dejaría nunca.

Me preparé por días, elegí con cuidado un afilado cuchillo de la cocina, el más grande que encontré, y esperé por horas y horas junto a la puerta principal, cada día, deseando que por fin me visitara para poder llevar a cabo mi magnífico plan.

Llegó el día, escuché el tintineo de las llaves proveniente del otro lado de la puerta y en mi interior se desató una explosión de emociones, estaba tan deseoso de por fin deshacerme del maldito suplantador.

La puerta finalmente se abrió y dejo ver a aquel ser, por lo que no dudé y con fuerza enterré el cuchillo en su abdomen, empujé tanto como pude y lo saqué, en ese momento su expresión fue tan parecida, tan idéntica a algo que haría mi hermano y esto solo consiguió enfurecerme más. Sin pensarlo le enterré el cuchillo esta vez en el pecho, claro que me costó, pero lo empujé hasta el fondo, hasta verlo caer al suelo y en ese momento todo se iluminó en mí, no pude sentirme más feliz y de inmediato corrí al baño, mi hermano no tardaría en llegar y tal como cuando éramos pequeños me buscaría ahí, siempre me escondía en ese lugar, así que solo debía esperar a que llegara para poder ser felíz con él.

ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora