🌿Cap.2

637 103 20
                                    

El cantar de las aves resonaban tan dulcemente en aquellos largos y amplios pasillos, acompañados de los cálidos rayos del sol que en ciertas secciones parecían cambiar de color por los adornos de los ventales.

Tanta paz, tanta hermosura y tanta...soledad.

Ahí se encontraba el argentino, en la gran habitación asignada para los alimentos del día, amplio, bien decorado, con una larga mesa y bastantes sillas para...una sola persona.

Si, como cada día, el argentino se encontraba almorzando solo, en silencio viendo de vez en cuando aquella lujosa bandeja de plata con diferentes aperitivos.








—Su eminencia.








Al oír aquella suave voz dirigió su mirada hacia aquella monja que mantenía la cabeza agachada y sus manos juntas, en signo de respeto.








—Mi Señor dijo que hoy tampoco podrá asistir al almuerzo.






El albiceleste apretó suavemente sus labios entre si, ¿Acaso le causaba tanto asco como para no poder comer a su lado?...






—Está bien, igualmente ya me llené, muchas gracias por la comida.




Dijo en un suave tono, ya que, le causaba cierta vergüenza dejar la comida casi como llegó pero...el estrés que le causaba la convivencia de su matrimonio solo le quitaban el apetito, así que, se limpió los labios con aquella suave servilleta de tela para luego, levantarse e irse de dicha habitación.

.

.

.

.

.


.


.


.


.


.


.


.


.


.


.

.


.


.


.


.

.

.


.


.


.

.


.

.
.

.

.

.

.


.


.


.


.


.


.


.


.


》Su hermosa enfermedad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora