PRÓLOGO

11 1 0
                                    

Sangre recorre el húmedo pasto de esta sobria redada, el sonido de espadas chocar es lo que deleita esta fría noche, cuerpos caen en pilas cada uno siendo atravesado por una espada o una flecha, el agiteo de los caballos se desprenden por el aire.

El inicio de la guerra entre los "Mercenarios y la Familia Real " ha comenzado.

Tiempo ha transcurrido lo suficiente como para acabar con guerreros de gran tamaño en esta sangrienta guerra. El sonido de una trompeta se hacen presentes en los oídos del clan de la familia real, lo que solo significaba una cosa.

"RETIRADA"

Todos los guerreros sobrantes comenzaron su partida hacia la zona de encuentro, tropiezos y caídas cedían y con ellos los truenos del cielo oscuro comenzaban. Pasos descendieron al observar el campamento de la familia real.

"Los Kerchitbicks"

La familia real que gobernaba el reinado de Flarestent por más de 65 años se encontraba en una guerra, una no muy deseable para su gobierno.

Los guerreros heridos eran llevados a la zona especial como le decían para ser atendidos como se debía, y para los que no corrieron con tanta suerte eran enlistados en la lista negra. Mientras que en la zona real se encontraban los Príncipes Kerchitnicks o más bien el menor de ellos teniendo una disputa con el pequeño consejo que se encontraba ahí.

-Si no hubiera sonado la trompeta, todos nuestros hombres hubieran muerto!!- Exclamo el menor de los hermanos, Drábek.

-Pero ahora los malditos Mercenarios nos verán débiles por huir primero- Grito también el Marquesino Amedeo.

La lona donde se encontraban se llenó de griteríos por parte del consejo que se dividía en dos clanes, unos con el príncipe y otros con el marquesino dando una gran disputa se daba donde solo una persona se mantenía sereno, quien era el príncipe Merikh el mayor, el único que se mantenía en juicio en esa mesa circular donde se encontraban todos, pero eso no significaba que no le hartara esta situación así que sin más desenvainó su espada con agilidad luciendo la majestuosidad de su fina aspa dirigiéndola al centro de la mesa, empuñándola y atravesándola y con eso el silencio profundo se hizo presente.

Los que se encontraban de pie se sentaron rápidamente, mientras que los que se mantenían en su asiento dotaron de una postura mucha más seria.

Marikh observaba su alrededor para luego fijar la vista en su hermano, que se encontraba a un con capas de sangre en su traje, al igual que él y algunos que se encontraban ahí.

Con un movimiento rápido saco la espada de la mesa para apuntar hacia su hermano con esta misma -Él tiene razón- Soltó sin más para luego tirar su espada a la mesa y salir de la lona color amarillenta dejando a un lado el bufido de Amadeo y la sonrisa de autosuficiencia que mostraba el rostro de Drábek a los ejemplares del consejo.

 Las ráfagas de viento se hicieron presentes al atravesar la lona, los truenos glamorosos se estallaron en sus oídos, caminando sobre el pasto hacia un lugar impredecible, un lugar donde hubiera silencio, o un lugar donde poder pensar o donde estuviera en paz.

Las gotas de lluvia empezaban a desplegarse del cielo chocando contra su espalda, cada paso era un crujido de las hojas, pero eso no tenía que ser un impedimento para el príncipe, habría sobrevivido a cosas mucho más grandes que una lluvia. 

Las ráfagas de rayos se empezaban a traspasar de las nubes, un poco tenebroso a decir verdad, pero algo estaba mal, el príncipe detuvo su paso al percibir pisadas de alguien más, por inercia toco la parte posterior de su cadera donde se encontraba la funda de su espada... más no la espada, se maldijo internamente al recordar lo sucedido con el consejo y como había tirado su espada en la mesa antes de marchar.

Volteo al suelo en busca de algo que le pudiera dar alguna ventaja para defenderse y poder salvar su vida, aunque no es mucha su fascinación con vivir.

Las pisadas se escuchaban cada vez más cerca, pero el príncipe ya se encontraba con una piedra en su mano derecha, mientras que en la otra se mantenía empuñando sus nudillos, no era mucho, pero si podría ser de ayuda. 

El momento de gran tensión empezó y la lluvia no podía llegar en peor momento, respiraciones agitadas de parte del príncipe empezaban y entre el aire se esparcía el humo que salía de su boca intensionalmente por el frío, las hojas delante de él empezaron a moverse, levantado su brazo listo para lanzar... hasta que...

-Mierda- Dijo el sujeto saliendo de los arbustos, a lo que Merikh reconoció instantáneamente y no podía estar tan aliviado y con ganas de matar a ese individuo en ese instante.

-Cathán!!!, Dios!- Dijo lanzando con irritación la piedra.

-Ya ya ya, apoco nuestro príncipe estaba asustado- Dijo con burla Cathán "El principal guerrero" uno de sus más fieles servidores y podría decirse que amigos desde pañales.

-Tenme más respeto, ya no somos unos niños ingenuos.

-Pido perdón su alteza real, se me había olvidado lo tanto que has cambiado- bufo -Como sea solo vine por el heredero al trono para que no se perdiera por andar vagando en los bosques como una escoria.

-Terminaste...- al no obtener respuesta alguna comenzó a caminar a la dirección donde había llegado seguido por Cathán, pero en algún momento se encontraban en el suelo por un fuerte estruendo que hizo mover la tierra, su mirada viajo al cielo en donde encontraron una ráfaga de luz, una espléndida luz que causaba algo tenebroso al ver que viajaba a su dirección, empezaron a levantarse rápidamente del suelo para empezar a correr tratando de escapar, pero muy tarde.

El príncipe y el guerrero se encontraban siendo levantados y expulsados por ese misterioso fenómeno, dejándolos malheridos por la caída tan repentina en los árboles.

Cathán trataba de ponerse de pie, pero el dolor irresistible de su pierna no le permitía su objetivo, mientras que para Merikh se encontraba aún en el suelo aturdido y con varios espasmos de dolor por su cuerpo, nada que no le impidiera levantarse, agarrándose de un árbol tratando de equilibrarse se puso de pie y fue directamente donde se encontraba el guerrero quien se quejaba de dolor, pasando el brazo de Cathán por sus hombros lo levanto mientras este mantenía su pierna encogida. 

Pasos pequeños y con alta dificultad daban, hasta que algo detuvo a Merikh... otro quejido, devolvió su mirada hacia atrás viendo la silueta de otra persona tirada muy cerca de donde la luz cayó.

Merikh no sabía lo que presenciaba en ese momento o lo que sentía, curiosidad, talvez, pero con solo verlo sentía que debía acercarse, sentía esa necesidad de saber quien era, talvez esto era la luz, ¿pero cómo?, no... eso es imposible, pero necesitaba acercarse, estaba decidido aun sabiendo lo peligroso que podía ser.

Cathán vio sus intenciones cuando ya estaba nuevamente en el suelo, dejando a este caminar con más libertad hacia esa incógnita tendida en el suelo, sabía que era peligroso, pero no lo podía impedir estando en esta condición.

-Merikh!, regresa de una buena vez- Grito de impotencia al no poder hacer nada. –Merikh puta mierda regresa– mientras que el otro no se inmutaba a tales gritos.

Merikh se encontraba totalmente hinoptizado dónde llegar a la silueta desconocida era una nueva misión para él, verlo atreves de sus ojos que desmoronaba confusión y ese cabello tan blanco que ni siquiera podría creer que fuera real, mientras que para el otro la palabra perdido le pertenecía, no sabía dónde estaba, ni quien era él, o esos ojos negros con los que caracterizaba con un gato, no sabía nada ni quería saber nada solo se concentró en la profunda oscuridad que emergía su cabeza quedando totalmente fundido en la nada.

Gritos de salvación de los sirvientes del futuro rey llegaron al rescate, pero el príncipe no obtuvo ninguna pizca de satisfacción a su encuentro solo necesitaba saber quién era la persona que le llamaba tanto la atención.

Si tan solo supiera que después de ese rayo su vida cambiaría sin darse cuenta hasta que el tiempo de ambos se agotó dejando dolor y destrucción al final del pasaje.

Habrá felicidad en una guerra...

ÍTNAHS <Yoomin>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora