La mujer que creía ser su madre le aseguro que sería un buen hombre.Ella, Elena, como se llamaba, le dijo una vez qué le recordaba a su hijo, Michael; muerto por una bala perdida con solo 7 años, sin culpables, aumentando el dolor de su madre.
Elena murió 9 años después desde el primer día que la conoció, pero aún recuerda el brillo que tenían sus ojos y lo espléndida que era su sonrisa cuando le dijo que quería ser policía, igual como su hijo había dicho en algún momento. Ella le aseguro que lo lograría, que llevaba la balanza perfecta de ética y moralidad, la que todo policía debe tener, que había nacido con ello. Bendecido entre toda su maldición.Si ella lo viera ahora, está seguro de que sus límites de repugnancia serían llevados a la cima.
Pero mientras las caderas de Jack encima de su regazo, aumentan el ritmo, rebotando más fuerte, David no ve una parte de sí a la que le importa lo suficiente.
Tiene la mente nublada y los pensamientos dispersos, como cada vez, con el simple reconocimiento de que Jack Conway estaba aquí.
Jack Conway, la encarnación de los pecados enlazados en hilos finos y ridículamente fuertes que te rodearán el tiempo suficiente hasta que formes parte de su enredadera, una y otra vez, hasta que finalmente te das cuenta de que no tienes salida.
David lo detesta.
Detesta la forma en la que sabe lo que está haciendo.
Detesta la manera en la siempre está de vuelta. Sin importar que o quien.
A veces se pregunta si realmente alguna vez fue un buen hombre.
Cree que sabe la respuesta.
Lo puede ver en la manera en la sus manos siempre encuentran el camino a la cintura de Jack, manteniéndolo cerca, atrayendo sus labios o alguna parte libre de su piel, lo que primero alcance.
Su respuesta está en los informes que trae con él esta noche, y quizás lo de la siguiente, que son necesarios para que Jack y sus hombrescillos envenenados logren la ruta y los horarios perfectos para sus artimañas de manera deshonrosa.
Obtiene su respuesta al saber que los civiles se verán involucrados, los que un día juro proteger, los que hoy no tienen a dios de su parte. O quizás sí, depende de que dios alaben.Hay un sabor amargo que se asienta en su garganta cada vez que está aquí, departamento sin nombre y sin identidad, que se hace más pesado con el pasar de los ojos de Jack en las hojas, memorizando cada una de ellas para no dejar evidencia en físico, hojas que sabe se mancharán de sangre imposible de recuperar. Es consciente.
El nudo en su garganta se siente pesado, esto, en lo que está cayendo, no solo lo está hundiendo a él, él mismo está provocando que la presa que tiene que cuidar en vida e imposiblemente en la muerte se esté desbordado. Y estúpidamente no está haciendo nada para evitarlo.
La pesadez que llevaba en el cuerpo al momento de llegar se desvanece, como siempre, tan efímero que casi parece ridículo. Los labios de Jack sobre los suyos siempre fueron una epifanía diferente, cumpliendo su objetivo cada vez, obligándolo a tragarse sus alegatos, todos mientras esos labios reclaman los suyos, como si le pertenecieran.David cada vez lo ve mas probable.
No puede seguir mintiéndose así mismo, no mientras sus manos registran el espacio de la piel adictiva de Jack que encuentre, no mientras está entregando a inocentes a este hombre, como un pago, por un momento más. Para no perder algo que no se puede controlar. Que nunca le ha pertenecido.
Pero Jack Conway es la decadencia firmada en un marco imposible de no desear. Deletereo.
Sin embargo, no puede parar.
Jack no es un hombre silencioso, no cuando se lo propone, sus gemidos aumentan al son de las embestidas de David, entonados en notas malditas que no pueden tener el efecto que tienen. Los gemidos de Jack son como un mantra, con el exclusivo objetivo de meterse en tu cabeza hasta que sea lo único en que puedas pensar.
Tan desalmado como suena, hay un efecto narcótico en ello que siempre te trae de vuelta.
Jack sabe lo que logra. Con sus movimientos practicados, que tienen el arte de embelesarte hasta lo más profundo de tu conciencia, quisquillosos hasta el punto en el que no te dan descanso, aunque si somos sinceros, David nunca rindió una batalla digna hacia este hombre.
Es un pecador, bañado en la reincidencia de sus delitos de lujuria, aceptados en una misma oración.
Lo ha intentado, por medio de peticiones inexistentes e inaudibles, ha procurado mantener su legado de un buen varón, intentando que las divinidades existentes le sonrían con aprobación; pero Jack fue hecho a mano por el diablo, moldeándolo en una representación perfecta del pecado carnal que, por una vez, se compadece de Eva.
Y David es simplemente un hombre débil.
No puede arremeter cuando esa lengua llena de nombres impregnados en sangre fresca recorre su polla como si fuera creada para ello, sumergiéndose cada vez, más y más, con cada sensación explotada de manera salvaje que lo tiene aferrando las manos en mechones de cabello ébano , recordándole amargamente que el calor de la boca que lo envuelve no le pertenece y que el placer de poder pisar el cielo por ello debe ser pagado con frenesí encarecido.
Todo en Jack se siente tan bien que es abrumador.
Este hombre dibujando en lascivia magra, entintado en tonos canela que te invitan a desear y nunca perder; a mantener devoción pura, sin restricciones ni peticiones, renunciando a cualquier autoridad de tu cuerpo, no te permite pensar, como si simplemente absorbiera cada gramo de sensatez existente.
Él no se arrepiente.
Estar dentro de las entrañas de Jack es un acto tan pecaminosamente delicioso que no le permite tregua, como ahogarse en un mar lleno de deseos y ambiciones, tan malditamente agradable y placentero. No hay opción para retroceder cuando David sabe que en su lecho de muerte, lejos de aferrarse al perdón y arrepentimiento, demandaría que volviera a ocurrir, sin importar las consecuencias, una vez más. Y otra, y otra.
Jack reclama, sin contemplaciones, él exige; más rápido, más profundo, más fuerte. Un demonio egoísta que solo reclama, reclama y reclama hasta que consiga lo que necesita. Hasta que su espalda se arquee y sus manos se aprieten en cualquier pedazo de musculo que haya logrado atrapar. Él no perdona, pero te rinde redención en el clímax de sus gemidos y el deleite de sus labios entreabiertos e hinchados que te obligan a caer, en una ocasión más, hasta que la proxima vez ya no tocas fondo.
A David no le importa.
Su serenidad y sus mentiras se han agotado, sabe lo que es, no es un buen hombre y ni siquiera intentara serlo.
David ha caido.
No se molesta en levantarse.
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Fall down
FanfictionJack Conway, la encarnación de los pecados enlazados en hilos finos y ridículamente fuertes que te rodearán el tiempo suficiente hasta que formes parte de su enredadera, una y otra vez, hasta que finalmente te das cuenta de que no tienes salida.