Capítulo 32

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Malva causó mucha expectación, luego del gran anuncio en el periódico, siendo visitada por muchas damas que querían conocer los trajes que ahí se ofrecían, llegando también mujeres de ciudades cercanas.

Luciana tenía mucho trabajo, y ahora manejaba una agenda, para los clientes que solicitaban entrevistas con ella en pedidos de vestidos personalizados.

Las ganancias que estaba consiguiendo la tienda, eran proporcionales a todo el trabajo invertido, lo que le daba una completa independencia económica, puesto que no necesitaba pedirle permiso a su esposo sobre gastos que quería realizar.

Se sentía tan orgullosa y satisfecha, que cada cierto tiempo, era ella quien invitaba a su esposo a algún espectáculo, a cenar, o le daba algún regalo ocasional, puesto que fue él, quien le regalo esas hermosas alas para poder volar a un mundo lleno de orgullo y satisfacción personal.

Como todas las tardes, Luciana llegaba feliz a la mansión de Valcáliz, después de un arduo día de trabajo en la Boutique. Acude al dormitorio, y comienza a arreglar su cabello, pintar sus labios y perfumar su piel, puesto que su esposo ese día, llegaba temprano de su trabajo en el Banco, al no tener esas extrañas reuniones con don Ismael, así que deseaba invitarlo a tomar el té a un salón que quedaba cerca de un lago rodeado de sauces.

— Mi señora Condesa, uno de los pretendientes de su hermana, ha venido para saludarla — informa su dama de cámara al tocar a su puerta y hablar desde afuera.

Luciana se levanta de su tocador y camina para abrir.

— ¿Un pretendiente? ¿Quién?

— Un señor llamado Camilo Reyes.

— ¿Para qué querrá hablar conmigo?

— Dice que desea darle un obsequio a su hermana, encargarle un vestido para ella... también creo que es para saber sus gustos y así conquistarle — daba una pequeña risita nasal la criada.

Luciana también ríe por aquello.

— Si es un corazón enamorado y se ha tomado tantas molestias, creo que deberíamos ayudarlo. Hágale pasar a mi salón privado.

— Si mi señora. — la dama hace una reverencia y se dirige al hall de entrada.

Luciana llega a su salón y busca su cuaderno de dibujos, en donde estaban los vestidos que más le gustaban a Carlota, para así darle propuestas a su enamorado.

Mientras revisaba los bocetos, siente que ingresa su invitado al salón, así que se levanta para saludarlo de manera cordial. De manera violenta su sonrisa desaparece, al ver que la persona que había ingresado, era Alberto, que traía un pequeño ramo de flores.

— Nuevamente, acude aquí realizando engaños a mis criados para poder verme — dice Luciana furiosa.

— Por favor, necesito hablar contigo, puesto que ya no me miras y no me diriges la palabra. Estoy desesperado al pensar que me has olvidado.

— Le pediré que se marche, señor — Luciana camina para tomar de una de las cuerdas que estaban al costado de la ventana y que llamaba al servicio, pero Alberto se lo impide.

— Te lo suplicó, necesito hablarte... por favor — Dice Alberto con los ojos llenos de lágrimas, que comenzaron a mojar sus mejillas y que él trataba de sacarlas apresuradamente, pero que seguían brotando.

Luciana odiaba esto, ver llorar a Alberto le desagradaba y no sabía si sentir lástima por él o vergüenza. Lo único que sabía y lo que le preocupaba, es que regresará Maximiliano y lo vea ahí, puesto que la presencia de Alberto podría molestarle y hacer perder aquella buena relación que compartían. Pero, de todas formas, no podía ser cruel y expulsar a un hombre que estaba llorando de esa manera.

Un Amor Tan EquivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora