Prólogo

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 BIRDWHISTLE. Muchos describían el reino de Birdwhistle como un lugar donde la generosidad abundaba por sus calles, un pueblo el cual su principal característica eran las aves. Estos preciosos animalitos y su canto angelical que se hacía oír todos los días, eran lo que le daba vida al hermoso reino de Birdwhistle.

Un bello pueblo que era gobernado por una perfecta familia. los Lennox. Esta peculiar descendencia que se caracterizaba por tener unos integrantes tan hermosos como el pueblo mismo.

Entre esta familia se encontraban dos pequeñas princesas y un joven príncipe. Quienes eran los menores de la dinastía, pero al mismo tiempo el futuro de esta misma.

Albert Lennox. Hijo de Claude y Colette Lennox, el primero siendo el primogénito de la reina Margarette y del rey Philippe Lennox y la segunda siendo hija de los duques del reino. Albert se distinguía por ser el menor de los tres nietos que los reyes tenían y también por ser el más carismático e ingenioso. Con unos bonitos ojos avellana que mostraban la profundidad de su mirada y al mismo tiempo le otorgaban un aire misterioso, y con un espléndido cabello color caramelo que siempre estaba peinado en unos adorables rulos.

Clarice Lennox. Hermana de Albert. Con unos rizos que parecían de oro y unos grandes ojos verdes donde si ponías atención podías observar hasta tu reflejo en ellos. Siendo la nieta preferida de su abuela y la adoración de sus padres esa era Clarice. Una hermosa niña rodeada de amor y de lujos, creciendo con un gran resentimiento hacia su prima mayor a pesar de ya no encontrarse viviendo en el mismo lugar que ella.

Y para finalizar, Amelia Annalise Lennox. La mayor de los tres nietos de los reyes, por lo tanto ella sería la siguiente heredera al trono de Birdwhistle una vez que el reinado de su madre terminase. Hija de Katherine Lennox y del duque del reino de Bardina, Theodore. Portando el apellido Lennox gracias a que su abuela menciono que debía llevar primero el apellido más poderoso de los diez reinos. Una niña que podía alegrar el día de las personas con tan solo dedicarles una de sus típicas miradas que estaba cargada de inocencia y una energía que nadie sabía cómo describir y es que con tan solo observarla podías quedar hipnotizado por los bellos y delicados pasos que ella daba. Cada parte de ella era algo tan poco creíble, pero es que, ¿Quién podría creer que podía existir un ser tan puro y hermoso a la vez? Exacto, nadie.

Con una cabellera tan negra como la noche y unos ojos tan azules como el mar. Esa era Amelia Annalise Lennox. El corazón del pueblo.

Pero por más buenas que sean las cosas, nada dura para siempre. Dicen que las personas destruyen el mas mínimo rayo de luz que se les cruza por el camino con tal de absorber esa energía y lograr brillar más que ese individuo, y Annalise Lennox puede confirmarlo.

Hasta su cumpleaños número ocho la heredera había vivido una infancia "normal", pero todo cambio ese 18 de septiembre.

El único día en el que las aves no cantaron. El día en el que la desgracia de Annalise comenzó al mismo tiempo que su inocencia termino.

Toda historia tiene su comienzo y la de Annalise no es la excepción. 

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