El destino de la corona

Prólogo

Una noche lluviosa de junio, se escuchaba el sonido de un látigo contra la piel de un caballo, el cual llevaba consigo de manera apresurada un carruaje lujoso de color platino.

Dentro de este se encontraba un hombre quien entre sus brazos tenía una mujer pálida y ensangrentada, la cual parecía sufrir de un dolor que provenía de sus entrañas.

Cada segundo para el hombre era como un milenio, creía que en cualquier momento la persona entre sus brazos podría partir y esto para él era un tormento sin igual.

Aunque al final el mismo sabía que para todo había un fin, no perdía la esperanza, aquella que crecía al ver en media de la lluvia, la silueta de ese lugar donde se podría solucionar el problema.

El hombre al llegar a su destino, mando rápidamente a buscar un médico y ordeno que preparan los aposentos en el cual deposito a la joven.

Con la llegada de médico, este de manera rápida y eficiente empezó a tratar que esta despertara, ya que para lo próximo era necesario la ayuda de esta.

Luego de eso, el médico le pidió al hombre que saliera de los aposentos a pesar del querer permanecer ahí, del hombre. Ya volviendo a entrar el mismo, empezó a lidiar con lo que tenía en sus manos.

Fuera de los aposentos se podía ver al hombre, el cual no era creyente, orando hacia cierto Dios por el bienestar de la mujer y porque todo saliera bien.

Pasaban los segundos, pasaban los minutos, pasaban las horas, y la pesadez en el corazón del hombre aumentaba cada vez más.

Los recuerdos de cada momento que paso con la joven eran como una estaca que con dificultad lo dejaban respirar.

Hasta que escucho ese sonido que lo trajo así mismo y con rigidez levanto su mirada hacia el médico, el cual se encontraba en la puerta invitándolo a
pasar con cierto gesto.

El hombre con rapidez entro y la escena que vio sería algo que jamás olvidaría y sintió como todo el peso en su corazón se desvanecía.

En la cama se encontraba la mujer con signo de cansancio en su rostro, quien miraba a los bebes que tenía entre sus brazos, con un amor el cual provenía de lo más profundo de su corazón.