Capítulo 1: Más allá de Aberdeen-1

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Capítulo 1: Más allá de Aberdeen
Por Gissa Álvarez

(Versión sin corrección de estilo)

Old Aberdeen, Escocia, Gran Bretaña, junio de 1913.
Tres jóvenes corrían con algo muy parecido al desespero a través del antiguo puente de granito y arenisca que atravesaba el río Don. De vez en vez alguno de ellos veía por encima del hombro logrando perder un poco el equilibrio con esa acción y confirmando al mismo tiempo que huían de alguien. La poca gente que les veía prefería abrirles paso a ser arrollados por cualquiera de ellos, quienes niños no eran en absoluto aunque se comportaran como tales; ladrones, tampoco, su ropa parecía indicar que no necesitaban de realizar aquello actos.

Apenas atravesando aquella construcción medieval tan antigua como el pueblo, tuvieron que volver a tomar aire para dirigirse hacia el viejo camino que los llevaría a la antigua aldea de Balgownie, por ahí la vegetación crecía considerablemente y podían esconderse mejor. Habían llegado a los limites de la ciudad, donde los grandes árboles podían resguardarlos de aquellos que habían dejado ya lejos desde algunos minutos antes. Ese era el lugar donde algunas casas y villas solariegas de burgueses británicos se encontraban mezcladas con las casas de los pobladores locales, un lugar con un verdor de pintura impresionista que alegraba la vista, mientras el olor a tierra mojada alborozaba el olfato.

Al fin se detuvieron cuando se dieron cuenta que las altas plantas les cubrían de pies a cabeza, además de que el aliento ya les faltaba después de la tremenda carrera que habían dado desde la entrada de la Catedral de San Machar, corriendo por las calles pavimentadas con bloques de piedra, sorteando las eternas construcciones de granito gris, y todo ese recorrido por no ser pillados por los policías que les descubrieron vendiendo pan por las calles, pan que, encima de todo, no les pertenecía, pero tampoco así el dinero que ganaron y apenas pudieron poner en las manos de la dueña mientras evitaban ser atrapados. Matthew ya había visto a la señora vendiendo a escondidas al menos desde dos días antes, pero en aquella ocasión también vio que la policía la amenazó con quitarle su mercancía por vender sin permiso en las calles de Aberdeen. Matt no lo pensó mucho, Diógenes, su filosofo favorito, argumentaba que para demostrar el movimiento solo había que moverse, así que se movía, siempre se movía, era un impulso que no solía detener, como a su afilada lengua, tampoco la detenía. Fue hacia la señora con sus dos amigos, Kendryck y Evander, repartió el pan y se pusieron a vender. Casi terminaban cuando una de ellos fue descubierto, así que emprendieron la huida.

Sin duda, si alguno de ellos hubiesen llevado el suficiente dinero consigo se hubiera ahorrado aquella carrera, sin embargo, Matthew y Kendryck habían sido castigados, nuevamente y a su edad, cosa ridícula, pero a sus padres siempre les había parecido que el dinero era la mejor manera de mantenerlos a raya, de someter sus recios caracteres. ¿Cómo si aquello fuera cierto? Tomar alguna cosa de la casa, venderla, apostar, tantas formas existentes de obtener dinero, claro, ninguna tan rápida. En una cosa si tenían razón sus padres, parecía de trece años en lugar de diecinueve y dieciocho respectivamente.

¿Por qué fueron castigados en aquella ocasión? por no seguir las sencillas reglas de no usar Aberdeen como un tugurio para divertirse, y, por supuesto, por enredar a Evander en aquello, Evan era el chico que ayudaba a cuidar la villa de la familia de Kendryck. Lo que sus padres llamaban tugurio se refería a no estar en casa, tomar unas cuantas cervezas, estar con la gente de menor nivel social, excluyendo a Evan, ya que para la familia de ambos, Evander era un buen chico mal influenciado por los otros dos.

Los tres jóvenes jalaban aire como caballos de carrera, con las manos sobre sus rodillas. Las blancas mejillas de los tres mostraron unas leves manchas rojas, muestra del ejercicio realizado. Lo que unía a esos tres jóvenes era Aberdeen, ahí habían nacido y ahí habían pasado su niñez y después cada verano conocido por ellos, solo Evan era de estancia permanente. Pero cuando se veían eran como tres hermanos. De cierta manera habían crecido juntos.

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