XXXVII

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Capítulo treinta y siete

Rebecca Wells pov

—¡Darek Harford está en la ciudad! —gritan los trillizos.

Abrí la boca para intentar comprender pero la puerta de mi cabaña se abre.

—¿Darek vino? —pregunta Mónica, entrando libremente—. ¿Ya te arreglaste con él? Genial, sabía que pasaría.

—Okay —me pongo de pie—. Llevaba un bebé en brazos…

—Es niña y parece tener un año —aclara Noa, señalándome.

—¡Puede ser su hija! —exclamo. Todos se miran entre sí—. Miren… yo amo… Digo…

Dorian y Noa gritan, emocionados.

—No, no, no —sacudo mi cabeza y moviendo mis manos en el aire—. Tengo casi tres años sin verlo. Es casi imposible que lo ame. No sé cómo es ahora.

—Estás todavía enamorada de él —señala Daniel.

Sí.

—Puede ser —digo, sin embargo—. Pero no sé si lo amo.

—Él te ama —me recuerda David.

—Oh, sí que lo hace —asiente Noa.

Entrecierro mis ojos hacia ella, sabiendo que sabe algo que yo no. Pero no digo nada.

—Quizá a él ya no le gusta cómo soy —me encojo de hombros—. Muchas cosas han podido cambiar. Es decir, fui a la maldita rehabilitación.

—Tú no sabes lo que ha pasado él —me dice Mónica.

—Pudo haber ido a un retiro espiritual —Dorian se encoge de hombros, distraídamente.

Todos ríen. Yo no. No puedo dejar de pensar en los hechos.

Darek. Está. En. La. Maldita. Ciudad.

—El punto es que no —hablo—. Quería tener endgame con él, claramente. Pero no… es… Yo creo que…

—Deberías ir a buscarlo —sugiere Dorian, interrumpiéndome—. Nunca sabrás que sucederá si no lo ves por ti misma.

Mi corazón se acelera, emocionado.

Miro a Noa. Ella señala la puerta.

—Y conoces Toronto —dice—. La pastelería de la esquina. Lleva una camiseta roja.

Observo a los trillizos y a Mónica.

Ellos tienen expresiones esperanzadas. Sé que me quieren y piensan que si llego a encontrar a Darek me iré y ellos no quieren eso.

—Estaré de vuelta en unos minutos —digo, señalándolos.

Los cuatro asienten.

Abro la puerta y corro lo más rápido que puedo hacia la pastelería.

Una ráfaga de recuerdos cruzan mi mente.

—Corte —pidió América.

Ninguno de los dos se movió, y eso me extrañó. Seguimos mirándonos fijamente el uno al otro. Ni yo podía romper el contacto visual.

—Corte —repitió América.

Sonrío.

—¿Darek? Oh, él estará bien. Los medios son machistas así que, en cualquier caso, quizá el odio te caiga más a ti —ella se dió cuenta de lo que estaba diciendo—. Sí —asintió—, lo que está muy malo. La defenderás, ¿Verdad? —Noa miró a Darek.

Lejos de las cámarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora