Parte II: mi nombre es...

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Tengo la esperanza de que mi cigarrillo no tenga ningún daño. Lo juro. Incluso comienzo a rezarle a un Dios en el cual no creo para encontrar mi vicio intacto, sin ningún daño y poderlo fumar. Pero como era de esperar en un lugar donde el sudor, los jadeos y el semen abundan, mi cigarrillo fue a parar a un charco de... Lo peor es que no me doy cuenta al momento y lo levanto. Estoy a punto de llevarlo a mi boca cuando mis dedos sienten algo pegajoso. Lo tiro al suelo y lo aplasto con una de mis botas militares. Espero que eso haya sido sudor, baba o agua, y no lo que estoy imaginando, me digo internamente mientras froto en un tronco de árbol el líquido que tengo en mis dedos.

Camino hacia donde dejamos el auto. Saco el celular de mi bolsillo derecho del pantalón y le envío un whatsapp a Armando diciéndole que lo espero en el auto. Las dos palomitas aparecen pero no se ponen en azul. Al menos sé que si lo recibió, ahora esperar que acabe de hacer la felación y se digne a ver el celular.

Ya no necesito de la lámpara de mi celular para guiarme en el camino de tierra y piedras. He estado tanto tiempo en la oscuridad que mis ojos se han adaptado a ella. Bajo la vista a mis botas y maldigo a Armando. Anoto mentalmente en mi cabeza: "decirle a Armando que tiene que lavar tus botas". Están todas llenas de tierra. Al menos no son mis favoritas, sino las más viejas que tengo, pero aun así son mis botas.

Parece que la noche está decidida a hacerme enojar, o tal vez yo debería relajarme un poco y no tener un humor tan malo. No, sin duda la noche hoy se ha enganchado conmigo y estoy seguro que no me va dejar en paz hasta que esté en mi cama, con mis ojos bien cerrados. Sigo divagando entre estos pensamientos y cuando menos cuenta me doy mis oídos escuchan el ruido del arroyo. Al fin, ya necesito sentarme; suelto un suspiro y reanudo la marcha al auto.

Cerca del arroyo hay unas bancas y unos tipo cubículos de concreto, me imagino que para poner el asador y hacer una carne asada. Así que este grupo de hombres calientes han elegido un lugar familiar para hacer sus orgias, ya nada me sorprende. Bueno, sí hay algo que me sorprende, en una de las bancas, la más alejada de los autos, hay una silueta. Hay alguien ahí sentado. Y, como si de una luciérnaga se tratara, aparece el destello rojo de un cigarro siendo aspirado. Me recuerdo la promesa que hice de dejar de fumar, pero también recuerdo que siempre está el día de mañana esperando para verte cumplir las promesas que no pudiste llevar a cabo el día de ayer. Así que cambio mi destino: un cigarro por favor.

La persona sentada en la banca está escuchando música. Lleva puestos unos audífonos pero el volumen lo tiene tan alto que puedo escuchar la canción. Es una melodía tranquila que invita a mover el cuerpo. La letra es todo lo contrario, podría decir que es algo deprimente, pero eso me gusta. Retraso mi acercamiento para escuchar un poco más.

Voy a disparar contra ese cristal

No me gusta mi reflejo

Me gusta el mar

Eco en la ciudad

¿Qué es lo que dirán?

Ya no importa

Nunca me he sentido demasiado bien

Solo soy un niño

No tengo muchos amigos

Crisis de identidad...

Hago una nota mental en mi cabeza: "recordar preguntarle el nombre de la canción sin parecer un tipo raro que está de acosador". Reanudo mi marcha y le toco el hombro. La persona se da la vuelta y un "mierda" sale de su boca. Es él, me digo mientras trato de disimular la sonrisa en mi rostro. Es suficiente con el primer susto, no le quiero dar un infarto con mi sonrisa de loco.

La Razón Para Matar es la SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora