Día 1

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Eran las 7:00 am. El móvil de la inspectora Richards sonaba sin parar. Era una llamada de la comisaría, debía estar allí en menos de una hora. La inspectora se levantó de la cama lentamente, el sueño le impedía ir más rápido, y fue a darse una ducha. Tras esto se vistió y salió de casa, cogiendo su bolso y las llaves del coche, hoy pararía a comprar un café en el Starbucks de al lado de la comisaría.

El inspector Rodríguez llevaba desde las 6:30 de la mañana en la comisaría, él fue quien llamó a la inspectora. Ya llevaba varias noches sin dormir, no conciliaba el sueño y no se encontraba bien. A pesar de ello, él seguía trabajando, era su vía de escape. El inspector Rodríguez era un hombre alto, de pelo castaño, ojos verdes, nariz grande (aunque no exagerada) y boca sonrosada, con el labio inferior más grande que el superior. Tenía un cuerpo atlético, se notaban las horas de gimnasio en sus músculos. En cuanto a personalidad era bastante calmado, pero tenía poca paciencia, se salía de sus casillas muy rápidamente. No tenía pareja, no encontraba una mujer con la que congeniase a pesar de buscar debajo de las piedras; era muy selectivo.


El reloj marcaba las 8:00 am cuando la inspectora Richards entró en la oficina. Llevaba uno de sus bonitos trajes a medida (el de hoy, negro), una camisa blanca y sus famosos tacones de aguja negros. Estaba espléndida con su larga melena rubia recogida en una coleta medio deshecha, sus ojos marrones maquillados y sus labios pintados en un tono rosa claro que le sentaba muy bien con sus mejillas sonrosadas. La inspectora Richards era joven, tenía 26 años. Era una mujer que siempre conseguía lo que se proponía, por eso ascendió tan rápido a inspectora y entró tan pronto en el FBI. Cuando entró por la puerta, todos la miraban. Esperaban su llegada desde hacía un rato. Cuando tomó asiento, el capitán McArthur expuso el caso:


-Acaban de llamar de la policía local de Manhattan, han asesinado a uno de sus agentes. La víctima era el agente Marck Johnson, hombre de estatura media, pelo moreno y ojos castaños; 32 años, 9 años de servicio en la policía local como agente raso. Había sido torturado previamente, ya que tenía contusiones y heridas perimortem que parecían hechas con un látigo. Fue asesinado con un cuchillo de cocina donde no se han encontrado huellas de ningún tipo; lo apuñalaron hasta 19 veces por la espalda. También tiene golpes y cortes postmortem como símbolo de ensañamiento. No se ha encontrado más pruebas que el cuchillo sin huellas y con sangre únicamente de la víctima y algo escrito con spray en la puerta de su casa.


La inspectora Richards estaba acostumbrada a este tipo de casos, pero se preguntaba qué habría escrito su asesino o asesina...


-Capitán McArthur, ¿se puede saber qué fue lo que el asesino... o asesina dejó escrito en la puerta?


-Sí inspectora. El asesino, o asesina, dejó escrito con spray morado "Estabas avisado" y firmó con dos letras a las que no le encontramos significado.


-¿Cuáles?-intervino el inspector Rodríguez.


-WR.


-Podrían ser sus iniciales - sugirió la inspectora Richards.


-O algo en clave- añadió Rodríguez.


En ese mismo instante se miraron de forma un tanto especial, parecía que ambos estaban de acuerdo con lo que proponía el otro. Tras unos segundos, el capitán McArthur concluyó la reunión diciendo:


-Sea lo que sea, hay que atrapar al responsable y hacer justicia.


