Romance en call center.

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En un día normal de call center lleno de llamadas sin ningún respiro entre cada una. Caterina se encontraba cansada, con los ojos irritados, la garganta seca y llevaba bostezando toda la mañana.

En este instante Caterina se estaba sentando después de un muy merecido break, desbloqueo la computadora e hizo todo el protocolo de rutina, se colocó los audífonos y antes de bajar el micrófono suspiro, aceptando mental y espiritualmente que su cadera doleria toda la semana.

Y entonces las llamadas comenzaron.

Pero antes de continuar con esta historia, lo mejor será dar un pequeño contexto de quien es Cateria.

Caterina Morales es una mujer de 20 años, latinoamericana del tercer mundo, sufre de dolor de cadera desde los 11 años cuando decidió dedicar su adolescencia a ver anime las 24 horas de los siete días. De cabello castaño que a veces era rizado, liso, ondulado, castaño oscuro o claro e incluso en raras ocasiones hasta podía ponerse en color rojizo. Incluso si le preguntaran a Caterina ella no sabría como explicar que pasaba con su cabello.

Bajita de complexión media, ojos oscuros, pestañas rizadas y tupidas, con ojeras marcadas y el rostro de alguien que había pasado por demasiadas cosas en muy poco tiempo.

Se había mudado hacía tres meses a este lugar y llevaba dos meses trabajando en el call center. Su carácter era bastante amigable como frío, si, polos opuestos pero así era ella, cómo había días en donde podía ser la mujer más habladora y social, cómo podía pasar días sin hablar más de lo estrictamente necesario.

Hoy era un día "tranquilo" emocionalmente hablando, no se estaba muriendo de hambre y ya tenía su almuerzo planeado. Las llamadas iban pasando con cierta calma, gente que quiere hacer algún cambio en sus vidas, personas con dudas sin resolver y gente que quería firmar contrato con la empresa. Justo una llamada del destino para alguien pero para ella solo una llamada más.

— Gracias por llamar, soy SKy ¿en qué puedo ayudarte? — Habló con su usual voz grave y calmada.

—emm ¿Yo? — La voz se escuchó nerviosa — ¿Cuál era la pregunta? —

—¿En qué puedo ayudarle? — Volvió a preguntar con paciencia.

La voz al otro lado de la línea pareció ahogarse en la vergüenza. — Claro, sí, tengo una duda del sistema. — Logró aclararse el cliente.

La llamada continuó con tranquilidad, al menos para Caterina, quien estaba agradecida con todos los dioses habidos y por haber de que este cliente no estaba siendo tan pesado y terco. Lo único que le irritaba levemente era que por alguna razón el cliente estaba demasiado nervioso.

—Bien eso sería todo ¿hay algo más en lo que pueda ayudar? — Pregunto por mera rutina.

—Ah sí ¿Cuál dijiste que era tu nombre?— Preguntó el cliente.

—Mi nombre es Sky ¿Algo más en lo que pueda ayudarte?— Volvió a preguntar la castaña.

—Yo... ¿Solo Sky?— Esto ya le estaba empezando a sonar extraño a Caterina.

—Amm ¿si?— Contestó cautelosa. —¿Algo más en lo que pueda ayudarle?— Volvió a preguntar con cortesía.

La voz sonó como si hiciera un carraspeo. —Yo creo que... creo que no ¿A menos de que puedas darme algún usuario personal?— Pregunto en un momento de valor.

Caterina intentó no reír por el comentario y mordiendo el interior de su mejilla contestó. —Si, me veo en la obligación de negar tal halagadora petición, pero siempre puede llamar al servicio al cliente cada que tenga alguna duda o que requiera de nuestra ayuda.— Respondió con el tono más cortés que pudo encontrar. —¿Algo más en lo que pueda ayudarle?—

La voz al otro lado de la línea suspiro. —No, eso seria todo, amm gracias por ayudarme.— Respondió triste, luego hubo un breve momento silencio y luego la llamada terminó. Caterina continuó con su día como si nada hubiera pasado. Pero alguien en algún lugar del primer mundo estaba acostado en su sofá viendo el techo fijamente pensando "¿Como sería el rostro que me salvó de un muy mal rato?"

Las p*ndej*das que pienso en horas laborlesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora