El lugar era tan mágico como siempre y como cada primavera donde el viento era tan sutil y a la vez tan agradable que mantenía una temperatura ideal. Caminaba lentamente a un costado del barandal del río Meguro que una vez más inundaba por las pequeñas y rosadas flores de cerezo que tapizaban por completo el agua cristalina. Daisuke admiraba el cielo estrellado y por alguna razón su corazón latía desenfrenado contra su pecho. No solo era el tiempo perfecto en que la naturaleza florece más radiante que en ninguna otra estación, también era esa época del año en la que recordaba a su primer amor.
Recargó los codos en el frío metal del pasamano a la par que alzaba la vista para ver a los demás transeúntes, algunos extranjeros por ser uno de los puntos turísticos más populares para visitar y no era para menos; la belleza de los árboles de cerezo era única. Suspiró y en un instante clavó los ojos en una familiar figura masculina del otro lado del río. Todo a su alrededor se volvió silencioso y el único sonido ensordecedor era el de su corazón agitado. Recordó la última vez que vio a Julien, su gran amor de hace cinco años y cómo su ruptura inevitable lo dejó muerto por dentro, o así lo sentía.
Los pétalos del cerezo caían frente a sus ojos y nublaban su vista hasta desaparecer la poca cordura que le quedaba. Todo el progreso y estabilidad emocional de años se convirtieron en angustia y nostalgia que cubrió su cuerpo como una manta. Daisuke corrió. Daisuke corrió tan rápido como sus pies le permitieron con la esperanza de alcanzar a la única persona que nuevamente le hacía sentir vivo. Chocaba con las personas, pero no le importó, algunas lo insultaron y otras lo juzgaron de loco, quizás sí lo era o quizás solo estaba enfermo de amor.
Estar a escasos metros de distancia de Julien le estremeció el corazón y sus palmas inquietas sudaron al igual que su frente. Acortó la distancia hasta quedar a pocos centímetros de él y cerró los ojos con fuerza para tomar más valor antes de actuar; quería verse lo más natural posible sin despertar sospechas. No quería que supiera que durante cinco años solo había fantaseado con volver a encontrarlo así que contó hasta diez.
Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos... uno.
Y abrió los ojos solo para darse cuenta que Julien había desaparecido. Desorientado buscó a su alrededor, pero no lo encontró por ningún lado. Probablemente era otra ilusión, otra vez su mente jugaba con él al hacerle creer que los finales felices existían para él.
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♡ ; A M O R
RomanceCinco relatos ambientados en cada una de las estaciones del año, con mención honorífica a mi festividad favorita. El amor ocurre de diversas formas o al menos eso fue lo que traté de expresar con esta idea que surgió de un taller de redacción en la...