César estaba en su última clase del día, su mirada perdida en el reloj de la pared que parecía avanzar lentamente. La escuela nunca le emocionaba, y esa tarde no era una excepción. Sentado en su lugar preparo su mochila para salir, sintiendo el peso de las tareas pendientes y los exámenes por venir.
La campana sonó, liberándolo de ese cautiverio académico. Al cruzar la puerta, fue recibido por el brillo del sol de la tarde y la alegría de sus amigos que lo esperaban en la salida.
"¡César, aquí estás!" exclamó Luis, uno de sus amigos de otro salón. "Hoy es viernes, ¿recuerdas? ¡Prometiste que saldríamos a comer!"
César se rascó la cabeza y miró hacia abajo. "Lo siento, chicos, me encantaría, pero acabo de recibir un mensaje de mi mamá. Mis abuelos están de visita, y ella necesita que llegue temprano para pasar tiempo con ellos."
David frunció el ceño. "¿En serio? ¿Y te vas a perder la oportunidad de probar esos nuevos platillos en el restaurante que te mencioné?"
Edgar intervino. "Tranquilo, David. Tal vez otro día podríamos ir todos juntos."
Adrián sonrió. "Podríamos hacer una cosa, ¿Qué les parece si vamos todos juntos camino a casa de César y pasamos a la nevería que esta de camino y pasamos un rato ahí?"
César asintió con una sonrisa agradecida. "¡Eso suena genial!"
Mientras caminaban juntos por las calles, el grupo de amigos aprovechaban el tiempo para platicar y tirar relajo, como lo hacían desde que eran niños. Las risas resonaban en el aire mientras compartían anécdotas y chistes.
En un momento, mientras cruzaban una calle, Edgar señaló hacia un edificio antiguo en la esquina. "Oye, ¿alguna vez te has preguntado por qué cerraron esa biblioteca?"
César miró el edificio, una vieja biblioteca que alguna vez había sido un lugar importante en su infancia. "No lo sé, Edgar. Solía venir aquí con mi mamá y mi hermanito cuando era niño. Era un lugar increíble para leer y aprender. Pero un día, simplemente cerraron sus puertas y nunca más los dueños aparecieron."
Iván frunció el ceño, intrigado. "¿Nunca supiste por qué lo cerraron? Eso suena extraño."
César negó con la cabeza. "Nunca supe la razón, y mi mamá tampoco. Solo sé que la colonia se encarga de mantenerla cerrada y evitar que la gente entre. Supongo que no quieren que nadie se meta en problemas."
David, siempre dispuesto a buscar diversión, insinuó: "¿Qué les parece si nos aventuramos y entramos para ver qué hay dentro? Podríamos pasar un buen rato explorando."
César se puso un poco nervioso ante la idea. "No, David. Eso me metería en grandes problemas. Todos en la colonia me conocen y si me vieran hacer algo así les causaría problemas a mis padres."
Edgar intervino para calmar la situación. "Si David, piensa un poco estúpido, no estamos para hacer esa clase de disparates, mira mejor ya vamos a llegar a la nevería para que hagas tu asquerosa combinación que llevas presumiendo hace unas semanas".
David, un poco molesto, sonrió. "Si, si como sea, mejor apurémonos en llegar que verán lo increíble que estará mi super combinación."
Iván, mostrando una expresión de asco, bromeó: "Solo espero que no me hagan probar ese cochinero."
Los amigos continuaron su camino hacia la nevería, disfrutando de la tarde y la compañía del otro. Aunque la biblioteca abandonada había generado cierta intriga, la promesa de helado y risas compartidas era mucho más tentadora en ese momento.
Mientras César y sus amigos disfrutaban de sus nieves, la conversación se enfocó en los juegos en línea que solían jugar juntos. Se entusiasmaron al recordar las hazañas en el último juego que habían comprado todos como grupo.
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Reinz Astrea
FantasyCésar un joven estudiante de preparatoria por ciertos suceso en los que se vio envuelto termino siendo llevado a otro mundo, donde una profecía de hace ya muchos años lo ha seleccionado para ser uno de los salvadores del mundo para enfrentar la cala...