La luna se ocultaba tras la sombra de unas nubes. Un hombre corría a toda velocidad, mirando de tanto en tanto sobre el hombro, esperando que su captor desapareciera. A unos cuantos metros adelante estaba la encrucijada de la calle, es ahí donde podría desaparecer de aquél maldito detective que lo perseguía.
Candy esperaba justo en la esquina del callejón. Su larga gabardina gris y sombrero ancho ocultaban la mayoría de sus rasgos, pero el característico dorado de sus rizos destacaban en la negrura de aquella noche de otoño.
La luna salía por fin de su escondite.
-¡Hey, deja de correr! Estás atrapado rufián.
Candy escuchó a su compañero gritar desde la distancia, pero sabía que necesitaría un poco de ayuda. Y en el momento en que el sospechoso daba vuelta en el callejón, Candy extendió delicadamente su tacón, logrando que aquel delincuente se tropezara y cayera por completo. Caso resuelto.
-¿Qué harías si no estuviera yo aquí para capturar a los malos, Terry? - dijo Candy, mientras el aludido se doblaba a la mitad y recuperaba el aliento tras la larga persecución. Una vez listo, procedió a levantar del suelo a su presa.
-No lo sé, detective Candy, en general no sé qué haría sin ti en mi vida.
-Detective White para ti, yo soy tu superior, háblame de usted. Y tú, delincuente, ¡por fin vas a dejar en paz a los paseantes nocturnos. Ojalá aprendas a ganarte tu propio dinero!
La luna se volvió a ocultar en el cielo. Solo los rizos dorados de Candy resaltaban en las sombras.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO
-Pero miren quién está por acá, el ladronzuelo de los callejones. Excelente Candy, un trabajo muy bien hecho.
-Gracias jefe, a decir verdad la persecución la hizo Terry, a mí solo me tocó la estocada final.
-Bueno Terry, Candy te ha enseñado bien estos dos meses de trabajo conjunto, esperemos que sigan así por un tiempo más.
Candy soltó un suspiro. Tendría que pasar al menos unos seis meses con Terry para entrenarlo. Aunque el chico era bastante talentoso, creía que era demasiado coqueto para su propio bien. Inclusive, su apariencia era más cercana a la de un actor de teatro que a la de un detective.
-Claro Capitan Brown, Candy es un ejemplo e inspiración a seguir para mí, no sé que haría sin ell...
-Sí, sí Terry, ya entendimos-cortó Candy en seco. A ella le gustaba mantener a sus subordinados a raya.
-Perfecto detectives. Terry, por favor escolta a este ladrón a su celda. Candy, a mi oficina.
Candy caminó entre los escritorios de sus compañeros. Detectives jóvenes y muchos otros veteranos le saludaban a su paso. Todos ellos compartían algo en común que Candy no: eran hombres.
Ella era la primera mujer detective en entrar a la fuerza policiaca de Chicago (y sospechaba que era la primera en todo Estados Unidos). De sobra estaba decir que los tecnicismos de cómo logró su lugar estaban más relacionados con que, para los expedientes, ella era "Detective C. White", y ya que no había casilla que indicara el género, su jefe consideró que no se estaban rompiendo ninguna regla. Claro, era el talento lo que la había llevado hasta ahí, pero a ese mundo dominado por hombres aún le costaba trabajo entenderlo y admitirlo. Aún así, se había ganado el respeto de casi todos sus compañeros.
En los últimos 5 años se había convertido en la Detective C. White, y entre sus casos resueltos se encontraban secuestros, fraudes, robos, pero si de algo se enorgullecía era en haber encarcelado al "Asesino de Jade", un tremendo caso en el que una de las mujeres de mayor abolengo en la región perdió la vida a manos de un codicioso ser. Era el caso que la había catapultado a ser detective principal, por aquellos días cuando trabajaba con...
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Detective Candy Candy: la misteriosa desaparición de William A. Ardlay
FanfictionCandy White es la detective más talentosa de Chicago y la única mujer en la fuerza policial. Tras la desaparición del magnate y patriarca William A. Ardlay, Candy se dirige a la mansión Lakewood a develar el misterio en compañía de su aprendiz, el n...