¡Toma una flor! | SaneGiyuu

¡Toma una flor!

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- ¿¡En serio no puedo llevar a Genya!? - Preguntó un niño albino mientras cargaba a su hermanito quién se chupaba o más bien babeaba su dedito gordo.

- No Sanemi, no puedes. Es un bebé - Le dijo su madre obviando el hecho de que el pelinegro acababa de nacer hace un año. Sanemi quería en demasía a su nuevo hermanito que estaba hasta dispuesto a no ir al campamento.

- Pe-pero, ¿¡Quién lo cuidará!? - Vió a su madre y esta río. Sanemi era muy adorable en ocasiones.

- Pues yo, ¿Quien más? - Dijo la mujer. El niño de nueve años suspiró en derrota. En serio quería ir al campamento pero tampoco quería dejar a Genya. Pero al ver la sonrisa que le mostró junto a los dientitos que le estaban saliendo, se tranquilizó.

- Está bien - Dijo para luego darle el bebé a su mamá. Sus hermanitos también lo extrañarían.

- ¿Volverás pronto Nemi? - Preguntó una de ellas. El le acarició la cabeza cariñosamente.

- Claro que sí. Y les traeré regalos - Dijo y los niños gritaron de felicidad. Su madre estaba muy orgullosa de Sanemi. No podía creer que superará tan pronto el divorcio.

- Prométeme que te cuidarás y obedecerás a la maestra - Ordenó y Sanemi asintió - Está bien.

Todos voltearon al percatarse que el bus ya había llegado. El único Shinazugawa albino los abrazó en forma de despedida para luego salir corriendo hacía el transporte. Sus hermanos junto a su madre lo terminaron de despedir con la mano. Al llegar, buscó a su mejor amigo Obanai quién no aparecía por ningún lado. Lo encontró cuando el pelinegro entró al bus.

- ¡Oye! Sentemonos juntos - Ordenó el Shinazugawa pero el Iguro lo vió nervioso - ¿Ah?, ¿Que pasa?

- Sanemi... E-Es que, ya sabes... - Trató de decir jugando con sus manos.

- Ahhh, ya entiendo. Te quieres sentar con Kanroji - Dijo y un pequeño sonrojo apareció en su amigo.

- E-Es que- - Sanemi lo interrumpió.

- No te preocupes. Siéntate con ella. Me estresa que los dos actúen como idiotas cuando hablan del contrario.

- ¿Gracias? - Agradeció. Sanemi no era amable con nadie.

Al estar todos lo niños en el bus, por fin comenzó a andar para llegar a lo que sería el campamento de verano.

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Todos bajaron del camión y Sanemi tuvo que cerrar un poco los ojos por el fuerte y cálido sol que albergaba todo el bosque. Al acostumbrarse un poco, pudo notar lo precioso que se veía la naturaleza. Había pájaros volando libremente por la zona y ardillas corriendo por lo árboles.

- Bien niños - Llamó la maestra - Empezaremos por armar las carpas.

Sanemi estaba emocionado. Tomó la casita que le dieron y empezó a armarla. Era algo difícil por su tamaño, pero al final pudo hacerlo. Oyó un ruido proveniente del arbusto a un lado de él por lo que interesado, fue hacía el arbusto. Lo que no se esperó era que de este, saliera un pequeño niño de grandes y preciosos ojos color azul profundo. Espera, ¿Por qué se había fijado en sus ojos?

- ¿Ah? ¿¡Y tú qué haces ahí!? - Preguntó pero el niño no respondió - ¡Oye!, ¡Te estoy hablando!

- ¡Tomioka-san! - Llamó una niña con un broche en forma de mariposa alrededor de su coleta. La mujer vino hacia ellos - ¿Se puede saber por qué estabas en ese arbusto?