la venganza

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No pasó mucho tiempo antes de que Xiao Xingchen se diera cuenta de que el ojo que portaba no era el suyo. Al día siguiente, frente al gran espejo de su habitación, se encontró con una visión que lo dejó sin aliento. El rubí de su ojo derecho brillaba con un vigor que no le pertenecía, un color carmesí que resaltaba en su rostro, como una marca que no era suya.

El brillo de ese ojo le recordó a su omega, a Xue Yang, cuya esencia parecía estar en él. ¿Desde cuándo el purpura grisáceo se transformaba en carmín tan fácilmente? Un sentimiento de confusión y desesperación lo invadió. Fue en ese momento que todo hizo sentido.

Desesperado, corrió al salón principal, olvidando todo lo que había aprendido sobre ser un buen hijo dentro del palacio. Su corazón latía fuerte, su cuerpo tenso, mientras avanzaba hacia su padre, Xiao Song Gao, que aún llevaba las túnicas interiores y los vendajes en su cabeza. Con un movimiento furioso, lo agarró por el cuello.

-¡XIAO SONG GAO! -gritó con voz rasposa, llena de rabia-. ¡¿DÓNDE ESTÁ MI OMEGA Y POR QUÉ PORTO SU OJO?!

La situación pronto se salió de control. Los médicos corrieron hacia el salón principal, tratando de intervenir, pero la furia de Xiao Xingchen había superado todos los límites. Con cada palabra, con cada gesto, su ira se hacía más intensa, transformándose en una fuerza incontenible. La rabia, acumulada por días, por semanas, por años, explotó con una fuerza abrumadora. Ya no era solo un hijo enfadado; era una tormenta furiosa, una ira interminable que invadió cada rincón de su ser.

Su mente, nublada por la furia, no podía pensar con claridad. El dolor, la frustración y la desesperación lo arrastraron. No le importaba nada más que encontrar respuestas, que descubrir la verdad. Y al mismo tiempo, el conocimiento de que había sido engañado, de que su vida había sido manipula, lo consumió completamente.

En ese estado de furia imparable, Xiao Xingchen atacó a su padre, arremetiendo contra él con toda su fuerza. El emperador Xiao, un hombre imponente, cayó ante la violencia de su hijo, y en un solo instante, la vida del patriarca se extinguió. Xiao Xingchen, completamente absorbido por su rabia, no se dio cuenta de lo que había hecho hasta que ya no hubo vuelta atrás.

Después de la tragedia, Xiao Xingchen abandonó el palacio, decidido a buscar a su omega. El poder de la casa quedó en manos de Song Lan y la servidumbre, mientras él partió en busca de Xue Yang. No había marcha atrás. Su destino estaba sellado, y solo la paz con su omega podría poner fin a la tormenta que ahora gobernaba su alma.

Pequeño Amor  - XIAOXUE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora