En ruinas

5 2 0
                                    

En un lugar de la marcha.... digo, ejem.... en un lugar de la mancha cuyo nombre no quiero acordarme, porque cierto personaje bagaba por los bares de la zona.

—ya está bien ¿no papá? Te pasas todo el día borracho y sin hacer nada, hace meses que no pagas la hipoteca y ese dinero ¡lo q tengo que poner YO! ¿que te pasa?—

Al parecer desde la despedida de su difunta mujer, Alonso Quijano, había llorado, bebido, y sobretodo se había esta tocando los co.... ejem.... no había estado haciendo absolutamente nada. Y como es normal, los que vivían con el, su hija, se había artado y lo había echado, ahí, Alonso perdió totalmente el norte.

Caminado por las calles de su barrio, borracho ¿como no?, empezó a vagabundear entre callejones, y por allí a lo lejos en una estrecha calle, vio a un grupo de chavales que no se lo pasaban nada mal, se acercó sin siquiera disimular, los chicos se dieron cuenta rápidamente, pero como la mayoría veían colorines le dieron la bienvenida con mucha alegría.

—HoLaAaA aMigOo ¿CoMO tE llAmaS?—

—Hay, hola hola, eeee soy Quijano, ¿que estáis..?— a Alonso no le dio tiempo de terminar la pregunta, pues los otros fueron más rápidos

—AAAA ¡quE bOniTo NoMbrE! ¡dOn QUijOte! Yo me llamo Luis— respondió uno de ellos con una gran sonrisa, y seguidamente le tendió la mano, Alonso cogió uno poco de tentempié que le ofrecía.

Pasadas unas horas, no sabía cuando había tomado, eso si, borracho no estaba, dejo a sus nuevos amigos, llevándose algunos de sus deliciosos aperitivos, sin saber como había salido de las callejuelas, camino por una calle oscura, iluminado por luna camino feliz sin saber el porqué, llegó a un bar, y por los colorines que veía pensaba que era su dulce hogar, donde le esperaba su familia, entró de golpe y creyendo que veía a una hermosa señorita, fue y le dio el beso de su vida, al segundo se vio empujado hacia atrás, y hombre medio calvo, gordito, vestido de amarillo y con los ojos abiertos como platos empezó a grítale, menos mal que a esas horas de la noche apestan casi solo en el bar.

—¡Pero que hace!¿¡Está usted loco!?¡Creo que se confundido eeee! Que yo solo soy un pobre repartidor de cartas, ademas creo que ya me a visto por la calle más de una vez, soy Sancho Panza, ¿no me recuerda?—

—OOOooo, disculpe amigo, disculpe— se levanto del suelo de un brinco —yo soy Don Quijote de la Macha—

—eee, bueno, si usted lo dice.... ¿va usted borracho señor?—

—¿¡yo!? Claramente ¡que NO!—

Y así Don Quijote salió del bar, pero Sancho Panza preocupado por el y por los vecinos a los que este podía molestar le siguió, preguntándole una y otra vez si iba borracho, y como es natural Dom Quijote le repetía que no. Estuvieron andando durante tanto tiempo que llegaron a los límites del pueblo, y pegados a la autopista, Sancho Panza empezó a arrepentirse y a intentar llevar a Don Quijote de nuevo a su casa o a algún lugar donde estuviera seguro, pero en ese momento sacó unas patillas de su bolsillo y se las tragó sin más, le ofreció un poco a su nuevo amigo, y Sancho con los ojos abiertos como platos empezó a gritarle porque se estaba tomando esas sustancias tóxicas y entendiendo a la vez porque ese sujeto alocado estaba así. Cuando Sancho fue a fijarse de nuevo en Don Quijote, este estaba haciendo autostop y una autocaravana pintada con flore y círculos de colores se paró en seco, de ahí salió un tipo rubio de pelos largos y con ropas anchas muy coloridas, los saludo amablemente y los invito a pasar, obviamente Don Quijote entro sin problema pero Sancho no sabía dónde se estaba metido.

Y esto es solo el principio, de la gran aventura de Don Quijote y Sancho Panza.

En ruinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora