II

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La pelinegra azotó su cabeza contra la mesa, se había portado bastante razonable frente al rubio pero a decir verdad su moral estaba por los suelos.

Se repetía una y otra vez las palabras de Bakugo en su cabeza.

—¡Ahhh!—estaba exasperada, a pesar del rechazo los ojos rojizos del rubio no salían de su cabeza.

Recibió un cálido abrazo de unos fornidos brazos.—Lo siento Kēida-chan, debí haberte detenido.—Hikanchi lloraba a mares desde que se entero que su amiga había sido rechazada, el chico contaba con un gran sentido de empatia y Kēida se lo agradecía mucho.

Azumi paso los pañuelos y dejo los chocolates frente a la mesa.—Llorar hace que te queden marcas que parecen ojeras.—mencionó, ganando una rabieta de Hikanchi.

—¡Eso a quien le importa! Mi Kēida esta destrozada, sus hijos iban a decirme Tío Kanchi.—el chico volvió a llorar, sacando una risa nerviosa de la pelinegra.

Estaba eternamente agradecida de tenerlos a ellos como soporte.

...

Cuando empezó la semana fue raro, no sabía cómo comportarse o cómo vería al rubio a los ojos.

Camino al instituto, tenía planeado ver donde había dejado su bicicleta, que con las prisas olvido llevársela, la pelinegra iba en las nubes cuando en la entrada reconoció su bicicleta de blanco y amarillo, emocionada celebró para sus adentros, sus amigos ya debían estar esperando la clase y lo más probable es que llegara tarde.

Subió hasta su salón y al llegar recibió el típico regaño del profesor, con la diferencia de que todos los ojos estaban sobre ella, algo raro estaba pasando.

Los minutos pasaron y veía entre la clase como se lanzaban papelitos, debía estarse corriendo algún chisme.

Cuando todo terminó, el almuerzo fue el momento perfecto para que todos los grupitos se juntaran y hablarán sobre la nueva noticia.—¿Qué les pasa?—preguntó el chico.—Sé te queda viendo como si fueras Britney Spears Kēida-chan.—

Aunque le daba interés, no demostró darle importancia a él rumor y los tres se dirigieron a su lugar en la azotea.—Escuche tu nombre y el de Bakugo.—comentó su amiga Azumi.

La pelinegra iba a darse de topes contra  la pared, todos estaban hablando sobre como Bakugo Katsuki la había rechazado, que todos lo supieran con rapidez la lleno de rabia.

¿Quién se había atrevido a soltar la lengua?

—Iré por chocolate, no le hagan caso a los chismes.—mencionó Kēida antes de bajar las escaleras, estaba enfadada, ¿Acaso no tenían mejores temas de los cuales hablar?

—¡¿Qué hicieron?!—ups...ese grito era del distinguido Bakugo Katsuki y estaba muy enfadado.—¿Quién les dijo que esparcieran ese tonto rumor?—la pelinegra asomó ligeramente la cabeza, encontrando a los dos amigos de Bakugo, siendo regañados por el rubio.

—¡Piénsalo eso aumentaría tu popularidad con las chicas y—

—¡No quiero extras persiguiendome para andar conmigo! ¡Les explotare la cara par de tontos!—grito de nuevo el rubio, a los ojos de la pelinegra se veía extremadamente atractivo enojado, sus arrugas en su ceño junto a sus cejas rubias y las pestañas largas que adornaban sus ojos rojizos, además de la curiosa forma que había adoptado su nariz al estar furioso electrizo todo el cuerpo de la chica.

Al sentir la mirada de alguien Bakugo se cruzo con los ojos bravos de la otra vez, cruzándose de brazos y bajando su ira a un nivel más bajo.—más vale que se disculpen—murmuró por lo bajo, siendo escuchado por sus amigos antes de volver al salón.

La pelinegra no había escuchado lo último y cuando volvió con sus amigos ya estaban yéndose.—¡He Kēida-chan! ¡Tú almuerzo!—grito Hikanchi, la nombrada se dirigió a comer.

De camino a la clase, todos extrañamente evitaban la mirada de los tres recién llegados, Kēida miró a sus amigos tratando de entender pero ellos tampoco sabían nada, como si de repente les hubieran aplicado la ley del hielo.

...

Cuando la clase termino, el primero en irse fue Bakugo, sacandole un suspiro de alivio a toda la clase exceptuando Azumi, Hikanchi y Kēida que no sabían nada.—¿porqué se quedaron callados cuando entramos?—preguntó la pelinegra a su compañero de a lado.

—Bakugo da miedo enserio, entro gritando que dejáramos de meternos en sus asuntos o nos volaría las cabezas de una explosión, así como se ve parece que tu lo rechazaste y no quiere que hablemos del tema.—la pelinegra recogió sus cosas y salió corriendo, comprando una barra energética de fresa en el camino y luego tomando rumbo por donde siempre se iba el rubio.

Corrió durante un rato, cruzando con rapidez y quedándose sin aliento hasta que lo alcanzó.—¡Bakugo!—el nombrado se tenso y camino más rápido.—¡Bakugo!—volvió a gritar la chica haciendo que el rubio apresurara el paso.

El estaba huyendo y para estos momentos estaba bastante agotada de correr, así que tomo la barra y la lanzó directo a la cabeza del rubio.—¡Qué demonios!—grito el rubio recogiendo lo que le habían lanzado y mirando con ojos amenazantes a la chica.

Entonces ella sonrió y el rubio quedó a la expectativa.—tú eres...un héroe.—soltó, removiendo las tripas del chico y despidiéndose con la palma de la mano, para después recordar que había vuelto a dejar su bicicleta en el instituto.

Para esos momentos la chica se había ido corriendo por su bicicleta y un rubio fue a su casa comiendo su barra energética favorita.

𝐀𝐌𝐎𝐑 ||Bakugo Katsuki||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora