3 | Una visita inesperada

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Un rayo de sol atraviesa la cortina pegando todo mi rostro. Pestañeé con pesadez, tratando de abrir poco a poco los ojos. Estire el brazo sobre la cama en busca de una sábana, en cambio, mi mano recorrió lo que parecía un cuerpo envuelto. Aún dormida, manoseo lo que apenas puedo ver: una espalda. Verificó que sea real así que me tomo mi tiempo acariciando la piel suave que había a mi lado. Una voz somnolienta revuelve mis sentidos.

—Hmm... —bostezo— hora es...

Pude verla agarrar un reloj que estaba sobre la mesita de luz. De pronto, de un salto se despide de la cama y mis párpados antes pesados ya tienen control de la situación.

—¡Demonios! —gruñe—. ¡Nueve y media!

La observo desvestirse a las corridas hasta entrar a la ducha. Pongo los pies fuera de la cama y la sigo. No entro a la ducha, me quedo frente al lavabo para asear mi cara y dientes rápidamente. Oigo las quejas que salen de su boca, pero decido ignorarla y arrastrar los pies hasta la cocina. Mis ojos, inquietos y sedientos de información, recorren las paredes; el desorden sobre el sillón; la mesa con grandes manchas de pintura y los cuadros llenos de arte cerca de la ventana.

Cuando Arlet sale de la habitación con el uniforme de trabajo puesto, la obligo a tomar asiento en su propia casa y planto un apetitoso desayuno sobre la mesa. Sin embargo, ella no parecía estar muy contenta con el resultado.

—¿Que es esto? —preguntó, jugando con las tostadas.

—El desayuno. —respondí.

Arlet rodó los ojos.

—Me refiero a que haces aquí todavía.

—Desayunando. —dije convencida.

—En mi propia casa... —agregó ella.

—¿Siempre te quejas tanto? —sonreí.

—¿Siempre invades casas? —gruñó Arlet.

—Siempre que inviten.

—Eso no es invasión.

—Entonces no estoy invadiendo nada.

Arlet estaba decidida en responder algo, lo que sea, no le gustaba perder. Para su suerte, yo me encontraba ahí para aliviar su profunda agonía de no saber que responder a mi tan acertado comentario.

—Shh. No digas nada. —ensanche la sonrisa—. Desayuna y vete a trabajar.

Arlet frunció las cejas, enojada.

—¡¿Como te atreves?! —dijo, tomando una tostada para untarle mermelada y darle un mordisco—. Eres tan molesta.

Reí contenta, debía irme a casa cuanto antes. Erguí la espalda firme en tomar mis pertenencias. Desearía quedarme con ella tan solo un rato más.

—Lindo cuadro. —señalé una mujer pintada en negro—. No sabía que dibujabas tan bien.

—Por supuesto que no —se quejó, que sorpresa—, nos conocimos anoche. ¿Como ibas a saberlo?

—Anoche... hablaste sobre tus sentimientos hacía otra persona. —se ahogó con el café, es tan inútil—. Jamás creí ver sentimientos en una pintura.

—¿Que yo qué? —sonó preocupada.

—No te preocupes. —agregue, contenta de amargarle la mañana—. ¡Ya casi olvido que fuiste rechazada!

Levante mi parte de la mesa y lave todo lo que había usado, ordené un poco la mesada hasta que Arlet volvió a la tierra para quejarse, porque otra cosa no sabia hacer.

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⏰ Última actualización: Aug 08, 2022 ⏰

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