Robaba flores
de una lápida lujosa
y las ponía
en cualquier otra
que estuviera vacía.En cualquier lápida
que nunca
recibiera visitas.Él decía
que con ese gesto
pretendía hacer el mundo
un poco menos injusto.Tenía claro
que practicar
el comunismo romántico
no le había dejado bien parado,
pero ahora, que se acercaba
el final de su larga vida,
no contemplaba la posibilidad
de cambiar sus costumbres.Por eso,
siempre que le preguntaban
de qué iba a morir,
respondía un críptico
"de costumbre",
a sabiendas
de que no contentaba plenamente
a ninguno
de sus curiosos interlocutores.La explicación
se la guardaba para él,
porque no creía
que nadie pudiera entender
hoy en día,
lo que significaba
remar para otros
con todas tus fuerzas
mientras te ahogas
sin que nadie
se pare siquiera a mirarte.Por eso siempre
que estaba a solas en el cementerio
repetía entre dientes, que
"morir de costumbre
es la única salida
para los que saben
que hace mucho tiempo
se terminó la vida."
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Los últimos románticos
Short StoryHistorias cortas sobre personajes anacrónicos y mundos paralelos.