Todos se levantaron y salieron del despacho, excepto ambos inspectores. Ella parecía pensativa mientras que él parecía muy distraído y concentrado observando cada uno de sus gestos. Él se debatía entre hablarle o mantenerse callado observándola. Se decantó por lo segundo, pero ella se dio cuenta rápidamente, sonriéndole al ver que la observaba. Él pronto se despidió de ella y salió veloz como el rayo por la puerta. Ella recogió sus cosas y fue a la zona donde estaba su despacho. En mitad del trayecto se encontró con Rodríguez, que estaba esperando al Capitán McArthur, quien atendía una llamada telefónica, parecía tratarse de algo serio por su manera de estar y de gesticular. Como había pasado ya un rato la inspectora decidió salir a por un café e invitó a Rodríguez, que aceptó encantado. Mientras llegaban de nuevo a la oficina repasaban los detalles del caso y cogieron una pizarra para colocar los hechos cronológicamente y poner todas las pistas (que no eran muchas) para ver si lograban ver algo claro, y decidieron investigar los últimos movimientos de la víctima. 5 minutos más tarde llamaron del cuerpo técnico, la casa de Johnson estaba precintada y vigilada, podrían ir a ver la escena del crímen cuando quisiesen. Richards y Rodríguez decidieron ir antes de seguir investigando los quehaceres de Johnson las horas antes de su muerte. Desde la comisaría (NYPD 7th Precint) salieron a la cuarta avenida, donde se encontraba el escenario del crimen y donde les esperaban.


Cuando llegaron se encontraron con una casa patas arriba, todo estaba desordenado, como si matar al agente Johnson no fuera la única intención del responsable de todo esto. Al llegar a la cocina se encontraron un gran charco de sangre y salpicaduras por todas partes, se habían ensañado bien con el pobre hombre. Para el inspector Richards esto era algo nuevo, llevaba un mes trabajando en homicidios. Cuando trabajaba en narcóticos no solía ver este tipo de escenas. Después de pasear alrededor del gran charco de sangre dos veces localizó un papel doblado debajo de la mesa de la cocina; se puso unos guantes para no contaminar la prueba y lo desdobló. Cuando abrió el papel se llevó una gran sorpresa, ya que estaba en blanco. Pensó que se trataba de algún tipo de broma, hasta que la inspectora Richards se acercó a él y le dijo que lo observarían con luz negra para ver si se trataba de tintas invisibles a la luz solar, y así fue como descubrieron que en ese papel se escondían dos números telefónicos.


De vuelta en la comisaría, decidieron rastrear los números de teléfono, pero se encontraron con un problema, ambos eran de prepago y estaban contratados bajo un nombre falso.


Después de comprobar la relación entre ambos números observaron como todo se clarificaba de una manera instantánea: ambos pseudónimos pertenecían a la misma persona, a alguien que casualmente (y son muchas casualidades) también firmaba como WR. Al comprobar ambas contrataciones con la compañía en los contratos se encontraron con la misma firma, WR, por lo tanto, eran móviles pertenecientes al responsable de todo este revuelo. El problema fue que no encontraron una relación entre los pseudónimos y la firma con el agente Marck Johnson. Tras horas buscando relaciones posibles llegó la hora de la comida, por lo que cada uno fue a su casa, excepto la inspectora Richards, que decidió comer en algún restaurante cerca de la comisaría.


De vuelta al trabajo decidieron llamar a los familiares de la víctima con la esperanza de obtener algún tipo de información útil para el caso, pero no hubo suerte, todo lo que le dijeron es que tenía muchos amigos y nadie le quería hacer daño, que era un buen hombre. Tras estar largas horas en la comisaría llegó la hora de irse a casa. Todos los agentes e inspectores se fueron a casa, en la comisaría sólo se quedaba el cuerpo de guardia.


Tras llegar a casa, la inspectora Richards estaba agotada, por lo que decidió darse un baño de espuma y cenar algo ligero. Tras acabar de cenar, encendió el televisor. En el canal que estaba puesto ponían una película de amor, una de las favoritas de la inspectora Richards, por lo que decidió dejar el canal y verla de nuevo; pero poco a poco morfeo se fue apoderando de ella y calló rendida en el sofá.


Mientras tanto, el inspector Rodríguez decidió darse una ducha. Después de esto cenó una hamburguesa que había cogido de camino a casa y se fue a la cama, necesitaba descansar después de tantos días sin dormir, y tras unos minutos de lucha entre mantenerse despierto o caer en brazos del sueño, consiguió dormir por fin.

Asesinato en ManhattanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora