Chica del suéter rojo -Marigami

Chica del suéter rojo

—Te... —dijo la peliazul en un susurro con la mirada en el celular y los pulgares pasando con rapidez sobre el teclado—; amo... —terminó con la voz igual en un susurro, se dejó caer de espaldas sobre el colchón mirando las dos palabras escritas, cuáles serían enviadas para Adrien Agreste, un joven compañero suyo en la preparatoria.

"Te amo"

Cerró los ojos y colocó el celular sobre su pecho, jamás pudo enviar ese mensaje a Adrien.

¿Por qué?...

Parecía más a una mentira para sí misma, una mentira para ser igual que la mayoría de las chicas.

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Pov' Marinette:

Era una tarde, justo los primeros días de Octubre. Había ido de paseo con mis padres, estábamos en el exterior, la Ben no estaba muy lejos y mis padres terminaban de sacar las cosas necesarias para hacer la carnita asada. Las canciones de los noventas sonaban desde la seminueva radio que dejó mi papá sobre el césped. A nuestro alrededor sólo campos de trigo y enormes árboles, me había quedado observando hacía donde se supone es la puesta del sol, no faltaba demasiado para que ese momento llegará, miré al frente al campo de trigo y de inmediato quedé intrigada, después de que el ligero viento moviera el trigo semejante a las olas del mar, no pude pasar desapercibido ese suéter rojizo y llamativo para mí, bajo ese trigo con un color dorado y un lindo cielo azul con unas nubes rosas y naranjas acercándose. Mi atención se fue a la portadora de ese suéter rojo.

Creí que estábamos solos, creí que lo había soñado, creí que lo estaba imaginando y me desconcertó mis emociones, esos, extraños sentimientos desconocidos naciendo de mí, sabiendo que me había quedado con una cara de tonta al verle la bonita sonrisa de esa joven que parecía bailar dentro de ese campo.

Cuando creí que sólo era un sueño y delirio creado en mi cabeza. La burbuja se rompió al escuchar la voz de mi mamá y la voz extraña de una mujer, miré rápido detrás de mí y encontré a mis padres hablando con una mujer delgada y alta, usando un traje opaco y gafas negras.

—¡Kagami, ven aquí! —gritó esa mujer mirando hacia donde yo estaba observando.

Me quedé algo sorprendida y no pude ignorar el perfume de ella, olía muy bonito, a vainilla.

La vi acercarse junto a su madre y hablar algo con mis padres, yo estaba aún en shock, sabía que algo estaba ocurriendo conmigo, no era bueno, era algo parecido con lo que una vez sentí por un joven pelirrojo, era...

¿amor, atracción?....

No...

Creo ella sintió mi mirada sobre ella porque volteó a verme, no pude mantener contacto visual por un buen rato y desvié la mirada, aunque no fue algo que me evitará salir de esas emociones, porque mamá me llamó y me presentó. Eran sólo ellas visitando ese lugar por ser una aparente zona natural de relajación y bueno para descansar del ruido de la ciudad, pero no teniendo mucho tiempo ahí, ya que venían desde Francia, decidieron quedarse a comer con nosotros.

Kagami era una chica al parecer enérgica y yo estaba actuando algo tímida, no lo era, podía ser introvertida pero no tímida, no a ése grado; evitar verla a los ojos y ponerme nerviosa sólo por su presencia, pero adoraba verla sonriendo cuando su mirada no estaba en mí, aprecié ver sus pecas decorando el tono beige de la piel tersa de su rostro.

Me dijo su edad, ambas teníamos diecisiete años.

Nunca había experimentado ese sentir; una sensación agradable y cálida con una persona y sólo por verle sonreír y estar a su lado, era algo diferente, no era igual que estar rodeado de amigos, además que me estaba dando cuenta de algo; ver su boca, esos labios finos y delgados sin lápiz labial, me estaba interesando, quería dejar de ver su boca, pero no podía, era una extraña sensación casi prohibida para mí, el querer acercar mi boca y saber qué podía sentirse besar unos labios que a la vista parecían bonitos e hidratados.