EPÍLOGO.

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Sorpresa! Sé que esta historia lleva acabada tres meses, pero mucha gente no entendió que el capítulo anterior era el último (FTP siempre fue planeada como una historia corta), y quería regalaros un epílogo para zanjarlo completamente. Es muy cortito, pero es el punto final que le faltaba a esta primera parte <3

Os recuerdo que la continuación con la historia del Yoonmin se encuentra en mi perfil. Se cierran un par de asuntos que aquí quedaron abiertos, así que os invito a leerla. Muchas gracias por haber compartido este viaje conmigo. 

Taehyung cargaba pesadas cajas escaleras abajo, intentando no tropezarse y así romper sus preciadas pertenencias

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Taehyung cargaba pesadas cajas escaleras abajo, intentando no tropezarse y así romper sus preciadas pertenencias. No es como que tuviera muchas cosas en su piso compartido, pero todo era valioso para él.

Cuando le quedaba un piso para llegar al recibidor del edificio, se encontró de cara con Jungkook. El pelinegro rio al ver su profunda expresión de dolor por una caja que se le estaba clavando en el abdomen, y estiró los brazos para tomar ambas como si fueran una pluma.

Taehyung bufó. Había quedado como un completo flojo.

—En mi defensa, yo no soy un guardia con músculos de hierro, ¿okay? Soy más una rata de biblioteca.

—Y eres precioso tal cual —Jungkook apartó las cajas un poco para poder estirar su cuello y besar su novio en los labios. Taehyung se sonrojó un poco, nunca iba a acostumbrarse a lo cursi que podía ser el menor—. ¿Estas son las últimas?

—No. Namjoon hyung est-

—¡Apartad! —el hyung nombrado chilló desde tres escalones más arriba, cargando tres cajas que le dificultaban ver—. ¿Qué hacéis ahí parados?

Jungkook rio por lo bajo y se apartó, siguiendo a Namjoon en dirección a la salida.

Fuera se encontraba el coche de Jimin. Era un BMW al que Jungkook le había silbado nada más verlo y estaba tan nuevo como el primer día, ya que el rubio no lo usaba para absolutamente nada.

Recostado en la puerta del piloto se encontraba su dueño, perdido en su teléfono.

—Tae, ¿le has dejado algo a Soobin y Soora para sobrevivir, o te lo has llevado todo contigo? —bromeó el rubio, asegurándose de que Namjoon y Jungkook no rompieran nada en el maletero al poner allí las cinco cajas restantes—. Por poco y no entra todo.

—¡Yah! Por qué todos os metéis conmigo siempre —lloriqueó el castaño, echando su pelo color caramelo hacia atrás en un gesto cansado—. Soy el que más cosas tenía, pero porque el primero en alquilar el piso.

—Si alguien más se mete con Tae, lo arresto —amenazó Jungkook. Estaba un poco sudado por el esfuerzo, con su pelo negro atado en un moñito y las mangas del jersey arremangadas.

—No tienes potestad para hacer eso fuera del metro —señaló Namjoon, bebiendo agua de una botella.

Los dos chicos se enfrascaron en una discusión sobre el tema. Evidentemente, Namjoon tenía razón, pero a Jungkook le era satisfactorio picarlo, sobre todo desde que era un muchacho muy listo y propenso a debatir temas sin importancia.

Le caía muy bien, excepto por el hecho de que quiso hincarle el diente a Tae, meses atrás. No es como si dudara de sus buenas intenciones, para nada, era un buen amigo, pero su lado más protector siempre lo iba a mantener vigilado alrededor de su chico.

—¿Lo tienes todo, hyung? —Soobin y Soora parecieron por la puerta de entrada del edificio, con expresiones algo decaídas, tomados de la mano. Los dos chicos estaban contentos porque Taehyung hubiera tomado la decisión de irse a vivir con Jungkook, pero también lo echarían mucho de menos.

—Eso creo. Y si no, ya tendré una excusa para venir a veros.

Soora fue la primera en acercarse. En el último mes, su pelo se había decolorado hasta tener un tono muy tenue, casi rozando el blanco. Lo llevaba atado en un moño alto e iba vestida con ropa de ir por casa, abrigada porque el temporal de enero era árido en la capital. Le dio un sentido abrazo al castaño, que la correspondió con cariño.

—Te vamos a echar de menos, oppa.

—Y yo a vosotros —aseguró. Jungkook lo observaba con una sonrisa, sus dedos picando por la emoción de tenerlo en casa todos los días a partir de ahora—. Miradle el lado bueno. Ya no os tenéis que ir escondiendo cuando queráis fo-

—¡Suficiente información! —exclamó Jimin.

—Sí, eso no era necesario —rio Namjoon. Taehyung le sacó la lengua antes de que la chica entre sus brazos tomara distancia, dejando que su pareja se acercara.

—Gracias por todo, hyung —Soobin estaba dando lo mejor de sí para no llorar como un bebé. Tae era como su hermano mayor.

—Venga, Soo. No llores, ¿okay? ¡Prácticamente te he criado yo! No pienses ni por un segundo que dejaremos de vernos —reprochó, pero se notaba que lo pedía porque él también estaba a punto de echarse a llorar—. Cuídate mucho, mocoso.

Después de las despedidas a las que también se añadió Jimin, promesas de que se visitarían pronto mutuamente y algunas lágrimas, los dos menores subieron de nuevo a su casa y el resto se marcharon. Jimin condujo el coche con Namjoon en el copiloto, mientras Jungkook y Taehyung usaron la moto.

Cuando llegaron al edificio de Jungkook, entre los cuatro —y ayuda del portero— subieron las cajas y las descargaron todas en la sala del departamento. Namjoon y Jimin solo se quedaron unos minutos para descansar y tomar algo ligero, luego de que el mayor mencionara que debía marcharse porque aún no había comenzado a recoger sus pertenencias para marcharse de nuevo a Inglaterra en un par de días.

Jimin se ofreció a llevarlo hasta la residencia, dejando a Taehyung y Jungkook solos.

El castaño estaba lavando los vasos que habían utilizado cuando Jungkook y Bam regresaron a la cocina, después de haber despedido a ambos chicos en la entrada. El pelinegro se situó detrás de él, abrazándolo con mimo por la cintura y besando su nuca.

—Hum —ronroneó— sigo sin creerme que ya estés aquí, amor.

Tae se mordió el labio.

—Yo tampoco —susurró—. ¿Estás contento?

—Más que nunca.

El mayor cerró el grito y se secó con un trapo que había sobre la encimera, girándose pera encarar a su novio y regalarle una sonrisa cuadrada. Jungkook no pudo evitar besarlo, pegándolo a él hasta que no pudo más, mientras sus labios se movían en un beso extremadamente lento y firme. Sentía como su corazón se derretía cada vez que su lengua lo rozaba, o sus dientes lo mordían en un intento por ser juguetones.

Estaban listos para ese paso. Los dos eran jóvenes, tenían una vida estable y mucho amor para dar. Jungkook estaba harto de estar solo, Taehyung por fin había encontrado su romance de novela con el que fantaseó de pequeño.

No podía pedir más. Un sexy guardia del metro y su adorable cachorro de dóberman eran suficientes. 

 

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