Aldebarán

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ADVERTENCIA: Lemon, narraciones posiblemente explícitas

PEDIDO

Si eres menor de edad, recomiendo omitir la lectura.

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Estaba sorprendido, simplemente no podía sacarla de su cabeza y mucho menos podía comprender cómo alguien como ella podía tener el descaro de lavar su cuerpo en las frías aguas de aquel manantial sin pena alguna.

Sin temor a ser vista por algún forastero o sencillamente era lo suficientemente estupida para no desconfiar de nadie.

Porque si había algo que resaltar era el hecho de que los movimientos que sus manos realizaban al deslizarse por su cuerpo no parecían corresponder del todo a una ducha normal.

Unas manos tan pequeñas y juguetonas que parecían tener memoria por si mismas al recordar los lugares exactos para causar unos pequeños y discretos desliz en los ruidos que ella hacía al abrir en un ojal de flor sus perfectos labios.

Una espalda encorvada al instante que la chica parecía estirarse un poco, tirando de su cabeza hacia atrás y en ocasiones ladeando esta misma a un costado; una espalda que reflejaba el momento en que ella le daba una probada a la sensación de gloria.

No podía omitir ese rostro fruncido, esos pequeños dientes mordiendo ligeramente los labios mientras la consciencia propia de la chica parecía desfumarse en el aire y la piel de su cuello enrojeciendose conforme su cuerpo se tensaba.

Ese era un momento que lo capturaba por completo, bien era cierto que disfrutaba de cada detalle que sus ojos podían observar a través de la maleza de los árboles y que después de disfrutarlo como nunca, se sentía culpable hasta los huesos de espiarla de esa manera tan desagradable.

Pero también se prometía a sí mismo que su gran cuerpo y la "discreta" armadura lo habían hecho delatarse desde hace mucho tiempo atrás, así que su pequeño pecado seguramente estaba más que enterado de su admirador.

Ángel o demonio. No tenía ni la más mínima idea de que era lo que se escondía detrás de ese cuerpo tan frágil y ese rostro de porcelana que tanto lo enloquecía.

Pero estaba seguro de que ella se había vuelto su adiccion, su locura y que por rutina él estaría allí para admirarla como la obra de arte que era.

— Llegas tarde — Musitó por lo bajo al mirar a la joven llegar al recinto.

La mujer desconocida deslizó el blanco vestido por sus hombros, revelando al instante aquel par que lo dejaban atónito ante su escultura, una cintura que estaba seguro de destruir con un solo toque de sus manos y por último unas piernas de ensueño.

Ella descendió con tranquilidad al agua notoriamente helada que orilló a su cuerpo entero a estremecerse y a endurecer pequeños detalles que por discretos que fuesen su color los delataba.

Aguantó la respiración en búsqueda de reprimir un suspiro y delatarse, quería seguir experimentado su propia lujuria antes de prometerse a sí mismo dejarla ahí mismo por lo terrible que era.

Fue entonces que la chica comenzó con aquella danza ascendente y descendiente en el agua, tal como un compás.

Arriba, abajo. Era como una gacela en el agua, tan ligera y frágil; con una mano posada en el pecho más enrojecido por la presión y otra mano escondida por debajo del agua seguramente atacando zonas prohibidas.

Se sentía ahogado en sus pensamientos y demasiado incómodo en su armadura, pero a pesar de ello seguía allí reprimiendo sus ganas de salir de su escondite y destrozar a esa mujer entre sus brazos.

Pequeños sonidos salieron de la boca de la mujer, sonidos embriagantes para el alma que terminaron siendo la melodía más bella.

Justo cuando esperaba el momento clave en donde estaba seguro que ella terminaría, una tenue y agotada voz le sostuvo el corazón.

— ¿Cuantos días más estarás escondido? ¿Piensas quedarte como espectador para siempre?

Toda aquella fiebre desapareció y por inercia avanzó hacia adelante para revelarse.

— ¿Desde cuando sabes que estoy aquí?

Las dagas feroces de los ojos de la chica lo juzgaron con burla y sus hombros se encogieron con indiferencia.

— Desde el primer día, tú armadura brilla demasiado con el sol. Fue fácil notarte.

Una paz mental llegó a él tras escuchar aquello, todo este tiempo la chica lo había enloquecido adrede y sin cuidado alguno pues era un maldito demonio.

— Como sea, fortachón. — La mujer salió ligeramente del agua para exponer su pecho y lo miró con suavidad. — Por si no lo habías notado, hoy no termine.

— ¿Debería hacer algo al respecto? — Estaba sorprendido de que la sensación del corazón en su garganta no ahogaran sus palabras.

— Eso depende de ti

Una sonrisa bastó para que él retirara todo rastro de la armadura sin pensar en un momento el castigo que le darían los dioses.

Bajó al agua sintiendo el frío tocar su piel y enrolló sus manos en esa cintura de locura.

Creía que se trataba de un sueño, había fantaseado centenares de noches con ello y ahora que estaba ahí sabía bien que no pararía hasta estar satisfecho.

Se sorprendió al notar lo grande eran sus manos al tocar esas masas suaves que cabían por completo en sus palmas a pesar de su sensual tamaño y a mismo tiempo explotó de placer; estaba cegado y demasiado excitado como para salir en ese instante del manantial así que lo único que restó fue atacar.

— Concluyamos lo que no pudiste hacer tú sola. — Musitó con ronca voz sobre su oído, recibiendo una acaricia secreta por parte de la rodilla de ella.

— Sorpréndeme... — Ella pego sin cuidado alguno su cuerpo al del él y sonrió. — y haz que todos esos días de espectador valgan la pena.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2022 ⏰

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