..."Todos llevamos nuestra posible perdición pegada a los talones"... Rosa Montero.
Un estremecimiento recorrió toda su médula espinal.
Elia se frotó el cuello por debajo de la pesada melena castaña que bajaba como cascada por su espalda. Lanzó una mirada a través de la puerta corrediza y todo estaba en calma en su jardín.
Tiró de la puerta de la nevera en busca de alguna golosina, pero solo encontró un recipiente con palitos de apio. Un contenedor con trozos de piña. Y otro más con bastones de jícama. Rodó los ojos.
—Valentina, la comida sana me parece perfecto, pero cuando trabajo hasta tarde necesito carbohidratos. Por favor, añade galletas o pastelillos a la compra, unos pocos no hacen daño —dictó a la grabadora que llevaba en la mano y luego la dejó caer dentro del bolsillo de su bata.
Su castaña mirada revoleó de nuevo sobre sus únicas opciones y se decidió por el apio.
Pudo haber sido arquitecta, pensó Elia mientras atacaba de un mordisco la jugosa y crujiente verdura, pero si bien nunca tuvo problema con el cálculo los trabajos manuales no pegaban mucho con ella. Podría haber sido modelo, pero siempre supo que eso significaría decirle no a ciertas comidas y además era corta de estatura. Desde que había aprendido a leer gastaba los días con la nariz metida en un libro. Y era buena discutiendo. Mucho. Por eso cuando llegó el momento de decidirse por una carrera ingresó la Facultad de Leyes.
Le encantaba su trabajo, especialmente cuando un caso la llevaba a estar cerca de hombres arrogantes con más testosterona que sentido común. Disfrutaba de ponerlos en su sitio y darles una paliza. Mordisqueando el último palito de apio dejó el recipiente vacío en la tarja y volvió sobre sus pasos hacia el salón.
«Un abogado es un eterno estudiante» suspiró largamente y se acomodó en el confortable sofá de cuero bajo la luz de una lámpara para continuar leyendo el informe Stevens.
Desde el soundlink se reproducía Nitesky By John LaMonica mientras ella peinaba con sus dedos los largos mechones oscuros de su cabello y un placentero hormigueo subía desde sus pies descalzos hasta su columna. Esa canción era una de sus imprescindibles y le recordaba a Yago. A esa malvada sonrisa suya que la hacia arder como el infierno y que le impulsaba a querer comerle la boca hasta que su sed por él estuviera saciada.
Sacudió la cabeza para apartar a ese delicioso hombre de sus pensamientos. «¡Focus!» se recordó a sí misma y sus ojos se estrecharon sobre las líneas que estudiaba. «¡Ya eres mío!» juró en su mente mientras sus labios se curvaban en una sonrisa de suficiencia.
Puso los papeles en orden y desconectó el soundlink. Comprobó que el sistema de alarma estuviera funcionando y apagó la lámpara. Al posar la mano en la barandilla de la escalera, de pronto le pesó tanta quietud. Quizá había llegado el momento de adoptar un gato. O mejor aún, un perro de esos falderillos, pero que no fuera tan diminuto ni histérico. Así tendría compañía en casa y al ocuparse de las necesidades de un cachorro no le sobraría tiempo para considerar que alguien gastaba sus horas vigilándola.
Era bobo siquiera pensarlo.
Ella vivía en una zona excelente de la ciudad y su vida se desarrollaba de forma serena. A su puerta nunca acudían vendedores ambulantes. Los vecinos no la visitaban, pero la saludaban al verla pasar, y algunos domingos, cuando dedicaba tiempo a cuidar del jardín delantero, se detenían a charlar con ella. Jamás había cometido la osadía de llevar a su casa alguno de sus ligues, para eso eran los hoteles. Proporcionaban privacidad, no la exponían a un robo y facilitaban la despedida. «Nunca había segunda cita, pero les quedaba claro las diferencias entre interés legítimo y simple diversión» pensó dibujando una sonrisa burlona en sus labios. En fin, que teniendo en cuenta esos hechos no debería de sentirse inquieta.

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Rendidos al Placer
RomanceYago Mendiola tiene bien aprendida una lección: La falta de control te hace perderlo todo. Por ello este atractivo abogado se obliga a mantener un férreo dominio de sí mismo, sus emociones, y... deseos. Elia Guevara es una brillante e irresistib...