Capítulo 1: El tren de después de la muerte.

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Dilo ahora.

Por si nunca llegas a decirle a una persona que la quieres.

Por si nunca te atreves a enviar ese mensaje que tantas ganas tienes.

Por si el miedo te ahoga conforme pasen los días.

Por si decides rendirte con tus sueños.

Por si acaso luego es nunca.

Hazlo ahora.

Antes de que tú y todo lo que te rodea deje de existir.

Para mi ya no hay vuelta atrás, yo lo supe tarde. Algún día la última persona que nos conoció también morirá y ese es el momento en el que caeremos en el olvido. Y todo el mundo sabe que las almas olvidadas se recuerdan unas a otras. Por eso sé que nunca vamos a olvidarnos, que algún día, allá a donde están a punto de llevarme, sentiremos que el tiempo no ha pasado.

Aquel día iba guapísima, parecía que estaba durmiendo en la caja de madera que en el tanatorio habían preparado para mí. Rodeada de mis flores favoritas y de mis seres queridos. Nunca había tenido a tantas personas de mi vida en un mismo lugar al mismo tiempo, y eso que aún faltaban muchas por ir. Aunque no los culpaba. La primera vez que murió alguien cercano cuando yo era pequeña me dieron a elegir entre ver su cuerpo o quedarme con la imagen de mis recuerdos. Escogí lo segundo, por supuesto. Quería que se quedaran con lo que les había hecho sentir.

Hablaban de multiversos, de segundas oportunidades, pero lo que somos siempre prevalece. Nunca he creído en el cielo, el vahalla, o el infierno, pero el tiempo y el universo son tan infinitos, que debía de haber algo para nosotros. Vosotros y yo nos volveremos a encontrar. Aunque yo me haya ido antes, aunque vosotros tardéis más en llegar.

Así que, por favor. Dejad de llorar y terminad de vivir vuestra experiencia en la tierra. Aunque yo me tenga que marchar ya, un Guía de las Nebulosas -así se hace llamar- me está esperando. Cuando le dije que me quería quedar, mencionó que solo las almas rebeldes que no aceptan su final aquí deciden quedarse en la tierra, pero yo no estoy dispuesta a perderme todo lo que hay después de la muerte.

Mi único terror que tengo es que la dilatación del tiempo sea tan variable que la próxima vez que nos veamos, nuestras almas no se reconozcan.

El Guía Nebulosa tocó mi hombro, débilmente compadecido.

—A todos les cuesta aceptar la muerte —me dijo —. Porque así es como llamáis al miedo a dejar de existir en este mundo... ¿verdad?

—Algo así —dije desconcentrada.

Nuestra energía estaba situada en una esquina superior de la sala. Flotaba como si estuviera nadando, pero sin la sensación de ahogo, sin necesidad de coger aire. Siempre me había agobiado la idea de morir y no poder respirar, pero ahora me sentía libre. Me sentía tan bien que no era capaz de compararlo con ninguna sensación humana.

—Es momento de...

—¿Podemos quedarnos un rato más? —pregunté.

Me alegraba sentir. Tener tantas emociones recorriendo mi energía incorpórea, haciéndome sentir más viva que nunca. Detuve la mirada sobre mis padres. Fue el único momento que odié. El no poder acercarme a ellos y decirles que no iba a ser la última vez que nos veríamos. Mi madre prácticamente estaba drogada con analgésicos para poder estar allí de pie aguantando la presión de haber perdido a su única hija, y mi padre, a saber lo que escondían la dureza de sus ojos.

Por si acaso luego es nunca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora