Tres de la madrugada.

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Estiró su brazo con pesadez, a pesar de estar dormido, aún estaba alerta sobre cualquier movimiento a su alrededor, especialmente después de enterarse de la noticia más maravillosa que hubiera recibido en esta vida, despertó su instinto protector innato.

Paseó su palma extendida a lo largo del colchón, de ida y vuelta, confirmando el estado vacío de la otra mitad. Abrió lentamente los ojos parpadeando repetidas veces antes de enfocar apropiadamente. Frunció el ceño escaneando todos los rincones de la habitación con cuidado, al no ver a nadie, se levantó de la cama usando la linterna de su celular para iluminar su camino hasta el apagador de la pared contigua; encendió las luces dando una segunda revisada, caminó hasta el baño de la alcoba encontrándolo vacío.

Extraño. Empezaba a preocuparse.

Encaminó sus pies descalzos hasta la puerta dirigiéndose a la planta baja de la casa, donde todo permanecía a oscuras. Siguió su andanza hasta el primer piso donde pudo escuchar finalmente movimiento proveniente de la cocina, con su luz a cuestas encendió las lámparas de la sala para dirigirse al lugar de los ruidos, encontrándose una imagen entre tierna e hilarante.

—¿Qué haces Kag?— preguntó mientras abría la cámara de su dispositivo, pulsó la pantalla para aclarar la imagen continuando —Son las tres de la mañana.

La aludida estaba en la cocina con las luces apagadas, buscando en el refrigerador algo para apaciguar su hambre. Al percatarse de su esposo, simplemente respondió —Moroha tiene hambre— Luego regresó a su tarea de alcanzar la leche ¿Quién la había puesto tan arriba?

Inuyasha soltó una risa reprimida, tomando cuantiosas fotografías del momento. Desde que supo que iba a ser padre, le gustaba tomar evidencias de las situaciones más absurdas para después mostrarle a su retoño cómo solía verse su madre mientras esperaba su llegada a este mundo.

Luego de capturar suficientes imágenes se acercó a ella bajando su preciado cartón de leche —¿Quieres que le ponga canela?— cuestionó dirigiéndose a la alacena de donde extrajo una taza, ella asintió en respuesta. Vertió el líquido en el recipiente mezclandolo con canela en polvo y azúcar; lo dejó en el microondas para entibiarlo —¿Quieres un sándwich?— preguntó nuevamente

Kagome se vio apenada repentinamente —¿No te molesta?

En respuesta, él rio por lo bajo besando su frente —Por supuesto que no— entonces procedió a poner los ingredientes en fila delante suyo. Con rapidez realizó el emparedado ofreciéndole un plato, también sacó la leche tibia dejándola comer a gusto. Sentados en los taburetes del mesón, Inuyasha vio con gran deleite como su esposa disfrutaba su aperitivo de madrugada. Aunque era ella quien comía pérdida en su mundo, él tenía una expresión satisfecha en su rostro.

Acunó su mandíbula en la palma de su mano sin apartar la vista de ella ni borrar su sonrisa.

Algunos minutos más tarde, Kagome terminó de comer con una gran sonrisa —Gracias— apreció acercándose para besar la mejilla del muchacho —¿Volvemos a dormir?— él asintió dejando los trastes en el fregadero, ya habría tiempo para lavarlos mañana.

En el dormitorio, se acomodaron uno contra otro, la respiración acompasada de ella le indicó su estado durmiente. Con cuidado abrazó su cintura imaginándose cuando perdería esa curva estrecha. No podía esperar para fotografiar y acariciar su barriguita redonda.

Ha sido un gusto lector.
9/Julio/2022
3 A. M.

3 A.M. (Drabble)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora