Phases de lune 🌙

🌙: Luna gibada menguante.

—¿A dónde vamos?

Jimin había perdido la cuenta de todas las veces que hizo la misma pregunta durante los últimos minutos, y Yoongi tampoco podía decir con exactitud el número exacto en el que el pelinegro le preguntó lo mismo.

Ambos caminaban a través de los grandes árboles cubiertos de nieve, los rayos del sol iluminaban con delicadeza las copas altas, llegando hasta ellos como finos hilos dorados que les brindaban confort.

—Es un lugar secreto que quiero que conozcas —dijo a medias, sabiendo que de lo contrario Jimin seguiría preguntando.

El guardián le miró por algunos segundos. —Si lo compartes ya no será secreto.

—Será nuestro secreto —susurró Yoongi, aumentando el paso cuando miró el farol iluminado que señalaba el camino.

Los siguientes minutos transcurrieron en un cómodo silencio, cada uno de ellos se entretuvo en sus propios pensamientos tratando de encontrar una explicación a todo aquello que estaba sucediendo.

La mente de Jimin era un profundo abismo, ni él mismo podía entender lo contradictorio de su sentir. Por una parte aseguraba estar haciendo lo correcto, se sentía como un miembro más de aquella manada y la seguridad que Yoongi podía transmitirle era sin duda increíble; sin embargo, también estaba aquella parte en la que se mortificaba al pensar que estaba fallando como guardián, y que lo más correcto sería volver al palacio lo más pronto posible.

Y con ambas partes en plena batalla para ganar, Jimin no sabía a cuál escuchar.

—Agacha la cabeza —indicó Yoongi con suavidad.

Obedeció las indicaciones del alfa y se agachó cuando un buen número de ramas cubiertas de nieve aparecieron en el camino. Los ojos grises del guardián miraron con naciente curiosidad el pequeño túnel que estaban atravesando, sintiendo una singular emoción cuando al final pudo observar una luz dorada brillante, indicativo de la presencia del sol de ocaso.

—¿A dónde vamos? —repitió la pregunta realizada minutos atrás.

Yoongi rió. —Aguarda unos segundos, estamos por llegar.

Jimin estaba seguro de querer seguir insistiendo porque nunca fue bueno esperando, y su paciencia se agotaba rápidamente con tanto misterio. Finalmente miró que el alfa salía al exterior, y le ofrecía la mano para que la tomara.

Lo hizo, aún cuando el temblor se instauró por debajo de su piel de forma leve, Jimin se aferró a aquella mano.

—¿Llegamos ya? —inquirió, mirando atentamente aquellos ojos gatunos.

—Llegamos ya —repitió el alfa, mientras daba un ligero apretón a la mano que delicadamente sostenía.

Fue entonces que Jimin miró a su alrededor, frente a sus ojos estaba la eterna belleza de un lago congelado, la luz del sol se reflejaba con claridad en el fino hielo, logrando mostrar la vida de su interior; había una línea de árboles pequeños que estaban cubiertos de nieve, en ellos descansaban animales silvestres, y el canto de los pájaros hacía un eco encantador si se escuchaba con atención.