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—Hola.

—Hey.

Lisa se relamió los labios al mismo tiempo en que se limpiaba las palmas de las manos en la tela de sus pantalones, el sudor iba y venía a consecuencia de sus nervios.

En cambio, a Rosé se le veía bastante relajada, muy.

O bueno, eso pensó Lisa cuando le miró tomar asiento en la mesa reservada con toda autoridad y sin mirarle a la cara.

Imitó su acción, a lo que creyó, no era un buen comienzo.

—¿Cómo... Cómo estás? —Rosé no respondió, o al menos no durante los primeros dos minutos cuando hojeaba el menú con desinterés.

—Estoy bien.

—Yo... Uhmm, me alegra —Rosé asintió en respuesta.

Pasó un buen tiempo más, tiempo en que Lisa veía el suelo o checaba la hora en su teléfono celular con impaciencia al mismo tiempo en que la rubia de cabellos cortos fingía estar buscando algo para pedir.

La tailandesa carraspeó. Se estaba hartando del silencio, necesitaba ir a punto de una vez.

—¿Qué tal todo con las chicas?

—Está todo bien con ellas, supongo —Lisa ya no sabía qué hacer.

Dejando de lado su indiferencia, no lograba concentrarse del todo en la conversación porque tenía a una Rosé demasiado linda frente a sus ojos. Había cambiado y se notaba.

Había adoptado un buen busto, entendía que quizá era porque se encontraba amamantado. Sus tonificadas piernas seguían igual de lindas, tal y como Lisa las amaba en sus días de adolescencia. No hablaría de su cuerpo en si, solo tenía en cuenta que seguía volviéndole loca.

—Bien Roseanne, te cité aquí por algo —comenzó.

—En realidad yo fui quien te citó.

Lisa tomó aire en busca de paciencia.

—Si bueno, es lo mismo —siguió, considerando el comentario de Rosé— Creo que ya deberías saber por qué quería verte en realidad.

—No, la verdad. —cuando por fin despegó su atención del menú en sus manos y la elevó para verle, Lisa pudo sentir sus piernas flaquear. Le estaba provocando una completa montaña rusa en el estómago— ¿Cuál es la razón?

Lo dudó un poco, pero sabía que tarde o temprano debía decírselo.

—Quiero-

—¿Quieres?

—Conocer a Dong.

Rosé sonrió irónica, era justo lo que le había advertido por mensaje.

Iba a responder pero siempre tenía que ocurrir algo antes de que la siguiente parte de lo tenso de la historia pasara.

—Buen día, mi nombre es Sangyeon y estaré aquí para servirles. ¿Desean ordenar algo? —Lisa se golpeó mentalmente ante la aparición del joven mesero— Podría hacerles alguna recomendación, si desean.

—Estamos perfectamente bien, gracias.

—De hecho, me gustaría ordenar algo —Lisa frunció el ceño. Rosé ni le miró cuando ésta pidió que lo hiciera indirectamente. Sostuvo el menú en manos y señaló un número en la carta antes de sonreírle amable al chico— La número nueve, por favor.

El joven asintió anotando en la libreta y al final frenó un poco para ver ahora a Lisa.

—Estoy bien, gracias.

CAOS EN LOS TREINTA | BP [AU] G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora