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Pateaba apurada la extensa avenida junto a Melody, los intensos rayos de sol acariciaban nuestros rostros haciéndonos sudar. En la playa el resto del grupo aguardaba nuestra llegada hacía ya algo más de media hora. A cada paso maldecía aquella terrible costumbre que ambas teníamos, llegar tarde. Siempre corriendo de un lado para otro, ¿planes a las cinco? Llegaremos con quince minutos de retraso, ¿el bus pasa a y media? Lo perdemos y pillamos el siguiente. Así continuamente, a veces podía llegar a resultar frustrante tanto para nosotras como para el resto. Tras la caminata, al fin logramos tocar la cálida arena con los dedos de los pies. Echamos un vistazo a nuestro al rededor. Pude contar unas cinco redes de volley, todas ocupadas. Acalorados partidos se desarrollaban en cada una de ellas. Habíamos visto aquel veraniego panorama durante las últimas dos semanas. Era ya gratificante escuchar los toques sobre los balones, los gritos jubilosos, la música, las risas y algún que otro quejido desagradable por parte de los que allí jugaban. A decir verdad, sentía un vacío en mi interior cuando no acudía a jugar, era como una droga y me gustaba. A lo lejos pudimos apreciar alguna figura conocida, aceleramos el paso para alcanzar a nuestros amigos. Divisamos personas desconocidas allí donde yacía nuestro grupo. Seis chicos jugaban en una red cercana. Uno de ellos era Alex, nuestro amigo. El resto eran totales desconocidos. Melody y yo nos sentamos a un lado, ambas les teníamos algo de recelo a las interacciones sociales. El aburrimiento era cansino, y como ambas moríamos por tocar aquel redondo balón a pesar de ser pésimas jugadoras, decidimos acercarnos a los muchachos, pues de todas formas no disputaban un partido serio. Hablamos con Alex y sin problema nos invitó a unirnos. Resultaba que aquellos chicos desconocidos tanto para Melody como para mí, eran buenos amigos de Alex. Melody se colocó a un lado del campo y yo al otro. Junto a mi posición se encontraba un muchacho de pelo castaño, piel ligeramente tostada y algo más alto que yo; portaba unas gafas que lo hacían ver adorable. Pensaba estar lista para cuando el balón viniera hacia mí, sin embargo, el verlo a pocos centímetros de mi cuerpo no supe reaccionar y le di el toque más desastroso que puedas imaginar, enviándolo a cualquier otra parte menos a la que debería. Me sentí avergonzada por lo que acababa de hacer, pedí perdón perdiendo los ojos en algún lugar, pero en un segundo mi atención se centró en aquel chico adorable, cuando este me tranquilizó quitándole importancia al mal golpe. Sonreí agradecida. Aquella empática atención se sintió bien, pero no más que su dulce voz acariciando mís oídos. Por alguna extraña razón el chico de gafas del cual no conocía siquiera nombre había captado mi atención y a causa de ello no di ni un solo toque bien durante del juego, no podía concentrarme, y menos cuando se acercaba con aquella cálida sonrisa para hacerme olvidar que por mi culpa el balón había volado cien metros hacia alguna parte. Las horas pasaron y el juego finalizó, pues el cansancio ya era notorio. Alex, Melody, el chico de gafas adorable, un colega de Alex y David, un amigo que a penas había llegado a la playa, y yo decidimos ir a un bar cercano a tomar algo. Durante el trayecto Alex se dirigió al chico de gafas, así fue como supe su nombre, Jake, curioso pensé, no conocía a nadie llamado de aquella forma. El sitio era pequeño, tan sólo tres mesas lo ocupaban, pero era perfecto para un grupo de adolescentes faltos de billetes. Los chicos ordenaron comida algo más elaborada como kebabs y durums, mientras que Melody y yo nos conformamos con unas tristes patatas fritas bañadas en ketchup. Melody ocupó el asiento junto a Alex y yo el que estaba frente a él, inconscientemente esperé que Jake decidiera sentarse a mi lado, pero no lo hizo y me sentí algo decepcionada y avergonzada por haber esperado una cosa tan estúpida de alguien a quien apenas conocía, olvidé aquellos absurdos pensamientos y me concentré en la comida y en la conversación. Regresamos a la playa con tranquilidad tras haber devorado los alimentos. Todos continuamos jugando, esta vez divididos, Alex se introdujo en alguna de las redes, mientras que Melody, David, Jake y yo dimos toques cerca de la orilla. Jake sacó un altavoz y propuso poner algo de música, decidieron que fuera yo quien lo hiciera, pues era la única que tenía algo descargado en el móvil, tomé el aparato de las manos de Jake y coloqué mi música. Pasamos un largo periodo de tiempo jugando, incluso un hombre que pasaba por allí quiso unirse a nosotros, tenía buena técnica, dábamos bastante lástima a su lado, pero aún así era entretenido y las risas no faltaban. Ya casi caía la noche, y el calor se disipaba justo al brillante sol que se ocultaba tras las nubes, decidimos entonces tomar un baño en el gélido mar. Corrimos al agua, y con pasos de plomo conseguimos entrometernos entre aquella masa de agua que helaba nuestros cuerpos, pero a la vez nos ayudaba a deshacernos del acaloramiento que causaba el volley. Una ráfaga de viento azotó nuestra piel al salir del agua. Un escalofrío erizó mis bellos. Me envolví en mi toalla como un burrito tratando de calentarme. Incluso me acerqué a Melody buscando la calidez de un abrazo. Jake, Melody y yo nos sentamos sobre la arena observando el atardecer. Jake puso música que encajaba a la perfección con la situación. Melody y yo nos sorprendimos ante aquel tan buen gusto musical que parecía tener. Entonces fue cuando nuestra conversación sobre música, cantantes y canciones comenzó, con el atardecer arropándonos y el frío calándonos. La noche no se hizo esperar y poco a poco cayó sobre nosotros. Volvimos con Alex y los demás y recogimos nuestras cosas, era hora de irse, sinceramente yo ansiaba quedarme, y sería mentira si dijera que Jake no era el motivo de aquello. De vuelta en la avenida, todos comenzamos a despedirnos, lo hacíamos con el puño a no ser que la confianza ya nos permitiera algo más de contacto físico como un pequeño abrazo. De pronto me encontré frente a Jake, tocaba despedirse de él, levanté la mano para despedirme cordialmente, pero para mí sorpresa, él abrió los brazos invitándome a abrazarlo, y a pesar de que por un segundo dudé, acepté aquel contacto, pues realmente quería acercarme más a ese chico. Nos envolvimos en un cálido abrazo que duró algo más de lo normal, su aroma invadió mis fosas nasales, me sujetó con fuerza como si realmente quisiera abrazarme; nos separamos y sentí como sus manos se deslizaban por mis brazos. Mi corazón se aceleró un poco ante aquel roce, no cualquiera entendería el porque, sin embargo, yo con mi conocimiento sobre lenguaje corporal, quise comprender que aquello era una señal inconciente de atracción. Tuve una corazonada, sin saber porqué, supe que volvería a verle, estaba segura. De camino a casa anduve en silencio pensando en lo sucedido durante la tarde, tratando de entender la extraña mezcla de sentimientos que habían despertado en mí. Melody y yo acompañamos a Alex y continuamos nuestro camino. Le comenté a Melody mis sentimientos, la atracción que había sentido, y me sorprendió que ella dijera que notó cierta conexión entre nosotros.

JulioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora