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Yuichi sentía que iba a escupir un pulmón por la carrera contra tiempo que realizó.

Se detuvo en frente del escondite donde había ocultado a Tenji alrededor de cinco días.

Con la poca fuerza que le quedaba en sus piernas, se apresuró a la cueva donde sintió que su corazón se detenía por el pánico.

Tenji estaba moribundo. La granada morada que le ofreció Manabu para acabar su sufrimiento seguía intacta, a unos centímetros de su mano derecha.

Estaba pálido por la falta de sol y el hambre, sus ojos permanecían cerrados detrás de sus sucios lentes, y todo su cuerpo estaba lleno de polvo acumulado por los días.

Parecía un muñeco de trapo roto, abandonado por años.

— Tenji... – Murmuró al principio, bajando con prisa a lado de su compañero. Al tocar el hombro uniformado y no tener reacción, se asustó. — ¡Tenji!

Yuichi colocó entre sus piernas la cabeza de su compañero y con sus manos temblando abrió la mochila que traía consigo y buscó con desespero el agua.

Destapó la botella y, con una mano, entreabrió los labios agrietados de Tenji y empezó a colocar el agua en su boca, esperando a que despertara.

— ¡Tenji, ya estoy aquí!, ¡Reacciona! – Yuichi se dió el lujo de gritar sabiendo que no serían molestados. — ¡Por favor, Tenji!

Si esto es una broma por haberte dejado sin comer por días, no es gracioso.

¡Se que lo merezco, pero no es el momento!

La respiración de Tenji era casi nula.

¡Juro que si no despiertas voy a besarte como venganza!

Al menos trata de insultarme por haberte dejado así.

Di que me odias.

Pero di algo.

Lo que sea...

Yuichi no quería sentirse culpable de un cuarto asesinato.

Al pasar los minutos, los dedos debiluchos de Mikasa tocaron la mano con la cual Yuichi le ofrecía el agua. Ese simple roce encendió las esperanzas en ambos chicos.

— Yui... Yuichi... ¡Yuichi! – Tenji reaccionó sonriendo con desespero. Aún si no tenía energías para moverse, se las arregló para tomar la mano de su salvador.

— Aquí estoy Tenji, lo hiciste bien... Todo estará bien... – Yuichi sonrió con alivio, dejando la botella a un lado para acariciar los cabellos del chico de lentes. Se sentía mugriento, pero le daba igual.

Su querido Tenji estaba vivo de milagro.

— No me abandonaste... Sabía que no lo harías... – Siguió balbuceando el mayor aún sin soltar la mano de su compañero. — Podría besarte en estos momentos.

Yuichi sintió un calor peculiar dentro su pecho.

— Estás delirando. – Yuichi tomó de nuevo la botella de agua y le dió de beber a Tenji. — Cuando ganemos me aseguré de darte una recompensa por aguantar tanto.

El de lentes rió cuando el agua se terminó.

— En estos momentos, tenerte conmigo es la mejor recompensa del mundo.

Otra vez el calor misterioso se extendió.

— Sólo lo dices porque estabas a nada de morir.

Yuichi sintió la huesuda mano de su compañero en su mejilla. Tenji lo estaba mirando con unos ojos que no podía descifrar.

Mimos en la celda que se vuelven dejá vu [YuichixTenji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora