Estimado Juez Supremo del Condado de Canadá:
Realmente no se muy bien cómo comenzar esta carta. Ni siquiera sé si servirá de algo, pues hasta qué punto es fácil empatizar con alguien que sabe que va a morir. No soy una chica demasiado especial. Incluso, más bien diría que soy alguien del montón. Nací en una familia normal, fui a un colegio normal, conocí a unos amigos normales y todos mis días eran exactamente iguales. Si le soy sincera, señor, no era consciente de lo afortunada que era dentro de esa cómoda normalidad.
Cuando me detectaron el cáncer sentí que mi vida se desmoronaba a pedazos. Me arrepentí de todas y cada una de las veces que había deseado morir debido a cualquier suceso que atormentasen mis fáciles días. Porque, después de recibir la noticia de que, efectivamente, iba a morir, me di cuenta de que no quería hacerlo.
Sabe, este último año de mi vida ha sido una jodida mierda. Perdóneme las expresiones, pero entiéndame, ni siquiera se si esto dará resultado. Supuestamente iba a ser el año de mi vida: primer año en la universidad, nueva ciudad, conocer gente y vivir cientos de experiencias que cambiasen mi humilde y aburrida vida.
Ahora, que estoy en mi lecho de muerte, y que soy capaz de pensar las cosas con perspectiva, creo que ser ambicioso te arruina la vida. No me malinterprete, pues claro que yo siempre he sido la primera que ha tenido aspiraciones casi irreales y se ha esforzado al máximo para conseguirlas. A lo que me refiero, es que el hecho de esperar más, y más, y cada vez más, y nunca pararte a observar tu alrededor, es realmente triste.
Era feliz, y no hay cosa de la que más me arrepienta que de no haberme dado cuenta. Es por eso, por todo lo que me arrepiento y por todo lo que me queda por hacer, que le pido esta oportunidad. Se que no es fácil, que no es seguro, que es una locura. Pero es que ya no tengo nada que perder, ¿lo entiende?
Me encantaba bailar, ¿sabe? Siempre he soñado con convertirme en una bailarina profesional, pero nunca he llegado a estar preparada para que nadie me viera. Ni siquiera mi madre, tan solo mi hermano David. Siempre he querido viajar por todo el mundo de su mano, ver la Torre Eiffel y probar el sushi. Me quedan tantas cosas por hacer, que no puedo darme por vencida sin más.
Y, es curioso, porque tras esta reflexión he llegado a la conclusión de que morir no es lo que de verdad me da miedo. Lo que realmente me da miedo es no vivir como es debido. Como siempre he esperado. Se que me merezco más, y sé que, de igual manera, el mundo se merece más de mí. Por eso le pido esta oportunidad.
Conozco los riesgos. Se que no va a ser fácil. Confío en la ciencia, en el avance de la medicina. Estoy segura de que se encontrará una cura a mi enfermedad, y entonces, podré vivir. Se que el mundo no será igual, se que todo lo que hasta ahora he conocido cambiará, pero eso no me da miedo, señor juez. No me da miedo el futuro, al contrario, como ya le he avecinado, lo que de verdad me aterra es la idea de que mi vida acabe aquí, en esta cama de hospital.
Espero de todo corazón que mis palabras le hayan hecho reflexionar y me conceda la oportunidad. Recuerde que no tengo miedo, sino esperanza.
Gracias por leerme.
Hasta Siempre,
Adara
Canadá, mayo de 1970.
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Tras el hielo
RomanceAdara es una chica que murió en 1970 debido a una enfermedad terminal. Pero Adara es una chica con esperanza, y pide ser criogenizada, es decir, que su cuerpo sea congelado para así, en un futuro cuando se haya encontrado cura a su enfermedad, poder...