20:40
Sigo en mi casa.
Aún me tengo que duchar, pero la persona con la que me tocó compartir parte de mi ADN lleva en el baño media eternidad.
-Abril, llega Marcos en 20 minutos y no sales. ¿Qué mierda estás haciendo en el baño?
-¡Carlota, que ya salgo! ¡Tú siempre tardas milenios en terminar de prepararte!- Vaya mentira.
-Diciendo eso me das la razón de que ahora mismo tengo prioridad, nena. Pero bueno, paso de discutir, con que salgas en 5 minutos me vale.- Dije mientras me alejaba dando pisotones descalzos y soltando bufidos. Algún día descubriré qué mierda hace en el baño tanto tiempo.
Mi hermana y yo somos como el agua y el aceite. Como el oro y la plata. Como el rojo y el azul. No me malinterpretéis, la quiero con todo mi corazón, pero eso no quita el hecho de que seamos diferentes. Ella es llamativa, extremadamente coqueta y muy, muy extrovertida. Yo, en cambio, soy más de ir por lo bajo; intento hablar sólo con la gente que me interesa y, aunque claramente me importe un mínimo como me veo (ejem, labios rojos), no es del mismo modo que a ella. Mi carácter es fuerte, determinado, y por el otro lado, a mi hermana le gusta complacer a la gente, y busca constantemente encajar, lo que lleva a que me preocupe que se obsesione con su aspecto para lograr su cometido.
Tenemos una cercana relación, pero cuando yo estaba saliendo de los años más jodidos de la adolescencia (aka, 13, 14 y 15) ella estaba entrando, por lo que nunca fue algo similar a esos vínculos de ensueño de darse besos y caricias. Más bien, lo nuestro se basaba en no poder ver una película juntas sin matarnos, ya fuera por lo que estábamos viendo, la comida, o porque básicamente nos teníamos que enfrentar a compartir el mismo aire.
Escucho el timbre de mi casa y sé inmediatamente que es Marcos. Abro la puerta y ni me molesto en saludarle, ya que, aunque intente abrir la boca para actuar como alguien normal al ver a un amigo, lo único que hará será gritar del estrés al verme aún sin preparar. Así que, mientras escucho sus despavoridos chillidos, me alejo hasta llegar a mi cuarto de nuevo, notando cómo me sigue apresurado.
-Carlo, ¡no me jodas! Habíamos quedado a las nueve.- Dijo y no pude evitar sonreír, mostrando uno de mis hoyuelos. Carlo es un apodo que me parece muy bonito. Parece un nombre de hombre y, en realidad lo es, pero es un apodo que depende de quién te lo diga suena como la cosa más dulce y especial del mundo.
Lo sé lo sé, raro en mí, que soy anti cursiladas, pero no puedo evitar que me encante.-Aún son las 20:45, tengo 15 minutos, pedazo de exagerado.- Digo correteando por mi pasillo con el vestido en mano, en dirección al baño ya desocupado donde tengo a mi verdadero mejor amigo, el maquillaje.
-Te espero en tu sofá, y como llegues un mísero minuto tarde...- dice mientras se aleja.
Me meto bajo mi tan deseada lluvia caliente con el pelo recogido. Podría lavarmelo, En menos de 5 segundos me deslizo dentro de mi clásico vestido. No es nada demasiado loco, es un vestido negro lencero de un material similar a la seda y levemente entallado. Entona mi figura, pero no la muestra. No es porque me avergüence, pero sin duda prefiero la comodidad. Además, me sube el autoestima y, para qué mentir, me siento como una jodida diosa cuando me lo pongo. Lo que sí, llega por la mitad de mi muslo, por lo que me puse una americana negra de piel dándome algo de seguridad. En los pies me puse unas sandalias simples para llegar al paso más importante: el pintalabios rojo. lo retoqué con un perfilador y volví a llenar mis labios de mi tono favorito. Aproveché para retocar la máscara de pestañas y salí apresurada a por un mini bolso en el que metí mi cartera, mis llaves de casa, mi teléfono y, por supuestísimo, mi labial.
Aparecí en el medio del salón de mi casa y di una vuelta, modelando. Los aplausos y risas de Marcos denotaron que no estaba enfadado, y, que como siempre, estaba alabando los momentos en los que me arreglo en vez de ir en pijama.
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CARLOTA.
Random¿Pintalabios rojo? Su mayor aliado. ¿Método de defensa? El sarcasmo. ¿Salir de su casa? Lo más cerca de socializar que estará nunca. ¿Planes? Sencillamente, sobrevivir al último curso. (La portada está en proceso)