i say «oh... »

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JiMin recuerda haberse enamorado de JungKook desde el primer segundo en que sus ojos se encontraron.

Fue una tarde de verano, en la iglesia del humilde y modesto pueblo en el que residían. Ambos siendo jóvenes, en sus veintes. Trabajando en las granjas de sus familias desde pequeños, conociendo a todos los demás pueblerinos y siendo niños de casa, sin malas intenciones y con una visión perezosa y para nada ambiciosa del futuro. No tenían demasiada educación, ni modales demasiado pulcros, pero crecieron llenos y rodeados de amor, olfateando el aroma fresco del césped y acompañando a los árboles en las danzas de sus hojas con el viento tranquilo de la primavera.

JiMin había ido junto a su numerosa familia a la misa del domingo en la iglesia. No eran demasiado apegados a Dios, pero su madre había insistido en ir para que su hermanita menor conociera el ambiente religioso y tuviera un poco de agua bendita en su frente.

La ceremonia transcurrió con normalidad. Lindas canciones, hermosas voces armonizando, oraciones de aquí para allá, sonrisas y un silencio calmado. Luego, vino la fiesta. Comida casera y humeante sobre cada mesa, música alegre y gente bailando en la pista y riendo a risotadas.

Ahí lo conoció. Un alto, guapo, fuerte y risueño Alfa de cabellos azabaches, labios delgados, nariz prominente, ojos brillantes y oscuros, y una sonrisa ridículamente adorable que atrapó la atención de JiMin en cuanto la descubrió.

JungKook, era su nombre. De la familia Jeon, la granja que distribuía principalmente cuero y herramientas de acero y metal.

El Alfa emitía feromonas de relajación y felicidad, encorvado en un incómodo piso de madera y tocando la guitarra al ritmo de la música. Con dedos ágiles y mágicos, deslumbró a todos los que se animaron a bailar y reír en la pista.

JiMin no pudo dejar de mirarle en toda la fiesta. Estaba embobado. Era guapo y risueño, olía exquisito y su sonrisa lo tenía ronroneando como un tonto.

En algún momento de la noche, y probablemente sintiéndose observado, JungKook habría levantado la mirada de las cuerdas de su guitarra y se encontró con una melena rubia esponjosa, mejillas sonrojadas como el estofado de tomate humeante que había almorzado, ojos almendrados y adorables pecas salpicando alrededor de una nariz de botón y labios regordetes, tan rojos que parecían cerezas.

Sus ojos se encontraron. El Alfa rio cuando JiMin se avergonzó por ser descubierto espiándole, y trató de esconderse tras una alta planta con pequeñas flores apenas floreciendo en las puntas. Cuando creyó que estaba a salvo y quiso hundirse en su estupidez por no saber ser sutil, otro cuerpo más grande y fornido que el suyo se unió al escondite tras la redonda maceta de granito.

Del susto, JiMin dio un pequeño y agudo grito y cubrió su boca con ambas manos, observando con ojos enormes a JungKook sonreírle juguetón, encorvado y apegado a él contra la pared, haciéndose un lugar tras la planta.

─¿De qué nos escondemos? ─Le dijo en un susurro, como si fueran cómplices. JiMin siguió mirándole como si estuviera loco.

Rojo de la vergüenza, JiMin murmuró, quitando las manos de su boca.

─Tú... t-tú... hace un momento tocabas la guitarra, ¿Cómo llegaste aquí tan rápido? ¿Qué haces? ─Debido a lo pegados que estaban, al bajar las manos de su boca estas quedaron presionando la pared fuerte y amplia del pecho del Alfa, quien sonrió malicioso ante la clara expresión de "Trágame tierra" en la cara bonita de JiMin.

─Parecía que nunca te acercarías, y aunque agradezco tu atención en mi guitarra, me moría de ganas por- no, me muero de ganas por invitarte a bailar.

Si es que era posible, JiMin enrojeció aun más.

─¡Yo no te estaba mirando a ti! ─Negó con rapidez, recibiendo la hermosa risa de JungKook cerca de su rostro.

"Sparks" © KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora