GINNY'S POV:
Fui despertada por un fuerte estruendo que provenía de arriba. Miré al resto. Todos seguían durmiendo excepto yo. Supongo que ya estan acostumbrados a oír golpes y porrazos cada día, por eso ni se inmutan. En voz baja me pongo a hacer recuento de los bultos que hay en la habitación.
—Dos, cuatro, seis, ocho, diez, once... Y yo, doce. Falta uno.
Seguramente habrán vuelto a pillar a Danna tratando de robar comida otra vez. Decido subir al ático para ver. Sorteo los colchones en el suelo, solo para ver a Danna dormida sobre uno de ellos. ¿Entonces quién falta? Cuando llego a las escaleras vacilo por un momento, pero al oír el grito de Micaela, la más pequeña, no dudo en subirlas.
—¡Papá, basta!
—¿Tú que coño haces aquí? ¡Vete antes de que recibas tú también!
—Déjala en paz, ¡es solo una niña!
—Es una maldita ladrona, ¡eso es lo que es!— exclama mientras la sujeta del cuello y la cara de la pequeña se va tornando púrpura. —¡Cuántas veces te he repetido que no debes robar comida!
—P-pero tenía hambre —titubeo la niña intentando coger aire.
—¡¿Ves que me importe?!
—Si nos alimentárais bien, no tendriamos por que comer a escondidas —le grito replicando.
—Pero tú quien te has creído que eres para hablarme así —me grita soltando a Micaela y dejándola caer al suelo. Se vuelve hacia mi y cierro los ojos, totalmente consciente de en la que me acabo de meter. Abre la mano de par en par y la estampa contra mi mejilla izquierda. Me muerdo los labios para no soltar un alarido de dolor, haciéndolo sangrar. Intento aguantarme las lágrimas y froto mi mano contra mi mejilla totalmente adolorida.
—Así aprenderéis —es lo último que dice antes de salir y cerrar de un portazo. Se oye el ruido metálico de las llaves al dejarnos encerradas. Acto seguido corro hacia mi hermana pequeña que se abraza a mí sollozando. Nos tumbamos en un colchón mugriento mientras le acaricio el pelo para que se calme. Cuando se duerme, unas lágrimas resbalan por mi mejilla.ANTHONY'S POV:
Me despierto intentando coger aire. Esta casa huele tan mal que a veces hasta siento que me ahogo. Giro la cabeza y veo la cama de Ginny y la de Mica vacías. Se me hace raro, pues apenas está amaneciendo. Bajo las escaleras de puntillas, lo más sigilosamente posible para evitar despertar a mis padres. Lo último que me apetece ahora es acabar con un ojo morado. Me recorro toda la planta baja, de proa a popa y de babor a estribor, pero no hay ni rastro de ellas. Me temo lo peor. Ginny es la que más se suele meter en líos.
Vuelvo a subir las escaleras, cuando oigo ruidos de la planta de arriba. Subo las escaleras y pego la cabeza contra la puerta, intentando escuchar lo que hay al otro lado. Consigo oír unos susurros. Estoy seguro de que mis hermanas está allí dentro. Rasco la puerta con las uñas para intentar que me oigan, pero lo más discreto posible para que mis padres me escuchen, o me meteré en líos. Oigo unos pasos que se acercan a la puerta.
—¿Ginny?
—¿Anthony? —me contesta una voz des del otro lado.
—¿Qué ha pasado?
—Anthony, ayudanos —oigo la voz de Mica rogarme.
—¿Qué hacéis aquí encerradas?
—Larga historia, sácanos y te la cuento.
—¿Y que hago?
—¡La llave de papá! ¡Búscala!
—Pero, ¿dónde?
—Prueba en su habitación, no sé.
Sé que si me pillan, será mi fin. Pero hago lo que sea por mis hermanas pequeñas.
Sigilosamente me dirijo a la habitación de mis padres. Abro la puerta, rezando para que no chirríe. Afortunadamente, no lo hace. Diviso una llave en la mesita de noche. Esperanzado, avanzo hacia ella con optimismo. Cuando estoy a punto de agarrarla, mi pie pisa en un tablón de madera que suelta un chirrido. La he cagado.