Capítulo 8: Epíloco

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Amakusa Shirou vio el infierno.

Luego de ingresar al Gran Grial, fue recibido con la imagen de ese infierno en el que se encontraba al final de su vida. El castillo de Hara reducido a cenizas y escombros, y sus compañeros rebeldes masacrados por el ejército del shogunato.

"Escuché el lamento de la gente..."

Y en medio de ese infierno, se encontró a sí mismo. Su yo del pasado que aún conservaba su cabello negro y piel clara, ensangrentado y arrodillado en medio del infierno.

"Y así, respondí sus oraciones".

"Pero, lo que busqué fue un error. Tal vez, luchar para ayudar a esas voces que pedían ayuda no fue la elección correcta. Pero yo en ese momento elegí luchar junto a todos los demás".

"Y así fue como terminó. No pude salvar nada". La respuesta de su otro yo llegó fuerte y llena de arrepentimiento.

Sin embargo, la expresión tranquila de Shirou no vaciló. "Fue doloroso y frustrante".

"¡Odio a mis enemigos! Sin embargo, siguen siendo humanos. Es por eso que puedo perdonarlos. ¡Pero no puedo perdonarme a mí mismo!"

"Cierto... No puedo ser perdonado ya que no pude salvar a una sola persona. Por eso lo deseé. Un milagro para que la humanidad deseche su egoísmo. La salvación de la humanidad. Ya sean aliados o enemigos... Juré salvar a todos los humanos".

Amakusa Shirou sabía de qué se trataba. El Grial lo estaba probando para ver si era digno de usarlo, por lo que mostró su determinación.

En ese momento, vio otra figura caminando por el infierno. Un hombre de piel bronceada, cabello blanco y ojos gris acero, vestido con una armadura ligera negra y plateada, y una capa roja.

Shirou reconoció rápidamente al hombre que había declarado como su enemigo, King of Fakers. Caminaba sin rumbo entre los escombros, con una mirada plana y sin emociones.

La vista hizo surgir la ira en el corazón del ex santo.

Ese hombre perseguía ideales similares a los suyos e incluso, a diferencia de Shirou, había logrado salvar a todos. Pero en lugar de cooperar con él para otorgar el milagro de la salvación de la humanidad, lo rechazó. Rechazó el sueño que había planeado alcanzar durante sesenta años, diciendo que se había dado por vencido y se lo había confiado al Santo Grial.

Pero, Shirou sabía que eso era lo que quería el Grial. Su determinación de salvar incluso a ese hombre vaciló.

Hizo a un lado esas emociones turbulentas y cerró los ojos para lograr un estado de paz mental. Si quería que la humanidad renunciara a esos sentimientos innecesarios, él mismo tendría que ser el primero.

Cuando volvió a abrir los ojos, la imagen de ese infierno había desaparecido, y ahora estaba en un hermoso prado lleno de flores, cubierto por un cielo azul claro.

Y frente a él, había una hermosa mujer de piel pálida, ojos rojos y cabello blanco como la nieve. Llevaba un vestido ceremonial blanco y rojo con una corona a juego, y lo miraba con una mirada fría y sin emociones.

La reconoció rápidamente. Ella era Justeaze Lizrich von Einzbern, la cabeza de la familia Einzbern cuando crearon el Grial junto con Tohsaka y Makiri, y la mujer en la que se basaron los homúnculos que esa familia creó. Al igual que su antiguo maestro.

"Ese tipo de agonía ya no es necesaria. Lo que quiero es la materialización de las almas de todos los humanos. No aceptaré un no por respuesta".

La mujer simplemente asintió. Ahora, la humanidad se salvaría .

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