Prefacio

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Su respiración es agitada. Se deshace de su cremallera la cual está empapada por la lluvia y a él no parece importarle mucho el hecho de estar completamente mojado. Las gotas de agua que viajan por su voluminosa cabellera oscura, caen con delicadeza sobre su rostro y continúan su trayecto por todo su cuerpo. Se ve muy seductor, su rostro se torna indescifrable y su mirada se oscurece.

—¿Sucede algo, Damian?

—Puedes odiarme...—aprieta la mandíbula y su cuerpo se tensa—,pero te prohíbo que algún día odies esto que tenemos.

—Puedo llegar a odiar esto tanto como te odié a ti—intento alejarme porque la distancia que nos separa de un momento a otro terminó siendo mínima, pero antes de imaginarlo ya me había capturado y apretaba con firmeza mis muñecas.

—No lo intentes—sonríe de lado y sus ojos me retan.

—Vete al demonio.

Envuelve mi cintura con sus perfectos brazos y me alza haciendo que lo rodee con mis piernas y nuestros cuerpos se adhieran como dos pegatinas. Me guía hasta su habitación y me deja caer con cuidado sobre el sillón. Su boca devora la mía con moviemientos tan ágiles como enloquecedores. Una de sus manos acaricia mis pechos mientras que la otra se dedica a desabrocharme los pantalones.

—Nunca me odiaste, desde el primer momento caíste redondita por mí—dice sonriente antes de que sus dedos comiencen a tocar esa zona tan sencible entre mis piernas.

—Si no haces esto juro que podría hacerlo—encajo las uñas en su espalda y me muerdo los labios evitando soltar un gemido al sentir sus dedos moverse con demanda.

Arqueo la espalda al sentir como un cuerpo extraño ajeno a mí se introduce por ese lugarcito tan sencible. Damian no se toma el tiempo de desabotonar mi blusa, sino que de un movimiento arranco todos los botones dejando mis senos al descubierto. Su boca los capta y lame, besa, muerde repetidas veces. Su mano por otro lado, comienza a desender nuevamente hasta ese lugar que tanta atencion requiere.

—Me encanta cuando te exitas, te ves tierna.

—Damian—digo en un gemido.

—Five—dice con diversión.

—Por favor... no pares—le suplico.

Él vuelve a sonreir y su lengua ataca nuevamente haciendo que pierda la razón y que los gemidos salgan de mi boca sin previo permiso, me aferro con fuerza al sillón y aprieto los labios para callar los gemidos, pero una vez que estos desaparecieron de la habitación Damian me dedica una mirada de desaprobación.

—¡Damian!—grito finalmente al llegar al límite dejando caer las piernas.

Damian levanta la mirada y me sonríe de esa manera tan seductora que tanto me gusta.

—¿Estás cansada?

—Sabes que si es contigo nunca me canso.

—¿Odiarás nuestra historia si algo sucede?

Rodeo los ojos—Para empezar, sé que no me harías daño y si lo llegaras a hacer, por supuesto que te odiaré a ti y a todo esto. Aunque también existe la posibilidad de que me odies tú a mí.

—Confío en ti, Five.

—No deberías confiarte tanto de alguien, así ese alguien sea yo.

Me ignora y comienza a quitarse la poca ropa que le queda tentadora y lentamiente mientras yo admiro su trabajado y varonil cuerpo.

—Menos mal que el cantante aquí soy yo, porque esta noche te vas a quedar sin voz, vidita.

Sempiterno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora