Capítulo 9: Toda mentira tiene patas cortas

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Las luces se apagaron de la nada.

Una melodía del medio oriente empezó a sonar por toda la estancia y desde lo alto del descanso de las dos escaleras bajaron bailarinas árabes con gráciles movimientos, tenían ropas casi transparentes dejando nada a la imaginación. Se acercaban a cada comensal y les sonreían mientras danzaban. Pronto se pusieron al centro y siguieron con la coreografía marcada que más parecía un baile del vientre sexy y tentador. Fabrizio estaba extasiado.

Estaba a punto de olvidarse de Alice si seguía así. Poco a poco algunas de las chicas se fueron acercando y lo llevaron al centro del escenario, no podía ser mejor deseo que ese. Él se quedó quieto, inmóvil, no se atrevió a moverse mientras ellas hacían movimientos sensuales alrededor de él convirtiéndolo en la envidia del lugar. Pudo reconocer algunos de los rostros, eran las mismas chicas con las que había tenido sexo esa mañana. Oh, Dios...

Lo miraban con malicia y lujuria, intentándolo seducirlo una vez más y llevarlo a la cama. Él no se dejaría, no esta vez. Había algo dentro suyo que le hacía apartar la mirada cada vez que ellas tomaban su cara o abstenerse de hacerles casos con esa danza hipnótica.

La escena duró aproximadamente unos 6 minutos. La música se cortó de pronto y un proyector invisible apuntó hacia una de las escaleras. Un hombre cerca de los cuarenta años, con buen porte, vestido de azul, bajaba las escaleras con un aire poderoso; detrás de él venía un chico de aspecto enfermizo, delgado y la mirada perdida y... ¡Alice!

Estaba preciosa en ese vestido azul, sobretodo con el záfiro colgando de su gargantilla. A pesar de eso pudo notar una cierta tristeza en su andar.

-¡Alice!- Gritó cuando la vio bajar las escaleras. Se sacó de encima el brazo de una de las bailarinas y fue detrás de ella pero la gente se comenzaba a aglomerar cerca del hombre y la pareja, impidiéndole el paso. Intentaba gritar con todas sus fuerzas pero la muchedumbre ahogaba sus gritos. Todos se dirigían a la zona del nightclub, quizás adentro era la reunión.

Mientras tanto el Sr. Turner había cambiado su semblante cuando escuchó que alguien llamaba a la rubia por su nombre. Ningún cliente debía saber el nombre verdadero de una de sus prostitutos, todos las conocían por sobrenombres artísticos siempre. Era sumamente raro esa situación. ¿Acaso la estúpida niña se había atrevido a decírselo? ¿Y la política del anonimato dónde quedaba? Las pagaría si esa noche no hacía bien su trabajo. Le mandó una mirada, solamente una mirada sin expresión alguna, ella supo de que se trataba. Su hijo seguía con cara de asustado como siempre. Jamás cambiaría, pensaba, desde que murió su madre se ensimismó en cosas absurdas como la literatura. Debía aprender a administrar el "negocio", no en cómo escribir una novela. Desde hace 5 años venía batallando con eso, sin mucho éxito.

Fabrizio intentaba llegar hacia ella. Las luces de la disco no dejaban ver por donde estaba pero pronto la tuvo a solo unos metros suyo. Estaba sola, de espaldas, quizás asustada por tanta gente y el ruido de la orquesta de jazz.

De pronto, alguien le impide el camino. Era Charlotte que estaba con un hermoso vestido turquesa ceñido al cuerpo.

-¿Qué haces aquí?- Le dijo. No podía creer que Alice no le hubiera dicho que venía.- Ella está bien ahora. Vete.

-No te entiendo.- Dijo intentando apartarla.- Tengo que ir a verla.

-¿Para qué? ¿Para dañarla? Ella tiene suficientes problemas ahora como para ocuparse de ti.

-Lottie.- La chica se sorprendió levemente de que la llamara así.- Tengo que verla, por favor. Te prometo que el tipo raro de la escalera no nos verá.

-No entiendo como puedes ser tan cínico.- Fabrizio la miró extrañada.- No importa. No te le vuelvas a acercar.

-¡¿Por qué dices eso?!

-...- Calló. Cierto, no podía decir de buenas a primeras lo que había visto en la habitación de la mañana pero tampoco podía dejar que él fuera con su amiga para hacerle más daño ¿Qué tal si todo se repetía? Tuvo una idea. Lo tomó del hombro.- ¿Estás dispuesto a aceptar las consecuencias cuando la veas?

-Estoy dispuesto a aceptar todo.- Le dijo firmemente. Ella lo miró nuevamente sorprendida.

-¿Sabes que si "él" los encuentra hará lo imposible para separarlos?

-Lo sé.- La apartó finalmente y se acercó a su preciada joya.

Alice volteó un poco asustada pero al ver su cálida sonrisa cambió su expresión. Su rostro se iluminó y sus ojos desprendieron un brillo único. Se quedaron contemplándose por unos segundos.

-Hola...- Le dijo acariciándole la mejilla.

-Hola...- Rió como si fuera una niña. Se sonrojaron, él colocó su frente contra la de ella- Me alegro de que hayas venido.

Comenzaron a hablar sobre esa noche. Los números que habían preparado para vender a ciertas chicas. Gracias a Dios ella no estaba ahí.

-Me salve por poco.- Comentó.- Pero...- Su rostro se tornó oscuro y bajó la mirada, parecía ocultar algo.

-¿Qué paso?- Preguntó Fabrizio mientras tomaba un poco de su bebida. Estaban sentados en la barra del bar.- ¿Qué te hicieron?

-Fabrizio, cómprame esta noche.

La respuesta le chocó.

No tenía dinero esa noche.

A lo sumo había traído unos cuantos miles de dólares por si acaso pero no lo suficientes como para comprarla definitivamente. En la mirada de la chica había una súplica. Estaba desesperada.

-Lo, lo siento...

-Descuida.- Volvió a mirarlo.- Fue un impulso.

-¿Ha pasado algo?

-Bueno...- Estrechó sus brazos. Desvió la mirada hacia un rincón del lugar, el chico de hace rato descansaba sobre uno de los pilares mirando su celular.- Él es el hijo del dueño, Alex, Alex Turner.

-¡¿Él?!- Fabrizio pensaba que era un chiste. ¿Cómo un muchachito raquítico y asustado como un ratón podía ser hijo de semejante magnate? Además, parecía asocial.- ¿Estás segura?

-Debo de dormir con él para permanecer acá.-Alice habló como si no lo hubiera escuchado.- Hoy en la noche debemos acostarnos.

Fabrizio enmudeció. ¿Por qué? ¿Por qué ese miserable debía de tener a Alice para sí solo? El destino era cruel. No la había tocado, ni siquiera, en ninguna ocasión, había osado con romper su promesa o intentar violarla. ¿Por qué debían de castigarlo de esa manera?

Una chica, ya sin el vestido árabe, pasó cerca de ellos. Era la morena de la mañana, lo miró divertidamente y se acercó a él. Al terminar delante suyo le guiñó el ojo y se llevó el dedo índice a la lengua de manera seductora, él desvió la mirada pero Alice se dio cuenta. Los miró a los dos.

A la hora del almuerzo algunas chicas comentaban algo, estaban sentadas en la sala de estar hablando sobre uno de los mejores hombres del lugar. Ella escuchaba retazos de la conversación pero nunca pensó que ese chico del que ellas hablaban con tanta pasión pudiera llegar a ser Fabrizio, su Fabrizio. Él la miró, vio la culpabilidad en sus ojos. Se levantó del asiento y camino a paso ligero entre la gente, Fabrizio intentaba alcanzarla sin mucho éxito.

Después de un rato de andar buscándola y descansar en la habitación central, vio como Alex subía las escaleras con alguien muy parecida a Alice. No podía ver bien a causa del humo que invadía el lugar pero lo que sí logró ver fue una hermosa gargantilla de zafiros que resplandecía entre la neblina.

Somebody To Love MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora